Opinión

Un escritor pobre, pobre escritor

El nuevo libro de AMLO
El nuevo libro de AMLO El expresidente niega en Grandeza que las antiguas civilizaciones mesoamericanas hayan cometido sacrificios humanos. (Cuartoscuro)

Para comenzar este título, “un escritor pobre; un pobre escritor”, parafrasea el dicho inmortal de Carlos Hank relacionado con la política y los políticos: un político pobre es un pobre político. Explicado lo anterior viene ahora el por qué.

Y es simple.

Además de la solvencia financiera del escritor y político de actual fama y mayor celebridad -- gracias a su irrupción digital literario-ensayística y sus advertencias de retorno-- pocos novelistas de tal calibre tienen, cómo él, una finca selvática para cuyo confort y seguridad se han construido en sus inmediaciones un cuartel de la Guardia Nacional, un aeropuerto (aunque ese ya tiene más tiempo), una estación del Tren Maya (obra del dueño del rancho y del tren) y un hospital de zona.

El notable escritor de Palenque ha hallado en ese entorno la tranquilidad suficiente para producir en las mejores condiciones una “opus magna” de considerable trascendencia para el futuro de la historia universal y el pensamiento humano del siglo XXI, despojando las entendederas de los prójimos de los atavismos racistas y clasistas con los cuales se consagró la montaña de mentiras del pasado colonial, virreinal, esclavista, capitalista, positivista, arribista y neoliberal; despreciativo de la enormidad cultural de los pueblos americanos originarios, sometidos al rigor expansivo y explotador de las potencias europeas y a la destrucción de todo un sistema filosófico con la imposición religiosa del cristianismo y la lengua española.

Pero además de esas condiciones, así como Cervantes tuvo momentos de holgura con el grato mecenazgo de Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII conde de Lemos, el autor aludido cuenta con la promoción comercial y la mercadotecnia política de un amigo interminable, cuya fortuna es tan conocida como oculta es la suya: don Adán Augusto López y Hernández quien de golpe y porrazo coloca la obra ya dicha (aun cuando el título “Grandeza” no había sido mencionado), en la ruta de ese fenómeno mercantil llamado en el mundo editorial, “best seller”, lo cual en castilla se explica como vender mucho.

Así, para garantizar el éxito editorial, el mecenas del best seller se lleva cajas y cajas al Senado de la República y distribuye (sin comisión, supongo), tomos y tomos de la obra cuya profundidad ya sacude al mundo.

Los afanes de promoción libresca de Don Adán Augusto, por cuya habilidad mercantil nuestro afamado autor jamás padecerá las penurias de Poe; las estrecheces de Balzac, la tuberculosis miserable de Kafka ni los apuros del pobre Cervantes quien con todo y su Quijote --de cuyo ingenioso hidalgo sólo llegaron a la Nueva España cinco ejemplares en 1605 a bordo de la goleta “La encarnación” -- no pudo viajar como burócrata a Chiapas por negativa del rey Felipe II, pero ese es otro asunto.

Los esfuerzos de distribución de Don Adán, el mecenas, fueron. Divulgados por los medios en tiempo cercano.

“(Sin embargo).- Adán Augusto López Hernández, coordinador de Morena en el Senado, distribuyó esta semana entre los integrantes de su bancada cientos de copias del libro más reciente del expresidente Andrés Manuel López Obrador (Grandeza).

“Según cálculos internos, cada legislador habría recibido 13 cajas con alrededor de 260 ejemplares, lo que suma un total de 17 mil 420 libros entregados al grupo parlamentario…

“…Respecto (de) los recursos para la compra de los libros, el morenista precisó que salieron de su bolsillo, pero dijo desconocer cuánto gastó.

“Otros acostumbran a regalar piernas, pavos y eso, yo les regalo libros…”

“En la página de Editorial Planeta, el precio público del libro impreso es de 448 pesos; sin embargo, algunos legisladores aseguraron que el costo por unidad fue de aproximadamente 600 pesos.

“Entre quienes recibieron los paquetes destacan Andrea Chávez, Julieta Ramírez Padilla, Alejandra Berenice Arias Trevilla, Javier Corral, Aníbal Ostoa, Luis Fernando Salazar y Félix Salgado Macedonio (¿y a ese pa’ qué?, ¿pára nivelar una mesa?)-

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