Opinión

Día del Maestro

La fuerza potencial de los maestros es enorme. Esa fuerza social ha sido disminuida por la poderosa estructura burocrática de gestión y control que representan la SEP y el SNTE y que actúan como poderosas pinzas que oprimen e inhiben la autonomía del maestro y el empoderamiento de las escuelas.

Este sistema sólo es comparable a un sistema comunista, como el de Cuba, y excluye por definición toda participación importante de la sociedad en asuntos educativos. La SEP monopoliza las reglas y contenidos de la enseñanza; el SNTE representa formalmente a todos los trabajadores de educación básica (1.5 millones, aproximadamente) y es un sindicalismo de carácter nacional, de afiliación automática y de funcionamiento vertical no democrático.

Desde su origen, el SNTE promovió entre el magisterio una ideología corporativista que orienta la conciencia de sus miembros no hacia el mundo exterior, sino hacia su propio grupo profesional. Se ven a sí mismos como herederos de un pasado legendario. La ideología corporativista es una orientación hacia el autoconsumo y el ensimismamiento y es especular: los maestros se miran a sí mismos y ven con desconfianza a los demás grupos profesionales.

De hecho, conocemos poco las cargas y obligaciones que la sociedad impone a este grupo profesional. La “época gloriosa” de la profesión magisterial podemos ubicarla, hipotéticamente, entre 1950 y 1980. Una secuela de la revuelta de1968 fue la aparición de una demanda poderosa en las clases medias por “escuelas activas” y en esos años se consagraron obras (Neill, Piaget, Montessori) que postulaban que el aprendizaje era obra del alumno.

En el largo plazo ese postulado condujo a la pérdida de la autoridad del docente en el aula, fenómeno que in extremis se ha expresado incluso en agresiones físicas de alumnos contra maestros. Enseguida vino la acelerada expansión del sistema escolar que pasó de tener 3 millones de alumnos en 1950 a tener 30 millones en el año 2000. ¡La matrícula se multiplicó por diez!

El primer efecto de ese prodigioso crecimiento fue un aumento de los planteles, pero el segundo fue que los maestros enfrentaron a grupos más numerosos de alumnos. Esto dio lugar a una paradoja: la educación activa recomendaba al docente dar una atención personalizada a cada alumno, tarea que era imposible en grupos de 35 o 40 alumnos, o más.

Clases en México

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Cuartoscuro

Todas las pedagogías modernas cuestionaron el “paradigma tradicional” de enseñanza basado en el maestro expositor y el alumno receptor, relación mecánica mediada por el libro de texto. En realidad, nuestra tradición en educación básica se resume en una “didáctica libresca”. Este desencuentro entre modernidad y tradición condujo al magisterio a la inseguridad y al desconcierto.

El desconcierto se convirtió en irritación cuando, por efecto también de la expansión, descendieron los salarios magisteriales (de hecho, los salarios de profesores representan aproximadamente el 90% del gasto educativo).

Para compensar los salarios bajos, la SEP creó sistemas de estímulos al desempeño como Carrera Magisterial (1992), una experiencia remarcable por el éxito que tuvo, aunque no tardó mucho en corromperse. La reforma de 2013 intentó premiar al maestro mediante la evaluación de su práctica en el aula, algo que no se aplicó correctamente y que los docentes nunca aceptaron plenamente.

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La declinación del prestigio de la profesión se relaciona indudablemente con el derrumbe de los aprendizajes, otro corolario de la expansión escolar. La escuela pobre en lo material y pobre en resultados académicos, evidentemente, no puede contribuir a incrementar el prestigio de los maestros, más bien tiene el efecto contrario.

Finalmente, llegó la revolución tecnológica, la computación y lo Smart-phones, es decir, la “educación paralela”. Las autoridades no anticiparon esta revolución y, como consecuencia, las escuelas normales (por falta de equipo o por falta de recursos humanos expertos) no impartieron cursos sobre competencias digitales. Al mismo tiempo se puso de moda la educación socio-emocional (Dios mío, ¿qué es esto?). El hecho es que hoy, cualquier alumno de cuarto o quinto de primaria llega al salón de clases armado con su celular y con infinidad de prejuicios o nociones de la realidad que consideran como “conocimientos”. Llegan dispuestos a desafiar la autoridad del maestro y cuando éste se percata, asombrado, retrocede, se recarga en el pizarrón y se pregunta: “Diablos, .,,¿qué debo hacer? “