
El presidente de Santander México, Felipe García Ascencio, delineó la estrategia con la que el banco enfrentará un 2026 marcado por la aceleración de la banca digital y el arribo de nuevos competidores. Tras 10 meses de operación de su plataforma 100% digital, el directivo aseguró que la institución mantendrá sin cambios su ruta de expansión, confiando en el tamaño del mercado mexicano, donde aún 40% de la población adulta permanece sin una cuenta bancaria o está subbancarizada.
García Ascencio subrayó que Santander seguirá ofreciendo a los ahorradores una tasa de interés de 10%, alineada al comportamiento de referencia de Banco de México, y reconoció que la competencia —particularmente fintechs— seguirá utilizando el rendimiento como principal atractivo comercial. Aunque evitó adelantar detalles, confirmó que el banco lanzará nuevos productos en el primer semestre del próximo año, enfocados en ampliar la oferta digital.
Respecto al anuncio del gobierno federal sobre una nueva política de inclusión financiera, el presidente de Santander afirmó que el Open Banking será un motor clave para sumar nuevos usuarios al sistema, destacando que la estrategia del banco coincide con los objetivos gubernamentales de ampliar el acceso a servicios financieros.
La ciberseguridad, reconoció, sigue siendo uno de los mayores retos, pero dijo que el banco ha robustecido sus controles mediante soluciones biométricas y el respaldo regulatorio de un grupo global. Su objetivo para 2026 es claro: seguir creciendo y bancarizando, con un modelo digital que apuesta por la escala y la confianza del usuario.
INVERSIONES.- La Ciudad de México enfrenta una paradoja económica difícil de ignorar. Mientras presume dinamismo inmobiliario, crecimiento en servicios y nuevos polos tecnológicos, la llegada de capital privado muestra señales de desgaste. La razón no está en la falta de oportunidades, sino en un ecosistema regulatorio impredecible que inhibe decisiones de inversión. La reciente discusión sobre autorizaciones, cambios de uso de suelo y revisiones discrecionales a megaproyectos confirma un riesgo estructural: la percepción de incertidumbre jurídica.
El capital —nacional y extranjero— es especialmente sensible a la claridad normativa. Cuando permisos tardan meses, cuando criterios técnicos cambian con cada administración o cuando hay señales de discrecionalidad política, los inversionistas hacen lo que dicta la lógica: migran hacia jurisdicciones más estables. No es casualidad que estados como Nuevo León, Querétaro y Guanajuato estén captando inversiones que antes habrían elegido a la capital sin dudarlo.
El mayor riesgo no es la pérdida de proyectos aislados, sino el efecto multiplicador negativo: menos empleo, menor demanda de servicios, caída en recaudación y retraso en infraestructura. Mientras tanto, la competencia global por atraer empresas —especialmente en la era del nearshoring— se vuelve más agresiva.
Si la Ciudad de México aspira a consolidarse como hub financiero y tecnológico, necesita enviar una señal inequívoca de certidumbre: reglas claras, procesos uniformes y un trato técnico, no político, a la inversión. En un mundo donde el capital elige en segundos, la estabilidad dejó de ser un lujo. Es una estrategia de supervivencia económica.
CAMBIOS.- La ciberseguridad dejó de ser un área de soporte para convertirse en un eje estratégico ante el aumento exponencial de ataques en México, uno de los países más vulnerados de Latinoamérica. Un estudio de TripleTen revela que la demanda de talento especializado supera por mucho la oferta, mientras avanza la discusión para crear una agencia nacional. La falta de personal certificado eleva riesgos operativos, regulatorios y financieros para empresas y gobierno.