Opinión

Biden y la abuelita de Ovidio

“No vamos a estar en paz hasta que agarremos a ese hijo de la chingada”, me dijo en corto un alto mando del Ejército Mexicano refiriéndose a Ovidio Guzmán, uno de los hijos del Chapo.

Joe Biden y Ovidio Guzmán

Joe Biden y Ovidio Guzmán

Fotos EFE y Cuartoscuro

Y es que el operativo fallido del 2019, el primer Culiacanazo, ha sido el día más difícil para el instituto armado en lo que va de la administración López Obrador. Ese día todo salió mal, desde el diseño del operativo hasta las acciones de control de daños. Fue un tropiezo tras otro. Como la información original de la ubicación de Ovidio en Culiacán la dio una agencia norteamericana el tema se convirtió en un problema internacional y el Ejército tuvo que apechugar, estoico, todas las críticas e incluso burlas de sus colegas del otro lado del Río Bravo.

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Pero eso quedó atrás. El Ejército atrapó de nuevo a Ovidio y esta vez no lo dejará ir. Lo entregará pronto a las autoridades norteamericanos que lo quieren desde hace años. Nadie debe regatear un amplio reconocimiento al instituto armado, que cumplió con su deber. La colérica reacción de la fracción del Cartel de Sinaloa, que las autoridades llaman del Pacífico, que comandan los hijos del Chapo es un nuevo desafío no solo para los soldados sino para el Estado mexicano en su conjunto que no puede, bajo ninguna circunstancia, volver a recular.

Esa banda criminal puede atreverse a retar al Estado mexicano porque se ha fortalecido mucho desde que López Obrador llegó al poder. Ha podido crecer sin ser molestado. El resultado es que hoy tiene más dinero, más armas, más sicarios, muchos más policías comprados. La payasada esa de los “abrazos no balazos” le vino como anillo al dedo, hasta convertirlo en una banda criminal cínica.

Va un ejemplo irrebatible. No crea el lector que después del fallido operativo del 2029 Ovidio huyó el país y se fue a esconder en una cueva del otro lado del planeta, como dictaría el sentido común. Nada de eso, se quedó por ahí, quitado de la pena, atendiendo sus negocios. De vez en vez salían versiones de que lo vieron en una fiesta, en un antro, escuchando música grupera, acaso confiado en que había logrado intimidar al Ejército y que en todo caso su abuelita podía interceder por él ante el presidente porque se llevan de maravilla.

La abuelita de Ovidio es influyente, es cierto, pero no tanto como Joe Biden, ya quedó visto. Un día antes de la captura, el embajador Ken Salazar se reunió en Palacio Nacional con López Obrador. Algunos pueden considerar esa reunión una casualidad, en un ámbito donde, lo sabemos todos, no hay casualidades. La insufrible frase de “abrazos no balazos” ha sido sustituida por “cero impunidad” que por lo menos no apela al humor negro.

Vienen días difíciles. La bestia herida es peligrosa. Es momento de confiar en el Ejército, en su eficacia y su profesionalismo,para defender a México y los mexicanos sin incurrir en excesos contraproducentes. La gente de Ovidio no puede salirse con la suya. Ya lo hizo durante mucho tiempo. Llegó el momento de pararlos en seco. No digo que su captura resuelva todos los problemas de seguridad en Sinaloa, claro que no, pero es muy importante el mensaje enviado por Ejército: no hay en el país ningún grupo delincuencial que pueda retarlo y seguir como si nada.

En el 2019 la gente de los hijos del Chapo amenazó con matar a los familiares de los soldados destacados en Culiacán. Que nadie lo olvide. Pagarán ese atrevimiento en la cárcel.