Opinión

No a los deseos de la víctima; una lectura a la Netflix serie El caso Cassez-Vallarta: una novela criminal

Netflix había tenido una experiencia previa en este tipo de documentales: el imperdible 1994, Poder, Rebeldía y Crimen en México, de Diego Osorno

Foto: Especial

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A lo largo de cinco capítulos de buena factura y de una revisión del caso Florence Cassez, ya con distancia temporal adecuada de por medio, el escritor Jorge Volpi, el productor Pablo Cruz y el guionista Alejandro Gerber traen a la pantalla chica un documental que es testimonio histórico valioso y a la vez de entretenimiento válido.

Como ocurre en muchas obras literarias, no hay una lección edificante al final de la trama (esto no es Hollywood por fortuna), sino preguntas que se forman en la cabeza del espectador y que se vincula con lo narrado en el recuerdo de su propio comportamiento.

Muchos sentirán que se ruborizan al recordar el fervor patrio que los invadió en los años en los que se desató el caso de la francesa; la ambigüedad con la que se juzgó el montaje policial ante el odio de los secuestradores cortadedos.

Para otros espectadores, mucho más jóvenes, incapaces de generar esos recuerdos de su propio accionar, la distancia con lo sucedido puede ser mayor, pero el impacto ante enredos promovidos por personajes que sí conocen en la actualidad, les abrirá igualmente un boquete de dudas sobre lo que hoy pasa en su pobre y descastado país.

Felipe Calderón no se robó una elección, la ganó quizás sin finura con aquel “López Obrador, un peligro para México” que le manufacturó el finado Juan Camilo Mouriño; pero lo que es un hecho es que tuvo señales claras de que Genaro García Luna y su equipo combinaban apuestas policiales de avanzada, de primer mundo, con una terquedad que los acercaba (y finalmente los llevó) a las mazmorras de tortura para tratar de salvar el naufragio que fue la investigación en torno a la llamada banda de secuestradores Los Zodiaco.

Allí, en El caso Cassez-Vallarta: una novela criminal, están de cuerpo completo los personajes que esperan una valoración detenida de su accionar en ese tiempo, lejos del ring de eslóganes idiotas al que prefieren asistir para confrontar a sus detractores.

En El caso Cassez-Vallarta hay lecturas y relecturas de lo que ha sido el México posterior a la era priista de 70 años, de la torpeza con la que se tomaron decisiones que sólo boicotearon la impartición de justicia.

Ver El caso Cassez-Vallarta: una novela criminal es, por tanto, más que recomendable y, con la intención de no detallar el contenido y tornarlo menos grato al espectador (espoilearles la serie, que se dice ahora), es oportuno fijar la mirada en un aspecto colateral en la trama, pero con implicaciones relevantes. El papel de las víctimas a lo largo de la narración hace patente lo riesgoso de que, más allá de la reparación del daño (y en casos de asesinato y secuestro esto nunca se dará cabalmente), la autoridad alimente su ineficacia con el ánimo de revancha de quienes cayeron en manos de delincuentes crueles.

Nunca, pero nunca habrá algo que invalide o haga menos importante el sufrimiento de alguien que fue secuestrado o debió ver secuestrado a un familiar. Pero una forma de abusar de su dolor es convertirlo en un poderoso motor para la ineficacia de las autoridades. Y eso es lo que los policías, el MP pseudo ONG, particularmente la de Isabel Miranda de Wallace hicieron para que los testigos cambiaran su versión de los hechos y trataran de respaldar el montaje del operativo de captura, las detenciones ilegales y la tortura que sufrieron muchos para que declararan aquello que faltaba en el expediente.

La atención legal de la víctima es indispensable, pero no de esta manera abriendo la puerta e induciéndoles a pasar al terreno de la ilegalidad.

Los secuestrados, inconscientes y ciegos ante la destrucción de su vida y las de sus seres queridos, se sumaron a la barbarie y encontraron en la pereza del policía de investigación su ruta de escape de la frustración y un camino a sentir que respondían el golpe. La barbarie, campeó y se impuso en todos los terrenos; la justicia, esa simple y llana que allana el camino al futuro dejó de existir.