Opinión

La cultura y la IX Cumbre de Líderes de América del Norte

Una vez que se ha reactivado el encuentro entre los jefes de Estado de América del Norte, junto con los temas previsibles que se abordarán relacionados a la migración centroamericana y mexicana, la seguridad fronteriza, el narcotráfico, la pandemia, el tráfico de armas, el comercio trilateral, o la protección de los trabajadores migrantes mexicanos, aparece otro tema al que se le ha prestado menos atención pero que no es menos relevante: la deseable integración cultural de la región.

United States government official

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La creciente integración económica y comercial de México, Estados Unidos y Canadá, en el marco del TMEC, es un instrumento que permite a su vez la construcción de un nuevo horizonte de identidad común para la región Norteamericana a partir del reconocimiento de su diversidad lingüística, étnica y cultural.

Hay una historia en común, un pasado entretejido y mutuamente condicionado entre México, Estados Unidos y Canadá, que nos permitirían construir políticas culturales trilaterales para la integración de algo a lo que podríamos empezar a llamar como el Espacio Cultural Norteamericano. De enorme complejidad y profundas asimetrías, sin duda, pero de un enorme potencial en su diversidad, en sus vasos comunicantes, en su contribución al desarrollo económico de la región, y en la proyección hacia el exterior de una nueva identidad regional con la que en México no terminamos de identificarnos del todo: somos latinoamericanos, o iberoamericanos, de la misma manera que somos parte de Norteamérica.

Imagino entonces al Espacio Cultural Norteamericano como la columna vertebral de una nueva diplomacia cultural trilateral –con proyectos comunes entre México, Estados Unidos y Canadá- proyectada hacia el resto del mundo: una región enriquecida en el presente y en el futuro por sus mutuas interdependencias históricas y las aportaciones de sus comunidades creativas. Un nuevo territorio incluyente para desandar los viejos caminos de la intolerancia y la mutua incomprensión.

Para ello, es necesario revisar de nuevo lo acordado en el marco del TMEC y las lecciones que nos dejó el TLC. A nivel global internacional hay repunte expansivo y sin precedentes de la circulación, comercialización y consumo de contenidos y bienes culturales digitales, que México, Estados Unidos y Canadá deben de tomar en cuenta al momento de pensar el papel relevante de estos productos culturales desmaterializados en la integración comercial del bloque norteamericano, a partir del diseño de políticas y legislación en esta materia que favorezcan a los tres países.

Es de particular relevancia revisar en la etapa temprana de implementación del TMEC el artículo 19 que prohíbe la imposición de derechos aduanales a la transmisión de cualquier contenido cultural por vía electrónica. Éstos comprenden todos los programas de cómputo, texto, video, audio e imagen producidos para efectos de venta comercial o de distribución, un aspecto muy sensible que podría desfavorecer a los sectores mexicanos y canadienses menos desarrollados en este ámbito., toda vez que ninguna de las partes puede imponer cuotas arancelarias o cualquier otro cargo a la importación o exportación de productos digitales transmitidos en forma electrónica.

EL TMEC incluyó en su artículo 32 un régimen específico de excepción cultural para Canadá, que protege a sus industrias editorial, audiovisual, musical, de telecomunicaciones, de televisión abierta y por cable, de programación satelital y de servicios culturales a través de la red. México deberá encontrar en el proceso de implementación del TMEC los mecanismos previstos para ejercer el derecho de retorsión (esto es, medidas de reclamación y compensación) en caso de afectación de los intereses de cualquiera de las partes a consecuencia de la aplicación del artículo 19 y otros artículos del acuerdo con un impacto directo o indirecto en el desarrollo de sus sectores creativos y culturales, amparados en el marco de los derechos de propiedad intelectual sancionados por otros organismos multilaterales como la OMPI, la OMC o la UNESCO. En otras palabras, Canadá se defendió mejor que México para proteger a sus industrias creativas en el marco del TMEC, y esto es algo que debemos revisar en los próximos años.

El derecho de adoptar e implementar medidas que reviertan o mitiguen las posibles afectaciones a los sectores culturales de los tres países como resultado de la instrumentación del TMEC en los próximos años, constituye uno de los aspectos centrales del dialogo trilateral hacia la construcción del Espacio Cultural Norteamericano.

México, Estados Unidos y Canadá otorgan un papel de la mayor relevancia al comercio de sus bienes y servicios culturales como un aspecto esencial de su crecimiento económico. Los tres países consideran estratégico el acceso de sus productos a los mercados internacionales de bienes culturales a través de los mecanismos de negociación comercial internacional contemplados tanto en el TMEC como en otros instrumentos internacionales vigentes.

Hace 60 años, al cumplirse medio siglo de la Revolución Mexicana, el joven diplomático e internacionalista Jorge Castañeda escribió a propósito de nuestra política exterior : “el punto que ha alcanzado México en su evolución interna exige una mayor actividad internacional e impone nuevas modalidades de actuación. (…) México ha sido un país de escasas ventanas abiertas al exterior”.

Dos décadas antes de ocupar la titularidad de la SRE en 1979, Castañeda cuestionaba en 1960 los alcances de la visión latinoamericanista de nuestra política exterior: “el panamericanismo no ha probado ser el marco institucional adecuado para estimular la indispensable integración política y económica de los países latinoamericanos entre sí. Nuestros intereses comunes, sobre todo económicos, son a menudo opuestos a los de Estados Unidos”. Es tiempo de reconsiderar sus reflexiones. Es tiempo de crear una nueva narrativa para explicarnos como parte de un espacio ampliado de identidades colectivas e intereses comunes al que llamamos Norteamérica.