Opinión

La desperdiciada torre de PISA

Empezaré como se debe: criticando la prueba PISA. No diré que es neoliberal, pero sí que se trata de una batería de exámenes estandarizados, imperfectos y que no toman en cuenta las diferencias culturales entre estudiantes de diferentes países. Agregaré otra cosa: estas pruebas no miden cuestiones como la capacidad de improvisación o de creatividad de los estudiantes; están diseñadas para medir su capacidad para obtener trabajos productivos en el futuro.

Educación en México

Educación en México

Cuartoscuro

En otras palabras, la prueba PISA tiene un objetivo claro, relacionado con la empleabilidad futura de los educandos. No es una prueba de educación, en sí misma. Por lo mismo, se enfoca en las áreas que más importan a la mayoría de los empleadores, sean públicos o privados.

Dicho esto, la forma de presentar los resultados tiene lo que, a mi juicio, es otro error. Al generar una suerte de tabla de posiciones por país, hacen que los resultados de la prueba pasen como una competencia entre naciones, para ver quién está bien y quién no. Lo relevante, porque los cambios en educación no suelen ser de corto plazo, es ver la evolución de cada país.

Finalmente, es un hecho, en casi todos los países la divulgación de los resultados de PISA para lo que más sirve es para que medios y analistas se jalen de los pelos y digan: “¡Qué mal estamos!”, se lamenten del deterioro educativo y pasen a otra cosa.

En México, como era de esperarse, hubo una caída en los resultados de la prueba respecto a la realizada cinco años atrás. Es evidente que la pandemia tuvo qué ver; en la mayoría de los países los datos fueron a la baja. De hecho, México bajó más que el promedio de la OCDE solamente en Ciencia. En comprensión de lectura y en matemáticas también bajó, pero menos que la media.

Algunas autoridades usaron el “mal de muchos” como consuelo. Eso resulta de las comparaciones con otros, que sirven para la tablita. Lo que debería preocupar es que la mayoría de los jóvenes son incapaces de comprender un texto, que hacen las operaciones matemáticas básicas, pero no pueden aplicarlas: saben sacar un porcentaje, pero no son capaces de calcular a cuánto equivale un 20 por ciento de descuento al precio de una bici. Y no digamos de ciencia: basta darse una vuelta por el lago de Chapultepec para ver que los que se fueron de pinta no tienen idea de cómo funciona una palanca y no pueden remar.

Estas habilidades son fundamentales no nada más para el trabajo, sino para cualquier actividad en la vida social. La impreparación debería preocuparnos no sólo por el lado del “capital humano”, sino sobre todo por el lado de la incapacidad para funcionar en la vida cotidiana y para disfrutar la vida en este mundo complejo y tecnologizado.

Bueno, uno diría que, ya que la prueba PISA fue ninguneada, de seguro el gobierno está pensando en una evaluación de resultados escolares a través de otros parámetros, de acuerdo con los conceptos que maneja la Nueva Escuela Mexicana. Conocer, por ejemplo, qué tanto saben los estudiantes acerca de la comunidad en qué viven, qué tanto participan en ella, cuáles son las habilidades que han desarrollado, con independencia de que les sirvan o no para la vida laboral y profesional.

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Pero no. La única prueba evaluatoria de la educación a nivel nacional, es precisamente PISA, así se haga a regañadientes. Es lo que hay, y se le ningunea. Se hace, pero no se le aprovecha.

Lo que está detrás son varias cosas. Una es el desprecio al conocimiento en general, y a la ciencia en particular. Quien tiene conocimientos es un “sabihondo”, que podría ser capaz de sentirse superior al que no los tiene. Como eso es moralmente condenable, mejor que no tenga esa tentación.

La segunda es el temor a los grupos magisteriales. El fallido intento de reforma educativa, que pasaba por una evaluación constante a los maestros -que no tenían opinión en el asunto-, generó una ola opositora en el gremio. Mantener la fiesta en paz significa no pedir demasiado, hacerse de la vista gorda ante la falta de actualización pedagógica y confiar en la buena voluntad de la mayoría de los mentores. Que esa paz tenga un costo en el aprovechamiento estudiantil es otro cantar.

La tercera es el rechazo a todo tipo de evaluaciones. Toda evaluación significa, de una manera u otra, una gradación. Una diferenciación. Si de lo que se trata es de que exista el Pueblo como masa amorfa, hay que buscar una igualación que no puede ser sino a la baja. Las calificaciones son burguesas. Como decía en su show la maestra bailadora que apareció en Palacio: “Es el individualismo de yo me saco 10 y tú te sacaste 5, lerolero, candelero, yo sí voy a ser exitoso y tú no”. Mejor todos rabones.

En México, la única evaluación que cuenta es la que mide la popularidad. Ahí sí hay medalla de plata mundial, dicen. Los estudiantes, que se frieguen.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez