
El 3 de noviembre de 1957 fue lanzada en un vuelo orbital la perrita LAIKA, convirtiéndose, según, en el primer mamífero en viajar al espacio a bordo de lo que se previno sería su ataúd: el cohete ruso Sputnik 2. Sumando años, a la distancia de los 68 que han transcurrido se sigue lamentando tal abuso y traición, incluso en su tiempo por Oleg Gazenco, científico que participó destacadamente en el programa espacial de la entonces Unión Soviética y que como médico sabía perfecto que ese viaje incluiría el sacrificio de una criatura que, para peor, tuvo una muerte larga y agónica por asfixia y quemaduras y no vía “eutanasia programada” como se la inventaron, dado que el soporte vital de esos aparatos todavía estaba muy lejos de ser fiable y confiable. La chiquita fue seleccionada de entre varios canes sin hogar por “dócil, tranquila y encantadora”, además de presuponerla, como callejerita que era, con capacidad suficiente para sobrevivir bajo condiciones extremas como era mantenerse quietecita en espacios ajustadísimos. Crímenes del tiempo…
Y ya que estoy sobre un tema de abuso, permítaseme abordar otro que por lo mismo se percibe que será muy duramente cuestionado en pocos años más. Me refiero a los confinamientos zoológicos urbanos, motivo por el que me dirigiré ex profeso a la abogada Mariana Boy, titular de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (ProFePA) y como así, competente para verificar el incumplimiento que en la materia ha destacado a tantísimas UMAS y PIMVS autorizados para operar bajo permisos a cargo de la Dirección General de Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SeMARNat), desde donde esté quien esté y a diestra y siniestra son expedidos permisos desde el escritorio, provocando con ello situaciones que justo a la ProFePA le toca remediar dando cuenta de escenarios muy dolorosos para la fauna a la que aparte la dependencia debe asegurar y/o decomisar sin tener lugar propio para derivarla, no quedándole de otra que solamente cambiarla de infierno y una vez así dejarla en el olvido. Me consta. Dado lo anterior sugiero realizar ejercicios de prevención con inspecciones aleatorias y constantes, retomando el otrora exitoso Programa de Inspección a Zoológicos aún a sabiendas de que en México todo lo que se haya implementado en el pasado ha de borrarse en absoluto y de que además y por propias declaraciones de la funcionaria referida, se carezca del presupuesto suficiente que incluso todavía será más restringido para el año por llegar, pero asunto que bien pudiera subsanarse con un buen liderazgo como quiero presuponer que lo puede desempeñar Gustavo Ampugnani (actual Director General de Inspección y Vigilancia de Vida Silvestre, Recursos Marinos y Ecosistemas Costeros), sellado por el activismo de sus tiempos en Greenpeace. Implementar el proyecto serviría no sólo para verificar la documentación administrativa que suele dar muuuuchas sorpresitas, sino también para constatar el obligado cumplimiento de dar trato digno y respetuoso a la fauna cautiva, evitando la intervención hasta que el caso se viraliza en redes sociales mostrando el terrible estado de algún animal como fue el caso de la osita MINA, descubierta a la luz pública bajo total condición de abandono… casi muerta… tras dos años a cargo del infamemente negligente “servicio médico veterinario” del Parque Zoológico La Pastora (a donde la autoridad competente la mandó y… olvidó) y que a poco más de un mes a cargo de Fundación Invictus luce otra no sólo en su ánimo y su físico, sino que subió casi 8 kilos de peso. Siendo así y mientras hay reacción a la propuesta, solicito que en calidad apremiante se realice formal y profunda visita de inspección al Zoológico Wameru de Querétaro, donde consta a nuestra compañera activista Zuemy Roldán que hay una osa negra escondida de la que no se sabe nada porque “a donde está nadie puede pasar” y a saber cómo la mantienen. Igualmente hay un supuesto viejo león, en los huesos, que requiere de expertos y no de advenedizos para evaluar su manejo médico y técnico. ¡OJO con ello Procuradora! No espere a que se difunda su situación cibernéticamente porque una vez avisada… cometería omisión. Es cuanto.
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