Opinión

Un acuerdo entre economía de mercado y democracia

La intensidad de la vida política actualísima no debería hacernos olvidar de los problemas cruciales ni dejar de imaginar las soluciones que requerirá nuestro país al concluir el obradorismo. Al lado de la discusión de los “no precandidatos” se desarrolla una elaboración -esa sí, legal- sobre las políticas que sí pueden recomenzar una nueva etapa de cohesión y reconciliación social. El documento de Mexicolectivo (presentado ayer) contiene esta proposición: un nuevo acuerdo entre la economía de mercado y la democracia. Veamos.

Mexicolectivo

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Cuartoscuro

Partimos de esto: el trabajo es el sustento y la condición de existencia de la gran mayoría de la sociedad mexicana. El 61 por ciento de la población vive de las remuneraciones obtenidas gracias a su empleo. El 9 por ciento, vive de su trabajo independiente. Y otro 3 por ciento, se mantiene gracias a diversos tipos de ingresos provenientes del trabajo. A pesar de que el debate público y la atención gubernamental se han centrado en los “programas sociales”, solo el 16 por ciento de los mexicanos se sostiene de esas transferencias (INEGI, 2020). El hecho crucial es que alrededor de las tres cuartas partes del país obtiene sus ingresos vitales por su propio esfuerzo.

El trabajo es el sustento, el reconocimiento, vuelve útiles y en esa medida valoriza a las personas. Tanto por su significado como por su importancia material, el trabajo es (debiera ser) el tema central de nuestra sociedad, nuestra economía y también, de. nuestra política. El problema mayor consiste en que durante cuatro décadas, en México, los ingresos que provienen del trabajo no han sido vehículo para salir de la pobreza, para reducir la desigualdad ni para el ascenso social. La raíz de casi todos nuestros problemas principales, se encuentran en ese hecho que ha definido nuestra época.

Toda economía de mercado tiene como primera prueba de su funcionamiento, al empleo y a los ingresos. Las cifras y los datos, nos informan que, en el México del siglo XXI, no hemos tenido empleos para todos quienes lo solicitan, mucho del empleo creado es precario y los salarios y prestaciones no cubren los mínimos necesarios para que la mayoría de las personas tenga condiciones dignas de vida.

Si estamos de acuerdo con este diagnóstico (palmario, irrecusable) lo que corresponde es que nuestro país, por primera vez, se proponga objetivos precisos, mensurables, para el aumento de los salarios mínimos. El documento Mexicolectivo formula que el país pagará a sus trabajadores de la primera escala salarial lo suficiente para adquirir dos canastas alimentarias más servicios, calculadas por Coneval al terminar el siguiente sexenio. Esto implica, a precios de hoy, alcanzar un salario de 8 mil 610 pesos mensuales en el último año del siguiente sexenio. Se trata de un esfuerzo productivo, generalizado y paulatino. Las empresas mexicanas no trabajarán sobre la base de la pobreza laboral y por eso, a lo largo de seis años, cerrarán una brecha de 2 mil 388 pesos por trabajador, lo cual significa un aumento de 38 por ciento real sostenido hasta terminar el lustro.

En paralelo, se propone un nuevo tipo de acuerdo contractual. El compromiso empresarial de mantener un alza de 2 por ciento por encima de la inflación durante todos los años del siguiente sexenio. Los aumentos de la productividad serán destinados íntegramente a las utilidades y a las decisiones empresariales, en un nuevo modelo de prosperidad compartida (Rehn-Meidner). La mejor organización, la inversión y la capacitación continua serán la base de los aumentos de la productividad, no lo serán los salarios de hambre.

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El documento está todo a discusión, por supuesto, pero frente a la cháchara económica presidencial y el vacío programático que sufre nuestra conversación pública, propuestas como esta nos recuerda que si hay alternativa al populismo tanto como al neoliberalismo: socialdemocracia.