Opinión

El Capital y el Bienestar

La lógica del capital es la rentabilidad económica, la del trabajo es el salario digno y la del Estado democrático y social de derecho es el bienestar de la ciudadanía y al que la mayoría social no accede sin del concurso de lo público. Por ello el Estado debe regular y redistribuir socialmente la renta, el ingreso generado en la economía, aplicando impuestos justos, equitativos y suficientes, por un lado, y dotando de servicios públicos e infraestructuras a la población, en especial provecho de los más débiles, por el otro.

Ahora bien, hay déficit creciente en las finanzas públicas españolas porque quienes deberían pagar su parte no lo hacen. El impuesto de sociedades recauda cada día menos, el ahorro financiero tributa a un costo más bajo que los salarios, el capital empresarial, en general, disfruta de exenciones fiscales de pago de todo tipo, y el financiero dispone de “guaridas fiscales” internacionales para evadir. Las grandes tecnológicas hacen ingeniería financiera para reducir resultados y colocar las ganancias residuales en donde más le conviene. A la riqueza patrimonial se la exime con el peregrino fundamento de haber tributado cuando se constituyó con los ahorros iniciales, como si ser rico fuera una condición que se adquiere de una vez y sin obligaciones solidarias posteriores. Elusión y fraude conforman la explicación del déficit público y la carencia de ingresos públicos ajustados al gasto necesario para la prestación de los servicios públicos.

El 78% de los impuestos en México vienen del ISR y del IVA. El primero lo pagan los trabajadores y el segundo, aun cuando son los que aplican al consumo de todos, afectan injustamente a los más vulnerables porque suponen una parte más que proporcional de sus ingresos. El sistema de recaudación en México cada vez avanza más de manera positiva, pero comparativamente con otros sistemas en otros países está muy por debajo si lo medimos en términos de presión global sobre el PIB.

CUARTOSCURO

CUARTOSCURO

Artemio Guerra

Lo más perverso es que sumas astronómicas de la deuda pública derivada de este sistema fiscal insuficiente están gestionadas, y en muchos casos son su propiedad, por fondos de inversión constituidos con la tesorería liberada, evadida y eludida a través de los mecanismos anteriormente explicados. Se están manifestando señales de que dinero en circulación emitido puede presionar a la demanda y a la subida de los precios y al tipo de intereses en el mercado financiero, en particular el de los bonos públicos. El temor a más déficit, en realidad, no es la deuda sino la cotización diaria de la misma que, ante una subida de tipos, bajará de precio la deuda previamente emitida, afectando el patrimonio de los fondos especulativos que operan en el mercado financiero.

El SAT debe diferenciar a los que han abusado en los sexenios anteriores, llámense privados como gobiernos y hace ver que los que, si pagamos fuera un delito, además de ser un dilema falso, porque la fiscalidad está en los presupuestos que se sancionan parlamentariamente y democráticamente, es un eslogan oportunista. Quienes lo proclaman no desprecian las subvenciones y las ayudas de Estado que han recibido.

El modo en que se producirá la recuperación económica es aún una incógnita, pero sin duda será con el concurso del Estado y con un estado del bienestar que la crisis pandémica ha revelado que es necesario fortalecer, no debilitar, con una fiscalidad justa, suficiente y progresiva.

Los que propugnan la bajada de impuestos no cuestionaron las ayudas recibidas, aunque sí reclaman el equilibrio de las cuentas públicas, asociando el problema del déficit al gasto y no a la insuficiencia de ingresos. La premisa es que “meter la mano” en las rentas de la economía atenta contra el crecimiento. Ya se ha repetido hasta la saciedad, y la experiencia en los últimos años, singularmente la de EEUU, ha sido compleja en ese sentido, que la bajada de impuestos nunca replica en crecimientos económicos, y menos aún, en posteriores aumentos de recaudación, como defienden los neoliberales. En momentos de crisis como el actual, el capital no se refugia en la producción y la inversión, sino en la especulación, como lo demuestra el desmesurado crecimiento del lucro financiero en detrimento de la economía real en el largo año de recorrido crítico de la pandemia. El ejemplo más patético de este panorama ha sido la bolsa de EEUU, la más poderosa del mundo, que ha tenido crecimientos, de algunos sus principales índices, por encima del 35% anual cuando el PIB real cayó en el entorno del 3,5% para ese mismo período de tiempo.