Opinión

¿Cuál derecha para México?

Ceremonia de investidura presidencial
AMLO entregará la banda presidencial antes de diciembre, sin cumplir seis años al frente del país AMLO entregará la banda presidencial antes de diciembre, sin cumplir seis años al frente del país (Cuartoscuro)

El anuncio de una “nueva era” para el Partido Acción Nacional, prometiendo una visión moderna y cercana a los ciudadanos, pero basada en los viejos valores de “Patria, Familia y Libertad”, es contradictoria y lejana respecto de las necesidades políticas de la sociedad mexicana. Se debe recordar que ese lema programático tiene raíces históricas en la derecha católica y nacionalista europea de los siglos XIX y XX. Tras la Revolución Francesa de 1789 surgieron movimientos que se oponían al liberalismo, al secularismo y a la disolución de los valores tradicionales. Desde entonces, la mayoría de los pensadores conservadores y contrarrevolucionarios han siempre defendido los tres pilares sociales de su acción: la patria como símbolo de la unidad nacional y del orden jerárquico; la familia como núcleo moral frente al individualismo; y la libertad o la religión como base del orden natural y social. El lema ha sido recurrentemente utilizado para definir los principios básicos de la derecha conservadora.

El tradicionalismo combatió las ideas jacobinas para defender el orden monárquico, estableciendo la distinción política originaria entre derecha e izquierda. En el siglo XIX la derecha transformó su doctrina bajo la influencia de la filosofía positivista, con pensadores como Joseph de Maistre, Frederic Le Play y Auguste Comte, quienes desarrollaron una crítica al liberalismo y a la democracia. Posteriormente, en el siglo XX se fortaleció con las teorías del pensador francés Charles Maurras, quien repensó los principios del tradicionalismo. El fascismo italiano también utilizó la bandera de Patria, Familia y Libertad para establecer las bases ideológicas de su acción social y política. Benito Mussolini usaba la consigna para oponerse tanto al comunismo como al liberalismo. Posteriormente a la Segunda Guerra Mundial, distintos sectores neofascistas y post-democristianos han retomado este lema para articular una identidad nacionalista y moralmente reaccionaria.

Esta derecha conservadora llegó a México a través del guanajuatense Jesús Guisa y Acevedo, ideólogo del Partido Alianza Social, que fue una de las últimas transformaciones de la Unión Nacional Sinarquista. Doctor en filosofía por la Universidad de Lovaina, apoyó a la Iglesia en su disputa contra el Estado durante la guerra cristera de 1926-1929. Fue fundador del PAN e integrante de su primer Consejo Nacional para posteriormente incorporarse al movimiento sinarquista. Otro intelectual mexicano influido por estas ideas fue Efraín González Luna -primer candidato presidencial del PAN- quien consideraba un ejemplo a la Acción Francesa y de donde se habría inspirado el nombre de Acción Nacional. En consecuencia, la nueva era prometida por la dirigencia panista actual representa, más bien, una pesada herencia del pasado.

Las derechas radicales, aunque diversas y localmente específicas, comparten vínculos transnacionales buscando construir una nueva base ideológica. Este proceso apunta a fragilizar culturalmente al liberalismo para sustituirlo por narrativas conservadoras. La extrema derecha no solo actúa en el ámbito político-electoral, sino que busca desplegar una batalla cultural de largo plazo reinterpretando conceptos, alimentando narrativas y tejiendo redes transnacionales. Ellas dan vida a un neofascismo que no mira al pasado, sino al futuro a través de una reformulación cultural y política. Se presenta como apolítico, espontáneo o popular, pero esconde una base ideológica fundada en el anti-pluralismo porque no pretende ser una parte sino el todo.

El avance del neofascismo se mide por su capacidad para modelar la narrativa dominante. No se presenta con símbolos o discursos abiertamente autoritarios, sino que opera al interior del sistema democrático, colonizando el sentido común, exaltando la identidad nacional y proponiendo soluciones excluyentes frente a la inseguridad social. Ante el peligro del neofascismo como una forma camaleónica adaptable a los cambios sociales, la globalización y la crisis de la democracia, debemos orientar el proceso de transición política mexicana hacia una democracia de calidad donde tenga espacio una nueva derecha reformista, tolerante y democrática.

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