Recuerdo con alegría la primera vez que acudí a una entrega de los Premios Crónica y me parece que fue ayer donde pude darme el lujo de conocer a tan diversas personalidades de lo más granado de la cultura y la ciencia de nuestro país, pero, resulta que el tiempo vuela y este miércoles fue celebrada ya la XV ceremonia donde para mejor, el galardón que se otorga es una réplica del glifo maya “Manik” que representa al venado como guardián de los bosques y de los cuatro puntos cardinales en asociación con la fuerza, la nobleza y el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza. Un abrazo a los premiados y a don Jorge Kahwagi por continuar el esfuerzo contra viento y marea, Y…

Pese a estar consciente de varios y delicados asuntos locales sobre maltrato animal y que por lo mismo hubieran exigido prioridad para considerarlos en esta fecha, resulta que los postergaré porque mi admirada jueza argentina Elena Liberatori me sacudió con una visión muy particular sobre la indignidad del cautiverio al recordar, en la semana, los 10 años que han pasado desde el reconocimiento que le otorgó como persona no humana a la orangutana SANDRA, recluida en el zoológico de Buenos Aires hasta que con tal declaración pudo salir del marasmo en el que (sobre)vivía para, incluso aún cautiva, tener un desarrollo de vida mucho más digno. Ojalá que sus recuerdos y reflexiones sirvan para recapacitar en general sobre lo referido, sin apasionamientos inútiles. Para esto, inicia contando su afición por volcar los sentimientos y las emociones más impactantes de su vida en un cuaderno, por supuesto no siendo la excepción el CASO SANDRA, persistiendo en recordar aquel 3 de julio del 2019 en que lloró por ella tras permitírsele, junto a su equipo, mirar desde un ventanal el protocolo que se seguiría para documentar su condición de salud física dentro de un quirófano donde, según relató, había una veintena de profesionales entre cardiólogos, anestesistas, radiólogos, ecógrafos, aparatos de monitoreo, etc.. A ese lugar arribó SANDRA en camilla. Al momento, el Equipo Judicial Sandra sólo veía parte de su cuerpo, “no así su cara ya toda entubada”, provocándoles esa imagen lágrimas “por ese ser inocente venido a este mundo por una manipulación (palabra inaudible) de tubitos que hicieron de ella un ser híbrido, o sea, sin sitio en este planeta porque no es de ninguno”. Ya casi al finalizar las intervenciones y habiéndola puesto de costado para sacarle radiografías de pulmón, el médico en jefe salió del quirófano para preguntar a la jueza, ante su sorpresa, si quería acercarse a SANDRA para decirle unas palabras y tocarla, pero… salió trasquilado porque la respuesta fue que “no podía abusar de su condición anestesiada. Que no era justo para ella” y que en tal caso tendría que ser de igual a igual. A distancia de cuidado, claro, pero siempre mirándola a los ojos. Una semana exacta después, el 10 de junio en que la visitó nuevamente, la jueza encontró a SANDRA en el recinto exterior desde donde de inmediato dio cuenta de sus visitas especiales que la tendrían más de cerca en cuanto fuera introducida, a base de manejo y mecanismos (siempre habilitados en los zoológicos para el propósito) al área restringida donde dieron razón de su especial mirada: “mira a los ojos suavemente. De pasada. Con timidez. Camina de un lado al otro para pasar a un sitio cerrado con ventanas ubicadas a lo alto de las paredes… la iluminación natural es muy escatimada. Dentro nuestro, se cierran las puertas de hierro y entonces estamos en un recinto de terror. Paredes oscuras de cemento agrisado por el tiempo. Casi ennegrecido. Rejas gruesas, negras, con candados, llaves, poleas, manijas para mover otras rejas que se suceden. Todo es tétrico. Ahí hacen pasar a SANDRA cerrando compuertas metálicas detrás de ella para que no pueda retroceder al recinto exterior... me invade una sensación de horror porque se exhibe en plenitud, delante de nuestros ojos, el cautiverio y la injusticia más cabal hacia un ser vivo. Es literalmente un lugar de tortura que bien podría ser la locación de una película a tal efecto” y, tras esas observaciones acuciosas, le muestran las habilidades de SANDRA que sacando dos dedos a través de la reja buscaba alcanzar una mesa auxiliándose de un palito, para una vez así seleccionar en un tablero de luces el botón que le permitiera obtener la semilla o fruta de su preferencia, “premio que le es dado en la boca que pega… adhiere a la negra reja. La escena me lleva a sufrir yo la humillación por ella”, que según describe, se mueve felinamente, suave, con mansedumbre, acostumbrada como marca el cautiverio atroz. “Somos los reyes que queremos ser contigo y hacerte esto una y otra vez sólo para alimentar nuestro egoísmo y nuestra estupidez” y, se congela la imagen y la reflexión de la jueza con un muy sentido perdón a SANDRA, tocándome entonces llorar a mi…
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