
La seguridad personal de la presidenta Sheinbaum es un tema de seguridad nacional, uno de sus apartados centrales. Lo ha sido siempre pero mucho más hoy que en el escritorio de Donald Trump, en el salón oval de la Casa Blanca, hay varios proyectos de intervención militar directa en suelo mexicano, que podrían echarse a andar en caso de un atentado contra la jefa del Estado mexicano, suena fuerte, y lo es, pero se ajusta rigurosamente a la verdad.
La falta súbita de la presidenta sumiría al país en una crisis constitucional de consecuencias impredecibles. Es por eso que el hecho de que un sujeto haya podido acercarse por atrás a la mandataria, hablarle al oído y tocarla de manera indebida es mucho más que un brutal descuido, es una falla grave en el sistema de seguridad nacional que alguien debe asumir. El episodio ha sido presentado como un acoso, como una forma de irrumpir en el espacio personal de la presidenta, es correcto, pero es mucho mas que eso y tiene que haber consecuencias. La seguridad personal de la mandataria se tienen que replantear de inmediato, hoy mismo.
Hace algunos años, una persona familiarizada con estos temas me dijo que cualquier agente federal con una capacitación mediana podía detectar, en un grupo grande personas, a sujetos potencialmente peligrosos, notaba comportamientos erráticos, podía saber si el sujeto portaba armas, dominaba el lenguaje no verbal, todo para detectar riegos potenciales para comunicarlos de inmediato a sus compañeros y jefes. Hablaba de agentes promedio, pero hay otros, de élite, capacitados en el extranjero, que pueden hacer lo mismo a nivel óptimo y además con una velocidad de reacción inmediata para neutralizar a un posible agresor.
No es algo de película o de novela de ciencia ficción, nada de eso, son profesionales de la protección al más alto nivel mundial. Líderes de China, Israel, Rusia, Estado Unidos, entre otros, tienen cuerpos de seguridad de cientos de agentes, en ocasiones miles. México es un país más peligroso, con mucho más bandas criminales, más armas en poder de delincuentes, con instituciones laceradas y con un número incomparable de políticos en funciones ejecutados en los últimos años. Nuestros líderes merecen una protección similar, incluso mejor, porque encaran riesgos tangibles.
Lo que no funciona se tiene que cambiar. No abogo porque corran a nadie, demando como ciudadano que la seguridad de la presidenta sea prioritaria. El video de su acoso en calles del Centro Histórico pone en evidencia un montón de fallas inadmisibles. ¿Quién cuida a la presidenta? En el video parece que nadie hace ese trabajo. No se trata de poner un batallón de la GN entre la presidenta y los ciudadanos, claro que no, pero una docena de agentes de élite es lo menos que necesita.
Ahora estamos enfrascados en debates útiles sobre el acoso y la seguridad de las mujeres en el espacio público. Qué bueno que se presentó una denuncia formal para que las instituciones hagan su trabajo, será un caso didáctico para la sociedad, pero podríamos estar en un escenario mucho más grave, con el país descarrilado porque alguien tuvo un descuido brutal.