Opinión

Bendita burocracia ¿Recuerdan que hay seres humanos dentro de los funcionarios?

¿Se puede disfrutar en una serie de gestiones administrativas y admirar a funcionarios y burócratas responsables? Es difícil vencer el prejuicio contra la burocracia en general y la más cercana a nosotros en particular. Difícil, pero no imposible. ¿Cuándo los funcionarios de dependencias del gobierno se ganaron la fama de despotismo y menosprecio hacia los contribuyentes? Los tristes recuerdos de un pasado remoto y otro más cercano se refieren a funcionarios venales, recaudadores implacables y autoridades desaprensivas que abusaban de los ciudadanos. En respuesta al abuso de las altas jerarquías de la burocracia, se encontraban subalternos rencorosos que desahogaban sus frustraciones dando maltrato a quienes acudían a cumplir requisitos o solicitar asistencia en sus proyectos, pero tampoco faltaron los funcionarios pacientes y amistosos, dispuestos a facilitar los trámites y superar las dificultades. En el pasado, como hoy, hubo individuos prepotentes y sin escrúpulos, y también algunos responsables y generosos. Los seres humanos somos capaces de egoísmo y avaricia, pero también de respeto y empatía. Un feliz recorrido por trámites en varias instancias de la administración local y federal me han hecho recordar algo que como historiadora conozco del pasado.

Foto: Especial

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Finalizaba el siglo XVIII y la Nueva España estrenaba novedades que enorgullecían a unos cuantos y asustaban a la mayoría. La modernidad requería cambios y el Estado necesitaba dinero. Aumentaba el número de los nuevos ricos propietarios y negociantes, los exitosos en el comercio de Ultramar y en las transacciones locales, los mineros agraciados con vetas prodigiosas y los grandes terratenientes que no alcanzaban a medir la extensión de sus latifundios. Los nobles de viejo linaje procuraban incorporarse a la corriente de enriquecimiento que creaba nueva nobleza. Frente a las grandes fortunas y los lucrativos negocios se encontraban las masas de modestos trabajadores y medianos propietarios. Las mismas diferencias podían darse en la burocracia. Se complicaba la administración y junto a los poderosos burócratas de ayer y de siempre, surgieron los modestos funcionarios a quienes correspondía mostrar la cara bondadosa de un gobierno que inventaba modos de mantener su dominio y cubrir sus deudas, preservando la imagen de justicia y equidad.

Recaudadores de tributo, administradores de rentas del gobierno y suspicaces agentes fiscales investigaban posibles escamoteos de lo que se consideraba propiedad real. Los representantes de la alta burocracia no habrían podido presentar cuentas totalmente limpias, pero su dignidad y prestigio los mantenían a salvo. El rey gozaba de la renta del tabaco, cuyos beneficios se multiplicaban paralelamente al número de fumadores en los dos continentes. Ya se habían dictado medidas para controlar la producción y la venta, sólo faltaba el último paso: la elaboración de los cigarros. Si ya funcionaba la fábrica de Sevilla, ¿por qué no instalar una en la Nueva España, donde existían cultivos y abundante producción de las hojas más preciadas?

En el año 1774 inició labores la Real Fábrica de puros y cigarros, en las casas habilitadas para ello en el barrio de Tepito de la ciudad de México. Era la primera gran fábrica en todo el virreinato, que se inició con más de 5,000 trabajadores y pocos años más tarde superaba los 7,000, de los que la mitad aproximadamente eran mujeres. Ellas habían participado en la manufactura durante décadas, desde sus hogares y, ya que se les prohibía hacerlo, ahora la fábrica requería trabajadoras capacitadas, de modo que casi todas las que se incorporaron tenían experiencia y habilidad. Por parte de los funcionarios que tuvieron a su cargo la tarea, no sólo se imponía rendir beneficios económicos, sino también mostrar la capacidad del gobierno de comportarse como bondadoso patrón. El administrador y sus colaboradores inmediatos eran burócratas que, por lo tanto, representaban al monarca. Y enfrentaban problemas nuevos a los que debían dar solución.

Algunos trabajadores caminaban largo rato para llegar puntualmente, otros, ancianos o aprendices, requerían ingresar más temprano o salir más tarde para completar sus tareas, así que el horario permitía cierta flexibilidad en el acceso, entre las 7:00 y las 8:30, y la salida, a las 4:00 con prórroga hasta las 4:30.

La novedad de contratar mujeres como empleadas con horario fijo acarreó otras dificultades, ya que nadie ponía en duda que ellas tenían obligaciones familiares insoslayables. Muchas de las trabajadoras llevaban consigo a sus hijos pequeños, incluso lactantes, y a sus hijas, niñas y adolescentes, ¿cómo podrían dejarlas sin compañía ni vigilancia en edad tan peligrosa, con riesgo para su honestidad y decoro? … El administrador transigió y entraron como acompañantes. Pero los pequeños alborotaban y entorpecían en el trabajo. Necesitaban un espacio aparte y una mujer, maestra o cuidadora, que los atendiera… y el administrador lo dispuso así. Algunas enfermaban y dejaban de ganar su sustento durante la enfermedad. Se requería un fondo de ayuda mutua que se costearía tomando una cantidad de su salario… y de nuevo se autorizó. La productividad tenía que ser compatible con el trato generoso y el respeto a los valores morales de la familia y el honor de los súbditos, cualquiera que fuera su condición. La burocracia no podía ser una máquina sin conciencia.

Han pasado años y siglos, las rutinas del trabajo han eludido considerar problemas personales, excepto cuando el gobierno puede ofrecer servicios de guardería para los pequeños y escuelas para los mayores. Hoy es común el trabajo femenino y existen horarios y reglas inflexibles. Gran parte del trabajo de los funcionarios consiste en resolver los problemas de los ciudadanos comunes, que llegan recelosos a las oficinas del gobierno esperando quizá un mal trato, que quizá no llegue. Cuando se trata de atender al público, puede encontrarse la actitud colaboradora de dar asesoría, atención, responsabilidad y prontitud. Ante el recuerdo reciente de una grata impresión, no dudo en dedicar estas líneas a los funcionarios amables y eficientes de las oficinas de SEMOVI en Gran Sur y del CURP en la calle Londres. Las difíciles circunstancias de estos daños de pandemia y las inevitables deficiencias de las instalaciones para afrontarlas se superan cada día y cada hora con el trabajo y la amabilidad de los funcionarios. GRACIAS por el esfuerzo con que resuelven nuestros problemas.