Opinión
¿Por qué cayó Silicon Valley Bank? Pregunten al zorro de Trump
Fran Ruiz

¿Por qué cayó Silicon Valley Bank? Pregunten al zorro de Trump

La caída de Silicon Valley Bank, que puso a temblar este lunes los mercados por temor a que estemos ante la repetición de otra crisis financiera como la de 2008, tiene un culpable y varios compinches: Donald Trump, los republicanos y los banqueros que alimentaron sus campañas para defiendan sus intereses.

Escarmentado por los estragos que causó la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, ocurrida el 15 de septiembre de 2008, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas subprime, el presidente Barack Obama —quien empezó su gobierno apenas dos meses después— impulsó en el Congreso una ley para frenar la especulación salvaje en la que había caído el sistema capitalista, que finalmente fue aprobada en 2010 y se conocería como la Ley Dodd-Frank.

Con la nueva ley —aprobada gracias a que tres senadores republicanos (sólo tres) se sumaron a la mayoría demócrata— se mejoró la rendición de cuentas y la transparencia de los bancos. Además, se eliminó la regla anterior que obligaba a rescatar un banco si, por su tamaño, ponía en riesgo a todo el sistema financiero.

La nueva ley regulatoria sirvió para proteger a los millones de consumidores y pequeños inversores de la tentación de poner sus ahorros en manos de banqueros que los usaban como si estuvieran apostando en un casino. La nueva normativa bajó el límite a 90 mil millones de dólares en depósitos para considerar que un banco era “demasiado grande para caer” (Too big to fail) y, por tanto, pasaban a estar vigilados de cerca por la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro.

Algunos banqueros que no querían ser vigilados se rebelaron contra estos candados financieros e hicieron todo lo posible por tumbar o debilitar la Ley Dodd-Frank, pese al riesgo de volver a caer en la economía especulativa. Uno de esos banqueros que querían seguir jugando al casino con el dinero de sus clientes era Greg Becker, consejero delegado de Silicon Valley Bank (SVB).

Greg Becker, consejero delegado del quebrado Silicon Valley Bank

Greg Becker, consejero delegado del quebrado Silicon Valley Bank

Bloomberg

Becker fue uno de los banqueros que hicieron lobby para convencer a los congresistas (a golpe de cheques) de que la Dodd-Frank era poco menos que una ley “socialista” y “antipatriota”, enemiga del libre mercado. Pero, con Obama en la Casa Blanca, poco se podía hacer, por lo que hubo que esperar un golpe de suerte que resultó providencial para los intereses de Becker: en noviembre de 2017, contra todo pronóstico, ganó las elecciones el republicano Donald Trump, un especialista en burlar el pago de impuestos de sus empresas y, para colmo, un magnate especializado en la contrucción y en casinos. En otras palabras, es como si los votantes estadounidenses fuesen gallinas y le hubiesen entregado la llave del gallinero a un zorro.

No llevaba ni cuatro meses como inquilino de la Casa Blanca y Trump ya había promulgado una ley que eximió a los bancos medianos y pequeños de cumplir las estrictas regulaciones y relajó las reglas que los grandes bancos tenían que seguir.

La Ley de Crecimiento Económico, Alivio Regulatorio y Protección al Consumidor, que el republicano promulgó en mayo de 2018, permitió a las entidades financieras con menos de 250,000 millones de dólares en activos evitar el monitoreo obligatorio de la Reserva Federal, dejando muy atrás el límite de 90,000 millones del gobierno de Obama.

Elevar el umbral de activos para las consideradas "instituciones financieras sistémicamente importantes" de 90 mil millones a 250 mil millones de dólares significó que Silicon Valley Bank, que finalizó 2022 con 209 mil millones en activos, ya no fue designado como una institución financiera sistemáticamente importante. Como tal, no estaba sujeta a las regulaciones más estrictas. De esta manera, el “zorro” de Trump había abierto la puerta del gallinero a otros “zorros” como él, entre ellos el dueño del SVB.

Sin la estricta vigilancia de la Reserva Federal y el Tesoro, el SVB pudo hacer captaciones más agresivas de clientes, ofreciendo altos intereses, muy atractivos en época de tranquilidad financiera, pero muy riesgoso en cuanto empieza a subir las tasas de interés, que es lo que lleva haciendo desde que empezó el año la Fed para corregir la tensión inflacionaria. 

Con el precio del dinero más caro, los clientes empezaron a sacar sus ahorros para invertirlos en otras opciones más rentables y el banco de Becker empezó a tener problemas de liquidez serios desde la semana pasada, cuando anunció una inesperada ampliación de capital, que lo único que sirvió fue para meter miedo a los clientes que empezaron a sacar el dinero de forma masiva, hasta que el viernes se declaró en impago.

En un intento de echar balones fuera y que nadie le culpe de haber propiciado esta crisis (de la que todavía no se sabe el final), Trump se apresuró a culpar a Biden de ser el responsable de lo ocurrido por permitir una subida brutal de las tasas de interés y poner en serios aprietos a los bancos medianos.

Sin embargo, además de negarse a asumir su culpa y de mentir infantilmente porque quien decide si suben las tasas de interés es el presidente de la Reserva Federal y no el presidente de la nación, la reacción de Biden parece estar siendo la acertada y ha sido garantizar a los clientes hasta el último centavo de sus cuentas bancarias, pero sacando el dinero del fondo anticrisis que crearon los propios bancos, y no del dinero del contribuyente, como hizo trágicamente el republicano George W. Bush en 2008, cuando rescató a los bancos, sacando de las arcas públicas 700 mil millones de dólares, que lo único que sirvió fue para sacrificar el crecimiento económico y arrojar al país a la hoguera de una profunda y larga recesión que contagió a todo el planeta.

A la espera de ver cómo evoluciona esta crisis, la primera enseñanza es que, si Biden logra evitar una crisis como la del 2008, los estadounidenses no se equivoquen en las urnas y sepan a quién deben elegir para que nunca más se cuele un zorro en el gallinero de las finanzas.