
Observar y analizar la política implica, por necesidad y honestidad, que quien realice ambas acciones lo haga con la mayor objetividad posible. Sin lugar a duda y en cualquier caso siempre persistirá un dejo de subjetividad y de opinión, pero en todo momento debe procurarse, en la medida de lo posible, que las preferencias personales se mantengan al margen de aquello respecto de lo que se pretende comprender un fenómeno concreto o anticipar un posible hecho. Anticipo esta explicación porque el tema que abordaré no se refiere, con en la mayoría de mis colaboraciones, de una preferencia personal respecto de la política y el posible rumbo que pueda tomar, en este caso, la región latinoamericana y, con amplia posibilidad en un futuro próximo, nuestro país.
Apenas el domingo pasado Argentina vivió una jornada electoral compleja y particularmente relevante por las implicaciones que sus resultados tendrían, en uno u otro sentido, para el futuro de aquel país, en particular, y de América Latina, en general. Tras dos años de haber sido electo como presidente, Javier Milei ha venido anunciando una serie de reformas económicas que buscan dar un giro de 180 grados a la vida de los argentinos y a la relación de ese país con sus socios comerciales. Por la relevancia de las reformas propuestas, Milei decidió apostar en las urnas no solo su proyecto político, sino su futuro como líder y paradigma de una nueva forma de entender el papel del Estado. Contra los pronósticos que en su mayoría anticipaban su derrota, Javier Milei ganó y su proyecto que apenas alcanza el nivel de idea pronto se materializará en realidad.
No entro en esta ocasión al análisis de la política argentina y del cambio ideológico que impone pasar de la visión de Cristina Fernández de Kirchner a la de Javier Milei, sino al vuelvo que esto representa en favor del libertarismo y el cómo el triunfo legislativo de La Libertad Avanza, movimiento político organizado en torno a Milei, puede representar para una región como la latinoamericana, cuyo péndulo político ha oscilado en los últimos años de un extremo a otro del espectro político. Hoy, con una Venezuela y un Nicolás Maduro acorralado por Donald Trump y el gobierno estadounidense, con una Colombia y un Gustavo Petro naufragando en la soledad de sus soliloquios, con un Brasil y un Lula da Silva cada vez más moderados al punto del estancamiento y no pocos países y líderes alineados hacia la derecha, la confirmación de la aceptación y validación popular del hiper pragmatismo de Javier Milei pueden ser el preludio para un cambio radical en el enfoque político-cultural de América Latina, comenzando por México.
En los últimos años, la oposición mexicana ha sido prácticamente borrada del mapa por un gobierno cuyo partido ha sabido aglutinar la inconformidad y el resentimiento social – más que lógicos por los abusos de poder y corrupción acumulados por décadas – alrededor de una figura como la de Andrés Manuel López Obrador. Hoy, con el ejemplo de Milei como un modelo con viabilidad política, económica y cultural y fácil de impulsar desde la estridencia de un discurso anti sistémico, comienza a emerger una figura que, quizá ahora sí y a diferencia de 2024, pueda encabezar una coalición que enfrente, a través de una candidatura única, a la maquinaria electoral en la que Morena se ha convertido.
Ideológicamente y en comportamiento, Milei encuentra en Ricardo Salinas Pliego un símil que permitiría construir una candidatura no solo viable para triunfar y borrar el sueño morenista de perpetuar en el poder la noción transformadora de ese movimiento, sino capaz de replantear el modelo político-cultural del poder en México. Sin lugar a duda falta demasiado para la elección de 2030, pero los recientes posicionamientos del empresario mexicano parecen dar la razón a quienes anticipan que su nombre estará en la boleta presidencial de ese año. Hoy, cuando parece muy pronto para anticipar nombres y probabilidades, debemos ver en el resultado de las elecciones legislativas argentinas una primera semilla que en unos pocos años podría germinar en suelo mexicano. Preferencias e ideologías aparte, el surgimiento de opciones opositoras viables siempre debe ser visto como refrescante para cualquier democracia. Del cambio político-cultural que esto podría representar en México y la región latinoamericana y sus implicaciones hablaremos en nuestra próxima entrega.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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