
En todos los espacios de la vida social están presentes los juegos de poder. Naturalmente, esos juegos se manifiestan de diferente forma. En el caso de las universidades, las diferentes posturas, frecuentemente, se expresan como diferencias ideológicas o teóricas. Aunque no están exentas de que detrás se encuentren intereses que sólo buscan acceder a los cargos directivos con la finalidad de favorecer a grupos o personas en particular.
La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) no es la excepción de la existencia de grupos políticos a su interior. Ingresé a la UAM-Iztapalapa en 1990 y me toco convivir con un grupo proveniente de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería (DCBI) que ocupó la Rectorías de la Unidad y la General durante dieciséis años (4 rectores de Unidad y Generales).
Nobleza obliga a reconocer que ese grupo, más allá de coincidencias y discrepancias, impulsó un proyecto de Universidad y, buena parte de las fortalezas de la UAM, el día de hoy, provienen de esa herencia. Ese colectivo tuvo la cualidad de no sólo impulsar un proyecto, sino que se nutrió con aportaciones de la comunidad y promovió diversos programas académicos surgidos del profesorado, porque dialogaban y estaban dispuestos a enfrentar las diferencias con inteligencia.
En el presente ha surgido otro grupo, cuyas cabezas visibles son, la rectora de la Unidad Iztapalapa (Verónica Medina) y el rector de Cuajimalpa (Mauricio Sales) y la cabeza no visible el exrector general (José Antonio de los Reyes), que, al no ganar la Rectoría General actual, pretenden convertir a la Unidad Iztapalapa en su prebostazgo, para dentro de cuatro años ir al asalto de la rectoría general.
Este grupo en su imaginario debe creerse heredero de aquella pléyade de rectores, pero al vivir y ser testigos de sus acciones, lo único que queda claro es el nivel de degradación en que han caído ciertos personajes que ocupas cargos directivos en nuestra universidad. Su motor principal es acceder a los cargos en función de intereses personales y de grupo. Recuerdan las acciones perversas que se dan en la serie televisiva “Juego de Tronos”.
La rectora de Iztapalapa maniobró, extendiendo el plazo de registro de candidaturas a la dirección de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud (DCBS), para que su subordinada Jatziri Gaitán, Coordinadora de Desarrollo Académico e Institucional (CODAI), se pudiera registrar como candidata y excluyó de la terna, de la cual el Consejo Académico elegirá a la directora, a un jefe de departamento con reconocimiento y trayectoria.
En la sesión del Consejo Académico, en que presentó la terna de candidatas a la dirección de la DCBS, la rectora se atrevió a decir que no existía conflicto de intereses al proponer a Gaitán, porque no era su subordinada, que era subordinada de la jefatura de departamento a la cual está adscrita.
Esa argumentación es incorrecta, porque los profesores que acceden a cargos de confianza, si continúan impartiendo cursos, tienen una situación administrativa dual. Por un lado, académicamente sí dependen de la jefatura departamental; pero, por otro, al ser personal de confianza dependen jerárquicamente del jefe inmediato, en este caso de la rectora Verónica Medina.
Es evidente el conflicto de interés, no sólo por ser su subordinada, sino por la maniobra de ampliación del plazo para permitirle registrarse como candidata. Estas acciones son claras violaciones al Código de Ética de la Universidad.
Durante el rectorado del antropólogo Rodrigo Díaz, en la Unidad Iztapalapa, se creó la CODAI, la primera titular fue Verónica Medina y de ahí se catapultó como Rectora de la Unidad. Ahora la subordinada de la rectora usa la CODAI como trampolín para llegar a la dirección de la DCBS.
El único aspirante de la DCSH es el antropólogo Pablo Castro, cuyo departamento tiene frecuentes unanimidades en sus posturas. Y como dijera el clásico, “las unanimidades recurrentes, siempre son sospechosas”.
De estos hechos se puede deducir el probable acuerdo entre el departamento de antropología y el grupo de la rectora para alternarse en la rectoría de la Unidad Iztapalapa. Entonces la terna ideal para este grupo sería Pablo Castro, Edith Ponce y Román Linares. Aunque, en esta lógica, el director de DCBI, Román Linares Romero, sería sacrificable y, tal vez, le ofrezcan la Secretaría de la Unidad.
Otro espacio institucional en que este grupo quiere tener una presencia dominante es la Junta Directiva, que es el órgano que elige a los rectores. El lunes 17 de noviembre el Colegio Académico tenía que elegir a un miembro de la Junta. Hubo dos candidatos y una candidata. Uno de los candidatos fue impulsado por ese grupo, el tercer candidato fue propuesto por un grupo de profesores de las unidades de Iztapalapa y Xochimilco. Al final, ningún candidato tuvo los votos suficientes para ser elegido.
En una reunión previa de la Junta de Rectores, Secretarios y Directores de División la rectora Verónica Medina y el rector Mauricio Sales descalificaron al candidato del grupo de profesores, Uu-kib Espadas Ancona, afirmando, palabras más palabras menos: “se ha dedicado a la política no tienen experiencia en el sistema educativo mexicano segundo no tiene conocimiento de la UAM ni de las universidades y no tiene experiencia educativa”.
Como la UAM es un pueblo chico, uno se entera de lo que sucede y se dice. Es obvio que esas afirmaciones son descalificaciones frívolas. La experiencia docente de Uu-kib Espadas es de 44 años, los cumple en enero, en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene 33. Estudió tres licenciaturas, con maestría y doctorado. Es verdad que tiene una trayectoria política de oposición al régimen autoritario. Resulta que para ese par de rectores esa es una prenda de deshonor. Actualmente, es consejero del INE.
Por otra parte, el INAH tiene un sistema de educación superior nacional, altamente especializado, que tienen como objetivo esencial, desde 1939, “preservar, proteger y difundir el patrimonio arqueológico, antropológico e histórico de México”, nada más, pero nada menos. Ese sistema tiene licenciaturas y posgrados en antropología; arqueología; conservación, restauración y museografía; etnología y etnohistoria.
La afirmación de ambos rectores, de que un profesor proveniente de este ámbito no tiene conocimientos de los sistemas de educación superior, siendo generosos, se puede considerar que es equivocada por ignorancia. Lo cual no es concebible si asumimos que ese par de rectores, como presumen, conocen a profundidad los sistemas de educación superior del país.
No siendo generosos, sino objetivos, podemos decir que estas opiniones están sustentadas en prejuicios, en la ignorancia o en la mala fe, pero como siempre en la vida, es la conjunción de factores los que determinan estas opiniones.
Una de las causas de la degradación de algunos miembros del cuerpo directivo de la universidad tiene su causa en la discrecionalidad que tienen en los procesos de elección. Eso se deriva de la personalidad autoritaria y de que la legislación de esta universidad es una herencia del régimen autoritario, no lo podemos negar.
Es hora de enfrentar este problema estructural. Hace cuatro años sugerí la necesidad de que la UAM tuviera un reglamento de elecciones que regulara todos los procesos electivos. Desde la convocatoria, requisitos, tiempos de registro de candidaturas y campaña, etc.
En su momento, la propuesta anterior causó molestia al más alto nivel directivo de la universidad. El planteamiento no contenía ninguna crítica personal, se señalaron deficiencias procedimentales, que, desde mi punto de vista, son deficiencias estructurales, que mantienen su presencia en la actualidad.
La llegada del invierno puede limitar las acciones perversas de la familia Lanister (la que accede al poder ilegítimamente en la serie “Juego de Tronos”). Por eso, un mecanismo para contener la degradación en los cargos directivos, lo cual sería saludable institucionalmente, es que la actual administración dejara como herencia una normatividad que regulara su elección.
*Profesor UAM-I,
@jsc_santiago
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