Opinión

El avance de la medicina en el 2021 – Parte 1

Termina el año 2021 con una vorágine de información médica y científica relacionada con la pandemia de COVID. El mundo entero ha estado pendiente de lo que ha sucedido con la ciencia y la medicina en este año, en relación con el COVID. Nunca antes había habido una enfermedad que despertara tanto interés en todos los sectores de la población. Mucho se perdió durante esta pandemia, en particular vidas y comunicación social, persona a persona. Pero también hubo beneficiarios y si me dan a escoger uno, sin duda me quedo con la ciencia médica. Por primera vez en la historia, la humanidad entera fue testigo del poder que tiene la ciencia médica para identificar, analizar, estudiar, planear y diseñar terapéuticas, probarlas, demostrar su uso y ponerlas en las manos de la población. Esta es la primera pandemia de la historia que no hizo a la humanidad más creyente en el poder de lo sobrenatural, sino en el poder de la humanidad. De hecho, sin afán de crítica, pero me parece que mientras que el papel de la ciencia ha sido espectacular durante la pandemia, el de las iglesias ha dejado mucho que desear. Nunca escuché que las congregaciones religiosas se volcaran en apoyar a los hospitales públicos o privados, como lo hicieron decenas de organizaciones no gubernamentales, empresas y diversos organismos, así como el gobierno mismo.

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En el presente editorial que consta de dos partes, lo que quiero hacer es mostrar a los lectores que la medicina no dejó de avanzar en muchas otras áreas, a pesar de la pandemia. La investigación continuó en múltiples frentes y para mostrarlo tomaré ventaja de una colección de 14 artículos que fueron publicados durante el 2021 en el New England Journal of Medicine, que los editores de la revista escogieron como los que les parecen que son más relevantes al avance de la medicina, ya sea conceptual o en la práctica. La colección incluye ejemplos desde medicina traslacional de aspectos muy básicos, hasta observaciones epidemiológicas. Comentaré los que me parecen que podrían ser los de mayor interés para los lectores.

Dos de los artículos tienen que ver con la enfermedad crónica no transmisible más frecuente en el mundo y que representa el factor número 1 de muerte en adultos. Se trata de la hipertensión arterial. Uno de estos artículos, publicado en el número del 16 de septiembre, ya lo había yo comentado en este espacio (7 de septiembre 2021). Es un trabajo que se realizó en diversas provincias de China en las que pacientes con hipertensión (alrededor de 10 mil por grupo) fueron asignados al azar para consumir sal normal (cloruro de sodio) o, un substituto de sal que contenía 75% de sal normal y 25% de sal en base con potasio (cloruro de potasio), de manera tal que la cantidad consumida de sal era similar, pero variaba el contenido de potasio. El estudio demuestra que el consumo de potasio reduce la probabilidad de un infarto cerebral y de muerte por cualquier causa, sin que se observaran complicaciones graves por su consumo. Así, el consumo de potasio sirve para reducir la presión y sus consecuencias.

El otro trabajo relacionado con la hipertensión arterial fue publicado en septiembre 30 y se trata de un estudio para analizar si en pacientes mayores de 60 años con hipertensión es conveniente o no dar tratamiento intenso, como para bajar la presión sistólica por debajo de 130 mmHg o, con que sea por debajo de 150 está bien. Cada grupo contenía cerca de 5 mil pacientes. El estudio mostró que reducir la presión sistólica a 130 o menos redujo significativamente la frecuencia de eventos cardiovasculares, sin que se observara más frecuencia de complicaciones por el tratamiento, lo que sugiere que si es conveniente tratar de reducir la presión arterial por debajo de 130 mmHg.

Ya casi al final del año se publicaron los resultados del estudio del Molnupiravir para el tratamiento oral del COVID (Diciembre 16). Un fármaco diseñado por Merck y que comenté en este espacio el 4 de octubre. El ensayo clínico controlado con placebo fue doble ciego y mostró que el tratamiento oral, ambulatorio, con Molnupiravir en los primeros días del diagnóstico de COVID redujera en forma significativa la probabilidad de que el cuadro de COVID fuera grave, requiriera hospitalización o causara muerte.

Un cuarto trabajo, publicado en septiembre 30, tiene que ver con una de las dudas mayores que existen en la práctica de la psiquiatría. En los pacientes con depresión mayor que toman medicamentos antidepresivos por varios meses y que mejoran considerablemente, ¿es conveniente suspender ya los antidepresivos o no? Se trata de un estudio muy complejo hecho en la Gran Bretaña en que se estudiaron 478 adultos con depresión que llevaban cuando menos nueve meses tomando antidepresivos y que referían ya sentirse muy bien. Sin depresión. Se dividieron por azar en dos grupos: uno continuó con su tratamiento habitual y en el otro se descontinuaron los medicamentos, pero utilizando placebos idénticos, de tal forma que el estudio fue doble ciego. Ni los médicos tratantes, ni los pacientes sabían quien descontinuó o no el tratamiento. En las 52 semanas que duró el estudio se registró la frecuencia de recaída de la depresión, la cual, desafortunadamente fue significativamente mayor en el grupo que descontinuó la terapia. El resultado sugiere que descontinuar los medicamentos puede no estar indicado aunque el paciente ya se sienta muy bien.

El último estudio que comento en esta primera parte, publicado el 15 de julio, es un avance tecnológico impresionante en el que a un sujeto de 36 años con parálisis cuadripléjica e imposibilidad para articular palabras (anartria) le fue implantado un electrodo subdural en el lóbulo temporal del cerebro, conectado a una computadora que, después de varias sesiones de entrenamiento permitió decodificar lo que el paciente quiere decir, con una precisión aproximada del 75%. Si bien se trata de un solo caso, el avance tecnológico que esto significa es enorme y por supuesto, para alguien que no puede mover los brazos, ni puede hablar, hace una diferencia gigantesca.