Opinión

Causalidad vs. creencia

La semana pasada comenté en redes sociales (@gerardo_gamba) un dato que es muy revelador sobre la nula evidencia de que las vacunas anti-COVID causen algún daño serio o la muerte, como varias personas antivacunas lo creen. El dato es que, en México, 81,224,807 de los 89,404,507 adultos mayores de 18 años (91 %) han recibido al menos una dosis de vacuna contra el COVID. La gran mayoría ha recibido dos y muchos tres o cuatro dosis. Sabemos que las vacunas tienen consecuencias no graves como dolor o hinchazón en el sitio de punción, cefalea y hasta fiebre durante un día, pero sin consecuencias que lamentar. También sabemos que un porcentaje muy bajo de jóvenes puede desarrollar miocarditis/pericarditis que, en casi todos los casos se resuelve sin consecuencias.

En los hospitales e Institutos no hemos visto ningún enfermo con una consecuencia grave por haber recibido la vacuna. Si como dicen quienes están en contra de las vacunas, éstas causaran daño en un porcentaje, digamos del 0.1% de quienes la reciben, eso significa que de 81,224,807 personas vacunadas, debería de haber 81,224 personas graves o muertas. La pregunta que hice entonces fue ¿en dónde están esos enfermos graves o muertos que en los hospitales no hemos visto? La respuesta es obvia: no existen. Ahora imaginemos el escenario mundial. De acuerdo con el reporte de la Universidad de Johns Hopkins, se han aplicado a la fecha 12,818,687,570 dosis de vacunas en el mundo, por lo que con el 0.1% debería de haber un poco más de doce millones de personas graves o muertas. Esto sería una catástrofe. Los hospitales estarían llenos y las funerarias no podrían con tanto trabajo. ¡Compraríamos féretros en Amazon!

Una enfermera prepara una dosis de la vacuna de Pfizer conta la covid-19

Una enfermera prepara una dosis de la vacuna de Pfizer conta la covid-19

EFE

Además de los videos que me envían las personas antivacunas de alguien en la televisión o internet con un micrófono diciendo que las vacunas son peligrosas, lo que para ellos aparentemente es una evidencia contundente, recibí una respuesta que vale la pena comentar, porque es muy reveladora sobre en donde está el problema.

Una persona me dijo: “Pues viera que yo si sé de varios infartos fulminantes en personas sanas y muertes a los dos meses de aplicarse la vacuna, así como cánceres agresivos y enfermedades autoinmunes”. El problema claramente está en el desconocimiento de cómo funciona la ciencia y, por lo tanto, se asume causalidad a la ligera, sin tener los elementos necesarios. Aparentemente para esta persona, lo que sea que le suceda al inmunizado, al menos en los siguientes dos meses, es culpa de la vacuna. Es similar a asumir que alguien se curó porque rezamos o, como en la antigüedad, que la lluvia era producto de la plegaria a una deidad o, que si me sucede algo a las horas o días de haber pasado por debajo de una escalera, fue por eso.

Los infartos no ocurren en personas sanas. Ocurren en personas con ateroesclerosis coronaria, que es una enfermedad crónica, cuya primera manifestación puede ser un infarto. Así mismo los cánceres. Si vacunamos a casi todos los adultos del país, seguro que veremos muchos infartos, cánceres, enfermedades autoinmunes, así como accidentes de tránsito, asesinatos, decepciones amorosas, divorcios, matrimonios y compra venta de inmuebles. Pero, no podemos asociarlos causalmente con las vacunas. Para hacerlo se requiere que ocurran significativamente más casos de los que eran esperables y eso, es lo que no ha ocurrido. La frecuencia de infartos y demás enfermedades en los vacunados y no vacunados es la misma.

Adjudicar causalidad entre dos eventos es uno de los elementos primordiales de la ciencia, es complejo de hacer y requiere de ciertos requisitos para ser verídico. 

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM