Opinión

Crónicas trasatlánticas de Luis de Llano Macedo

Hoy cambio de tema, hoy no trataré a la Cuatroté y sus desfiguros, lo cual pudiera convertirse en un buen título. Abordaré, en cambio, un libro de reciente d publicación : Crónicas trasatlánticas de Luis de Llano Macedo, coeditado por la BUAP y ediciones del lirio, 2021. La historia es muchas historias que se llevan de la mano. El hijo de un exiliado español, como lo fue Luis de Llano Palmer, y de una bella e inteligente actriz mexicana, Rita Macedo, dilucida lo que para él significaron ambas culturas, se centra en la figura del padre, motivo ancestralmente literario, y nos muestra cómo nació la televisión en México a finales de 1950. Se refiere a su madre con admiración, sin penetrar en la vida de ella y de su abuela, Julia Guzmán, escritora y feminista en los años en que casi nadie lo era en México, da un paseo por de los años cincuenta, sesenta, setenta y un poco más, mediante una entrevista al periodista y socialité Ramón Florez, muestra, a través de la pluma de su hermana Julissa, su vida de niña con sus abuelos paternos, su cercanía con la cultura española; recorre el mundo de los cafés clásicos a donde asistían los exiliados, los que eran escritores, los maestros y tododios de aquel mundo en el que la II República en España y los republicanos pelearon, quizá, en la última guerra romántica del siglo XX y la perdieron.

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La intención de Luis de Llano Macedo fue crear muchos de sus capítulos como guiones televisivos. En uno aparezco yo narrando algunos pasajes de mi novela Ya sabes mi paradero, durante la estrepitosa salida de la España franquista para los que lograron huir del monstruo fascista. Los “rojos” o republicanos que se quedaron en España sufrieron cárcel, tortura y muerte. En Francia algunos tuvieron la suerte de pasar inadvertidos e, incluso, de obtener trabajo, como mi padre que había nacido en África francesa y, por lo tanto, era ciudadano francés, pero muchos fueron destinados a campos de concentración, donde no pocos murieron.

Luis de Llano Palmer pudo alcanzar a sus padres y a su hermano Paco en el hotel Provence de Cannes. De ahí, viajó solo a Estados Unidos, donde bajó de un barco en Alabama con un dólar en la bolsa, conoció a un andaluz que le boleó los zapatos y lo llevó a un Casino de españoles, en el que recibieron a de Llano Palmer con honores. Entre todos juntaron dinero y le pagaron un viaje a México, lugar en el que vivía un tío suyo, casado nada menos y nada más que con Esperanza Iris.

El relato resulta fascinante. Luis de Llano Macedo entrevistó y grabó las andanzas de su padre durante varios años, en los que desayunaron juntos.

En México, el hombre que pondría en funciones a la televisión, descubrió que su tío había muerto. Entonces, después de entrevistarse con Esperanza Iris, su tía política, tuvo que pelear como el capitán de una brigada de republicanos que había sido, para que no lo mataran, porque de pronto era heredero del teatro Esperanza Íris.

Especial

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Abogado recibido en España, de Llano Palmer se empleó en una funeraria y luego en la radio. Eso le permitió traer a su familia a México.

Los episodios en la vida de juventud de don Luis de Llano son de película. Entonces México montaba la cola del cardenismo y, luego, de la presidencia de Ávíla Camacho.

En la radio conoció a Emilio Azcárraga Vidaurreta, se enamoró de Rita Macedo, cuando todavía se llamaba Conchita Macedo, nacieron sus hijos Julissa y Luis, se divorció, porque el joven abogado, capitán republicano español y hombre del futuro en cuanto a las posibilidades de la comunicación radiofónica y luego televisiva, era un conservador en lo personal, mientras su mujer quería, a toda costa, ser estrella de cine.

Se le presentó una oportunidad para trabajar en Nueva York, donde aprendió inglés, se prendó de la comedia musical y trabajó en la NBC. Cenaba con Emilio Azcárraga de vez en cuando, en el elegante hotel Waldorf Astoria . Viajaba a México cada dos meses para ver a sus padres, a Paco, su hermano, y, de manera especial, a Julissa y a Luis.

Azcárraga le consiguió en Nueva York un pase para que viera cómo se hacía televisión, hasta que se lo trajo a México para que comenzará a operar programas televisivos. Con gran talento, de Llano Palmer lo hace. La televisión en México es su creación, la que él decía que debía mediar entre la cultura, la información y el entretenimiento.

Tiempo después se creará la fusión de dos televisoras, el dos y el cinco de González Camarena y nace Telesistema Mexicano, de donde Llano Palmer fungió como director de programación y producción.

Lo que sigue es historia. Luis de Llano se casó con la actriz española María Rivas, a quien mis padres habían ahijado con enorme cariño. Su hijo Mario es adoptado por Luis y nacen Isabel y Miguel.

Una parte de mi infancia y mi adolescencia se encuentra estrechamente ligada a los de Llano y a la bellísima María Rivas. A los 10 u 11 años decidí que quería ser Sor Juana y el primer paso fue que me bautizarán. Luis y María fueron mis padrinos. Mi madre, que era creyente, se puso feliz. Papá, ateo y comecuras, me dijo cuando lo invité a mi ceremonia católica, “haz lo que te dé la gana. Yo no voy”. Unos años después, mi hermana Pepita contrajo nupcias en la casa de los de Llano-Rivas y mi padre no asistió. Magistrado de la Suprema Corte de Justicia en la España del presidente Negrín, no concebía que su hija Pepita, la niña de sus ojos, se casara con un no-universitario.

Una parte teatral y verídica de Crónicas Trasatlánticas ocurre, cuando ya viudo, el general Francisco de Llano y de la Encomienda se levanta al alba, vestido con el uniforma militar republicano, cargado con todas sus insignias y le pide a su hijo Luis de Llano Palmer que lo lleve al hospital porque ese día morirá. En efecto, ese mismo día, el general, en aparente estado saludable, abandona el planeta.

También narra Luis de Llano Macedo cuando Rita Macedo, su madre, llegó a su oficina de Televisa a despedirse de él. Vencida por la depresión y acaso por un cáncer, Rita, pocas horas después, se suicida dentro de su coche, frente a su casa en San Ángel. Mi marido, mi hijo y yo vivimos varios años en esa casa en cuya entrada la gran Rita Macedo abandonó el mundo. Una decisión filosófica y respetable y así lo entendieron sus hijos.

México, el exilio español, la historia de la televisión y su creador, con el apoyo de Emilio Azcárraga Vidaurreta se registran en este gran libro, Crónicas trasatlánticas, de Luis de Llano Macedo. Ojalá lo lean. No se arrepentirán.