Opinión

Cuestionario de la perplejidad. II

Tantas acciones u omisiones me dejan perpleja, que no alcanzo a comprender cómo se constituye este mundo en el que vivimos hoy, y no es que antes haya sido mejor, de ninguna manera. Me decía ayer un amigo médico, que en el hospital psiquiátrico del Estado donde trabaja, últimamente le exigen de más a todo el personal hospitalario: más pacientes, menos doctores y menos enfermeros y enfermeras. El presupuesto ha disminuido considerablemente. Trabajan todos sin parar. ¡ Ah, la austeridad cuatroteísta! Los psiquiatras comienzan a creer que su disciplina no es bien vista por la Secretaría de Salud. Y si en el país escasean medicinas de todo tipo, qué le va a importar a la Cuarta Transformación los problemas mentales de la gente, que son muchos y de todo tipo: unos agudos y otros requieren de ayuda y tiempo para construir una identidad, un género o deconstruir fobias, neurosis, obsesiones enfermas, entre otros malestares o problemas que dificultan más el trasiego constante que acompaña la vida.

El recorte económico de entidades estatales suena más a neoliberalismo que a ansias transformadoras. Las mujeres han sido especialmente afectadas ya lo sabemos: no hay dinero para estancias infantiles, ni para escuelas de tiempo completo ni cuidados para las que reciben maltrato de sus parejas. El 8M asustó a la autoridades, y un día antes de las manifestación, tanto el señor presidente como el secretario de gobierno capitalino quisieron infundir miedo al advertir de las bombas molotov y otro tipo de armas, que algunos grupos feministas se habían procurado. Aquí surge una perplejidad que comparto con varias mujeres y hombres: ¿cómo son capaces de asustar, cuando las mujeres, cuyas hijas, hermanas o amigas han desaparecido, han sido asesinadas por sus parejas necesitan gritar NI UNA MÁS?

Hoy, concepciones de los feminismos que existen aterrizan en lo más elemental: NO NOS MATEN POR SER MUJERES. ¡Qué perplejidad y qué horror!

Leo, junto con mis alumnos de Filosofía y Letras, una novela de Kyra Galván sobre la Malinche, personaje que reverbera en la historia de México desde el siglo XVI. La novela se titula La visión de Malintzin y está editada por Ediciones B. Tanto Malintzin como Hernán Cortés me resultan personajes sumamente atractivos. Sí, ya sé que Cortés es el malo de la historia mexicana, el brutal conquistador que, junto con la participación de los tlaxcaltecas, terminó con el imperio mexica. López Obrador ha solicitado la disculpa pública e histórica del gobierno español actual por la conquista de los territorios que dominaban los mexicas. Los españoles, calladitos. ¿Por qué demonios darían una justificación o harían un acto de contrición por lo ocurrido hace cinco siglos? En fin, es otra cuestión que llama a mi perplejidad. Pero vuelvo a La visión de Malintzin. De acuerdo con Kyra Galván y, seguramente, con las investigaciones que siguió para escribir su libro, Hernán Cortés ahorcó a su esposa, después de una magna fiesta en honor a ella. Habrá muchas historias como ésa. Los hombres han sido por siglos dueños de las mujeres y han dispuesto de las suyas hasta para matarlas. En la segunda década del siglo XXI todavía sucede.

En la entrega pasada, sugerí que el Me too me daba, acaso, cierto resquemor y es que supongo que, como en todo, puede haber vendettas. Sin embargo, después de pensarlo mucho, comprendo ahora esa forma de necesaria denuncia, de poder decir lo que no se ha dicho, de liberarse de maniobras del poderoso universo falocentrista. En mi caso, no tengo mucho qué contar. Hace muchísimos años, cuando yo tenía 20, comencé a escribir para una revista, que no viene al caso decir su nombre. El dueño y director, que me parecía un reverendo anciano, seguramente no lo era, un día recibió mi colaboración y quiso besarme en la boca. No lo dejé. Acto seguido quiso regalarme ropa que llevaba en una bolsa. Mi padre acababa de morir y, no lo dudo, pensó que mi mamá y yo habíamos quedado muy mal de dinero. No era así, porque mi madre era un genio del ahorro y muy hábil administradora. No le acepté al director sus regalos y nunca más regresé a las oficinas de la revista ni volví a colaborar con mis articulillos de principiante, de escritora en ciernes o qué se yo. Punto. No recuerdo ningún otro “avance” masculino sobre mi persona, pero si lo hubo, supe salirme airosamente por la tangente. Nadie me enseñó a actuar así. Era un código femenino no escrito que las mujeres conocíamos. Desde luego yo fui afortunada.. No he sido nunca víctima de acoso, salvo cuando estaba embarazada de mi hijo y en el aparato telefónico de mensajes de mediados de los años ochenta, una voz masculina grababa recados impúdicos hacia mi persona. Fue muy desagradable y mi marido terminó por desconectar el adminículo. Si eso me alteraba, imagino lo que puede ser un abuso constante o una violación. La verdad no suponerlo.

El poder patriarcal y el sometimiento femenino ha representado una constante en la Historia. La escritora española Anna Caballé, en su Breve historia de la misoginia, España, Planeta:2019 narra cómo , a los once años de edad, se confesó con una cura que no era su habitual confesor del colegio. El sacerdote la entretuvo mucho rato, porque trató de que la niña desembuchara si sus compañeras de estudio o ella misma se “tocaban” en los lavabos. La niña que era Caballé no entendió nada y sólo se culpaba de la mala relación que experimentaba con su hermana. ¡Qué siniestra la Iglesia Católica! En la gran novela La regenta de Leopoldo Alas Clarín, publicada en España en 1884, la protagonista Ana Ozores, esposa del regente de la audencia, a quien le une amistad y cariño, pero no amor, vive abrumada por la soledad y el aburrimiento y padece de raptos románticos. Su ambicioso confesor, Fermín de Pas, que se ha enamorado de ella, la induce con gran labia hacia el adulterio. Ella se prenda, sin embargo, de don Álvaro Mesía, un mediocre playboy de la época. Al final no prospera su encuentro anhelado con don Álvaro, pero toda la ciudad, Vetusta, se entera del rendevous de Álvaro y Ana y ella queda con una estocada de humillación.

Existen muchos más ejemplos en la literatura acerca del imperio de los hombres sobre las mujeres. Lo relevante hoy es que esa potestad se revierta en una sociedad igualitaria y equitativa, muy lejana del feminicio. En estos momentos, me solidarizo con todas las mujeres víctimas del abuso, de la violación, del sometimiento amordazado.

Marcha del 8M

Marcha del 8M

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