Opinión

Morena, blindaje reblandecido

Un hombre sostiene una bandera de Morena
Un hombre acomoda una bandera de Morena Un hombre acomoda una bandera de Morena (Cuartoscuro)

La entrega de dinero a la población a través de los programas sociales es la mejor estrategia político-electoral del siglo. Le ha permitido a Morena reciclar las glorias del partido hegemónico, casi único, del siglo pasado. El programa de apoyo a los adultos mayores merece, por su impacto social y electoral, un curso completo en las escuelas superiores de Ciencias Políticas.

Por su capacidad para crear clientelas electorales, los programas se han multiplicado en poco tiempo. A los programas federales, hay que añadir los estatales o de la Ciudad de México. Algunos municipios también tienen los suyos. Son docenas. Como era de esperarse el dinero que entrega el gobierno ya es parte fundamental del ingreso de millones de familias precarizadas, e incluso para amplios sectores de las clases medias. Como buen dealer, el gobierno ha vuelto adicta a la población a los programas sociales, lo que se traduce en una lealtad política a Morena a prueba de balas, literalmente, a prueba de balas.

La gente en los estados más violentos y pobres, Chiapas, Guerrero, Oaxaca no castiga electoralmente a Morena porque no se imaginan una vida sin programas sociales. Temen perderlos si un partido diferente asume el poder. El resultado es que muchos políticos morenistas se conducen como si la población les hubiera extendido un cheque en blanco. Has lo que quieras, pero no toques mi dinero. Y, en efecto, hacen lo que quieren, se asumen blindados. Soberbia y cinismo a raudales. Cada discurso a favor de los pobres los hace más ricos. Todo parece dispuesto para un gobierno de cien años.

Y no obstante hay señales de que el acero balístico que protege a Morena y sus gobiernos tiene fisuras, apenas perceptibles, pero que pueden terminar estallando los vidrios mejor blindados. Hay proyectiles que ni la madeja de programas sociales detiene. Todo por servir se desgasta. La gente ya se acostumbró a los programas y le pierde el miedo a protestar contra el gobierno. Lo digo, claro, por la revuelta en Uruapan y el Movimiento del Sombrero, porque la mayoría de la gente, harta de la violencia, es beneficiaria de uno o más programas y no obstante muestra su descontento. Pero no solo eso, en las pasadas elecciones municipales de Veracruz y Durango a Morena le fue mal. Muchos ciudadanos que están en los padrones de los programas los castigaron en las urnas.

No digo que ese comportamiento abarcará a todo el país, pero hay señales de que el blindaje de los programas se está reblandeciendo. Soy de los que piensan que el mejor programa social es un empleo con todas las prestaciones, pero entiendo que las condiciones del país conducen a tener una red protectora para evitar que muchas familia se desbarranquen. Es justo. El poder electoral de los programas social condiciona la lucha política en el país. Ha dado lugar a una clase política morenista soberbia y cínica que piensa que tiene los triunfos electorales escriturados sin límite de tiempo, pero no.

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