Opinión

América para los americanos

A inicios del año pasado, antes de la agresión militar de Rusia a Ucrania, el senador independiente Bernie Sanders, señalaba con vehemencia durante un debate legislativo que Putin es mentiroso y demagogo, pero que era una hipocresía que el gobierno estadounidense sostuviera que no aceptaba el concepto de esferas de influencia, cuando durante doscientos años su país se había guiado sobre el principio de que como potencia dominante en el hemisferio occidental, tenía el derecho de intervenir en cualquier país que pusiera en riesgo los intereses norteamericanos. Dijo que en ese largo periodo, con esa justificación fueron socavados y derrocados gobiernos de al menos una docena de países en la región latinoamericana y caribeña. El senador se refería a la doctrina Monroe.

Este año se cumple el segundo centenario de la proclamación de la doctrina Monroe de tan nefastas consecuencias en los países de nuestra región. El 2 de diciembre de 1823, el presidente James Monroe sostuvo que su país consideraría cualquier intento de otras naciones de extender su sistema a cualquier porción del denominado hemisferio occidental como una amenaza a la paz y la seguridad norteamericana.

Caricatura de 1896 en la que el Tío Sam impide el paso a los europeos a Latinoamérica

Caricatura de 1896 en la que el Tío Sam impide el paso a los europeos a Latinoamérica

Biblioteca del Congreso de EU

En su momento, el mandatario estadounidense no hizo sino formular un claro posicionamiento de política exterior referido a las potencias europeas del momento dadas sus ambiciones colonialistas, básicamente en el continente americano. Desde luego ello no impidió acciones como la ocupación militar de México por el imperio francés y designar a un emperador mexicano con el apoyo de los conservadores mexicanos, entre 1861 y 1867, entre otras.

En pleno siglo XX, la intriga, la desestabilización, los cambios de régimen y los golpes de Estado, la intervención de la CIA y de otras agencias de inteligencia, fueron variadas, pero ya no operadas contra las mismas potencias del siglo XIX. En Chile, en Guatemala, en Cuba y en República Dominicana, por mencionar solo unos cuantos casos, la guerra fría y el combate al comunismo sirvieron de bastión para ello. Al final siempre quedó claro que se trataba de América para los estadounidenses, sin importar si trataba o no de regímenes democráticos al tratarse de su esfera de influencia.

El historiador indígena Nick Estes, de la universidad de Minnesota, plantea que en 1823 de manera coincidente tanto en temporalidad como en sustancia con los preceptos enarbolados por el presidente Monroe, la Suprema Corte de Justicia adoptó una decisión que si bien estaba enfocada en un asunto del estado de Georgia, validó el principio de que Estados Unidos había heredado la doctrina del Descubrimiento, a fin de justificar la ideología expansionista de la joven nación estadounidense y asimilar a los indígenas de una manera supeditada.

Estes sostiene que los propios padres fundadores de la nación norteamericana, y más concretamente Alexander Hamilton, veían la necesidad de materializar una fórmula para contener la doble amenaza para la consolidación del país. Por un lado, la influencia europea, a quien en principio estaba dirigida la doctrina Monroe, y por el otro lado, la de las naciones indígenas en la frontera Oeste del país, para lo cual la doctrina del Descubrimiento jugó su papel.

Para el historiador indígena, ello se percibe incluso en la naturaleza de los tratados que Thomas Jefferson alentó a que dichas naciones originarias firmaran, evitando que pudieran suscribir convenios con las potencias europeas. Como se desprende de esa argumentación, se trata en esencia de los mismos principios de la doctrina Monroe. (“The Monroe Doctrine, Revisited: How 200 Years of US Policy, have helped to destabilize the Americas”, Democracy Now, 27abril2023)

Para la activista de Code Pink Medea Benjamin y co-autora del libro “War in Unkraine, making sense of a senseless conflict”, la política estadounidense debe actualizarse y reconocer que la región latinoamericana y caribeña no es su patio trasero. Para ello es necesario establecer una relación de iguales basada en el respecto mutuo y fundamentalmente enterrar la doctrina Monroe.

Por su parte, Juan Gonzalez, analista y conductor de Democracy Now, encuentra una relación casuística entre la actual crisis migratoria que enfrenta Estados Unidos con la historia de intervencionismo de doscientos años en la implementación de la doctrina Monroe en América Latina y el Caribe, toda vez que es en esa región en donde anidó y surgió el imperialismo norteamericano con todas sus contradicciones. Dice que el gobierno de su país debería reconocer que la realidad en la región ha cambiado sustancialmente y que los gobiernos ya no son subsirvientes del gobierno estadounidense como lo fueron en el pasado.

No deja de llamar la atención que estas voces críticas no provienen de ningún otro sitio que del interior de los círculos de opinión y pensamiento del país que, como dijera el legislador norteamericano señalado al inicio, no acepta el concepto de zonas de influencia.