Opinión

El culto a los muertos

Conmemoración a los muertos. En muchas casas y cementerios se asignan espacios en los que los deudos colocan flores, figuras de papel picado, calaveras de azúcar, veladoras, agua, sal, pan, frutas, bebidas, comida preparada y artículos que eran del agrado del difunto. Se colocan sus fotografías para indicar que esa ofrenda está hecha en su honor. El diseño de cada altar de muertos depende de la creatividad y los recursos de que disponen los que lo elaboran. Se tiene la creencia de que la ofrenda es apreciada por el ancestro, quién regresa agradecido a degustar y convivir con sus parientes vivos. En México es una festividad con alcance nacional, pero la intensidad, la forma y el colorido de esta tradición varía entre las diferentes regiones y pueblos. En muchos cementerios las familias se reúnen en un ambiente festivo a comer en torno a las tumbas. Año tras año el pueblo de Mixquic, Pátzcuaro, Santa María Atzompa y la ciudad de Oaxaca, Tehuetlán y Xochimilco, son lugares en los cuales los festejos se realizan con mayor devoción, folclore y son los que atraen los reflectores mediáticos.

Día de Muertos

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Cuartoscuro

Existen localidades en dónde los habitantes desentierran los huesos con el fin de limpiarlos y ponerlos presentables para el día de las festividades. Tal es el caso del pueblo maya de Pomuch, en el estado de Campeche, y en algunos otros pueblos de Chiapas y Yucatán.

Desde el año 2008 la tradición de festejar a los muertos en el país quedó inscrita en el registro de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El culto a los muertos es seguramente tan antiguo como la propia existencia de nuestra especie. Los descubrimientos de las sepulturas más antiguas nos enseñan que los rituales de enterramiento tienen su origen desde la época de los neandertales. Joseph Campbell escribe, en el tomo dedicado a la mitología antigua de su importante obra Las Máscaras de Dios, que en el sur de Francia, en diferentes cavernas de la Dordoña (La Ferrassie, Le Moustier y en La Chapelle-aux-Saints) se exhumaron restos de individuos neandertales de diferentes edades que habían sido objeto de enterramientos ceremoniales, colocados en posición y orientación determinadas, acompañados de ofrendas de cosas y animales.

El culto a los muertos tiene su origen en la creencia de que la vida no se acaba con la muerte del cuerpo y que el alma que anima a los seres vivos persiste de alguna manera y en algún lugar más allá de la existencia física. Que en la muerte o inclusive durante el sueño, el alma se escapa, pero ésta puede regresar si se practican adecuadamente el culto y el ritual. James G. Frazer en su estudio sobre la magia y la religión titulado La rama dorada, nos explica la lógica del pensamiento primitivo al respecto. El salvaje, dice Frazer, piensa que si un ser vivo se mueve es porque tiene algo adentro que lo anima y eso es precisamente el alma. “Y como la actividad de un animal u hombre se explica por la presencia del alma, así la quietud del sueño o de la muerte se explican por su ausencia, temporal en el caso del sueño o <> y permanente en la muerte. Por esto, si la muerte es la ausencia permanente del alma, el procedimiento para guardarse de ella será impedir que el alma salga del cuerpo, o bien, si ha salido, asegurar su regreso”

Fustel de Coulanges explica que, en las antiguas culturas (helena, latina, aria, etrusca, sabina) se creía que después de la muerte el alma permanecía cerca de los vivos y continuaba viviendo bajo la tierra. “También se creyó durante mucho tiempo que en esta segunda existencia el alma permanecía asociada al cuerpo. Nacida con él, la muerte no los separaba y con él se encerraba en la tumba”. Esta creencia primitiva, dice Coulanges, fue anterior a la invención mitológica del Tártaro o de los Campos Elíseos; diferente a la idea de la transmigración de las almas a otros seres vivos -metempsicosis- que se instaló en la cultura de la India en una etapa posterior a los Vedas; o de la creencia posterior en occidente de que el alma viajaba al cielo.

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Estas creencias dieron lugar, en la vida práctica, a una serie de reglas de comportamiento humano que normaban los ritos de enterramiento y la satisfacción de las necesidades de los muertos. Construirles las tumbas como altares, llevarles alimento y bebida, hacer sacrificios y ofrendas eran obligaciones religiosas de los vivos. El alma de un muerto que no recibía adecuado enterramiento o que no era atendida con ofrendas y alimento estaba insatisfecha y podría obrar en contra de los familiares obligados al cumplimiento del ritual. Los Lares, Manes o Genios -nombres que daban a las almas- inconformes podían estar vagando en busca de venganza.

En la literatura clásica y en algunos relatos mitológicos griegos abundan los motivos relacionados con el culto a los muertos. El autor de La ciudad antigua nos ofrece profusamente al pie de página muchos pasajes. <>. <>. <>. << ¡Oh!, padre mío, -dice Orestes- si vivo, recibirás ricos banquetes, pero si muero, no tendrás tu parte en las comidas humeantes de que los muertos se nutren>>. <>.

El culto a los muertos se fue transformando con el tiempo por la influencia de nuevas religiones y los cambios ocurridos en el conocimiento científico lo colocan como una actividad arcaica que, sin embargo, ha prevalecido arraigado en el folclor, cultura y tradición de algunas sociedades.

En subsecuentes entregas seguiré abordando el tema.