
El 18 de agosto de 2025, miles de espectadores en la plataforma Kick presenciaron en vivo la agonía final de Raphaël Graven, un streamer francés de 46 años conocido como Jean Pormanove o JP. Veterano militar vulnerable, Raphaël había caído en la vorágine del “trash streaming”: humillaciones extremas, golpizas, estrangulamientos y ingestión de sustancias tóxicas, todo retransmitido por meses en el canal “Le Lokal”, junto a streamers como NarutoVie y Safine Hamadi. Lo tildaban de “discapacitado”, se burlaban de su soledad y lo forzaban a retos sádicos para donaciones. Nadie atendió su depresión evidente; en un mensaje a su madre confesó: “Va demasiado lejos, me siento secuestrado”.
El colmo fue un maratón de casi 12 días —298 horas de privación de sueño, violencia y gaming nonstop—. Raphaël se durmió en cámara... y no despertó. Sus “compañeros” lo sacudieron, le arrojaron agua y continuaron transmitiendo durante horas, mientras viewers atestiguaban su cadáver inerte bajo las sábanas. La autopsia descartó trauma o asesinato: exhaustion y problemas de salud lo mataron, pero el espectáculo deshumanizado perduró.Kick, rival australiano de Twitch, promete el 95% de ganancias a streamers —frente al 50-70% de competidores—, atrayendo contenido sin filtros, ligado a casinos como Stake.com. Su respuesta: baneo tardío del canal y promesas de cooperación ante la demanda francesa por negligencia. Francia acusa a la plataforma de no detener “contenido peligroso”, pese a alertas previas.
Este horror nos obliga a reflexionar: ¿qué pasa con el mundo gamer y el streaming? Nos hemos deshumanizado; likes y donativos convierten el sufrimiento en show. Niños y adolescentes, el núcleo de esta audiencia, corren riesgos letales: adicción a videojuegos (OMS lo clasifica como trastorno), exposición a violencia gráfica, grooming, apuestas y retos suicidas. Kick atrae al 65% de viewers entre 16-34 años; plataformas similares como Twitch suman 240 millones de usuarios mensuales, con millones de menores viendo daily trash como este. ¿Cuántos niños imitan estos abusos?Los videojuegos apasionan y forjan habilidades —coordinación, estrategia, creatividad en títulos sanos como Minecraft o FIFA—. Pero no todos: shooters violentos o plataformas tóxicas como Kick envenenan. Padres, estén atentos: supervisen apps, fijen límites horarios, dialoguen sobre lo visto. Lectores, no ignoren: un like puede ser cómplice de muerte. Protejan la inocencia de sus hijos antes de que el stream los devore. México y el mundo claman vigilancia ética en lo digital.
@CesarG_Madruga