Opinión

Los Centauros

Los centauros son protagonistas de varios relatos de la mitología griega. Como grupo se les representa como una tribu violenta, incapaz de respetar las reglas de convivencia civilizada. Habitaban en cavernas, consumían la carne cruda y cuando bebían el vino sin rebajar perdían los estribos. A diferencia de los cíclopes que también eran huraños, atacaban a los seres humanos y vivían aislados de la civilización, los centauros solían asistir a reuniones sociales en las cuales generalmente salían de pleito. Estos seres insólitos, mitad hombre y mitad caballo, son creación exclusiva de los griegos, según el estudioso G.S. Kirk, y simbolizan la dualidad entre naturaleza y cultura, la contradicción entre lo salvaje y lo civilizado. Otras civilizaciones antiguas también recurrían a este tipo de seres mixtos para contarse algunos mitos. Los egipcios, por ejemplo, tenían entre sus figuras mitológicas a la Esfinge, con cabeza humana y cuerpo de león; Anubis, con cabeza de chacal; Horus, con cabeza de halcón. En la india los nagas tenían forma de serpiente, pero solían adquirir forma humana. Los propios griegos habían imaginado en sus relatos diversas figuras que combinaban el cuerpo humano con algún animal. Sin embargo, en ninguna de estas mezclas mitológicas está representada con tanta claridad el dilema y la dualidad entre naturaleza y cultura como en los centauros.

Los Centauros

Los Centauros

El más conocido de los relatos mitológicos en el que los centauros pierden la compostura es el que refiere la boda de Pirítoo e Hipodamía. La fiesta desbordó todas las expectativas con relación a la asistencia. Los anfitriones tuvieron que improvisar las cuevas adyacentes al banquete para acomodar a sus invitados. Los centauros, primos del novio, fueron ubicados en una de ellas, junto con algunos príncipes tesalios entre los que se encontraban Néstor y Ceneo. Todo iba de maravilla hasta que olieron el vino que se servía a los demás; dejaron los recipientes de leche agria que habían sido dispuestos para ellos y se abalanzaron sobre los odres repletos. Cuando la novia se acercó a la cueva para saludar a los invitados, los centauros estaban tan borrachos que uno de ellos, Euritión, al verla, saltó de su silla, derribó la mesa, se abalanzó sobre ella y se la llevó arrastrando de los cabellos. El resto del grupo imitó su conducta e intentó apoderarse por igual de hombres y mujeres jóvenes. Tuvo que llegar Teseo para poner orden. Con la ayuda del novio y los demás invitados lograron rescatar a Hipodamía, cortaron las orejas y la nariz de Euritión y, en una batalla que se extendió hasta la madrugada, finalmente vencieron a los atrabiliarios centauros. En la refriega el príncipe lapita Ceneo perdió la vida y ese incidente dio inicio a una larga rivalidad entre centauros y lapitas. (Tomado del trabajo de Robert Graves, Los mitos griegos).

En otra ocasión cuando Hércules estaba en busca del jabalí de Erimanto -el cuarto trabajo encargado por el rey Euristeo- el centauro Folo le dio albergue y ambos compartieron la mesa. “Hércules comió carne cocida y Folo carne cruda”. Cuando Hércules le pidió que compartiera el vino que se encontraba a la vista en un barril, el centauro lo dudó porque aquello pertenecía a todos sus compañeros. Las normas de la hospitalidad se impusieron y cuando ambos disfrutaban la bebida, el resto de los centauros, atraídos por el aroma, atacaron en tropel a Hércules. El héroe se defendió y logró ponerlos en fuga arrojando contra ellos sus flechas envenenadas y tizones encendidos.

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Este no fue el único enfrentamiento que Hércules tuvo con los indomables centauros. Mató a Euritión, el que inició el escándalo de la boda, cuando intentó robar a la hija del rey Dexámeno y también dio muerte a Neso, el centauro que quiso raptar a su propia esposa, Deyanira.

Como toda generalización tiene sus excepciones, entre los centauros también las había. Quirón y en menor medida Folo eran centauros que se alejaban del prototipo. Dentro de esta tribu semi salvaje que se hallaba completamente al margen de la justicia, anárquicos e incontrolados, siempre inclinados a conducirse como locos, se encontraba Quirón que era “sabio y amistoso con los humanos”, según Eurípides y “el centauro más justo” según Homero. Quirón “no es fiero ni de acciones imprevisibles, ni tampoco salvaje e incivilizado. Por el contrario, se trata del maestro amable y preparado por excelencia. Entre los alumnos que fueron a vivir y aprender con él, al monte Pelio, se encontraban Aquiles, Acteón, Asclepio y sus hijos, Jasón y Aristeo, el hijo de Apolo y la ninfa Cirene... Hércules, Dionisio Medeo, y Tiresias”, entre muchos otros. (G.S. Kirk). Quirón, dice Kirk, representa el extremo de la cultura, mientras que los centauros representan la naturaleza en sus formas más impredecibles y anticulturales.

Cultura y naturaleza, salvajismo y civilización son los elementos simbólicos que están presentes en la figura del centauro. En Quirón predomina la parte superior, la mitad humana y en el resto del grupo la parte inferior, la mitad animal. El héroe cultural, en este caso Hércules, no está exento de este dualismo. Si bien combate a la tribu antisocial, él mismo muestra características hostiles y violentas. Es glotón, impulsivo, impetuoso, iracundo y caprichoso. En este sentido comparte en alguna medida la contradicción centáuria. De hecho, en una acción descuidada Hércules hiere por error a Quirón -el representante de la cultura- causándole la muerte.

En la Grecia clásica se crearon instituciones para moderar el impulso irracional tanto de la tribu como el poder personal y discrecional del héroe y esa ha sido una tensión que sigue presente en la sociedad actual. La autoridad del líder y los deseos de las tribus se debaten a diario con las normas, las reglas y las instituciones a las que se deben someter. El héroe cree poseer una autoridad moral superior para colocarse por encima de lo que lo regula y renuncia a la autocontención. No pocos grupos de personas son condescendientes con esa conducta. Instituciones o discrecionalidad, ese es el dilema.