Opinión
Diario de un chairo: Her Sheridan el higienista moral
David Gutiérrez Fuentes

Diario de un chairo: Her Sheridan el higienista moral

Querido diario…

Tenía mucho tiempo de no hacerte caso mientras dejaba que tu alter ego formal modelara nuestras opiniones políticas. Pero así como algunos habitan en la corte de la –con salones de puertas, puertecitas y umbrales falsos– indignocracia (la indignación genuina no se mueve en esos espacios decadentes), otros vivimos entre torres de observación y a ras de suelo para observar ese interesantísimo fenómeno sociológico que la historia se encargará de interpretar en algunos cuantos años.

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Salvo un treinta por ciento que desaprueba la gestión del presidente y entre el cual, me temo, hay un elevado porcentaje preguntándose severamente: “¿este es nuestro discurso para criticarla?”, hay un setenta por ciento que la apoya, ese mismo setenta por ciento que tiene la certeza de que la política y la economía avanzan y se mantiene estable en términos macroeconómicos. Así, al menos yo, vivo el proceso con amigos, amigas, familia, en tanto que en la corte indignocrática, diario, observo diversos malestares cada vez que comprueban que nuestro presidente tiene razón al afirmar que vivimos tiempos inéditos que desde luego harán historia. Me preocupa el coraje que habita en muchos de ellos, pero no tienes idea el placer que me causa ser parte de ese porcentaje que cree y contribuye en la construcción de un México menos elitista y sobre todo con menos rapiña en la mayor temporada histórica de avistamiento de buitres.

Her Sheridan: el higienista moral

Her Sheridan es un intelectual que no da clases en la UNAM pero la sablea con un impecable legalismo que a muchos nos lleva a rascarnos la barbilla. Este samurai del presupuesto público es reconocido por algunos periodistas como el operador fino del cacique mayor, Enrique Krauze. No te espantes, diario, no pienso leer la magna obra de Her Sheridan por mucho que amigos suyos como el Choforo nos lo quieran vender como el “heredero activo de las grandes plumas liberales” para luego advertir cuidando la retaguardia “y no de las conservadoras, por cierto”.

El texto publicado en Letras Libres del que proceden las citas se llama: “Guillermo Sheridan: la higiene moral del liberal” y remata después de citar a Paz con una machincuepa que ni el Perro Aguayo, y me refiero al luchador zacatecano para que no pienses mal, diario, consiguió en toda, esa sí, ilustre trayectoria, cito: “Alienta saber que la pluma resulta ser, otra vez, más poderosa que el circo mediático, el micrófono rijoso y ensordecedor, la inmundicia de las redes sociales, o la toga y el birrete obtenidos mediante el plagio. Octavio Paz decía que Carlos Monsiváis sobresalía ejerciendo la higiene moral. Hoy día, uno y otro estarían de acuerdo en que Sheridan, desde hace rato, ha tomado el relevo.” Hasta ahí con este plomo, el único sin grado académico de los treinta y tres integrantes del Colegio Nacional. Es decir, la hoguera y la leña verde para la ministra Esquivel y los laureles para los amigos del ingeniero Krauze, también integrante del Colegio Nacional, que puede admitir entre sus miembros a pasantes que “por dificultades familiares” no lograron “proseguir con sus cursos universitarios.”

Hay que reconocer que los “descubrimientos” de plagio de Her Sheridan son oportunísimos y terminan beneficiando a grupos políticos, algunos con acusados grados de intransigencia o cretinismo directamente proporcionales a los que observan en el populista que les abre espectro discursivo, a veces con financiamiento público, otras con privado de origen abierto o dudoso como el caso de Latinus, medio desde el que nuestro “higienista moral” hizo públicas sus pesquisas. El sentido de la oportunidad no se le puede escatimar al intelectual “amenazado” por el presidente y los fanáticos pejezombies que queremos castrochavizarlos, así de riguroso una parte de lo que se propaga en redes, previa cita del odiador preferido con “autorictas” para dictar netas que no admiten cuestionamiento como la mayoría de los defensores de la #superdemocracy que con bastonazos de ciego, o por interés, defienden un decadente régimen político que si cambia más les restaría prebendas meritocráticas.

El caso de la ministra aún no se resuelve, y algunas de sus pruebas parece que no se sostienen, pero el daño ya se hizo, en tiempo y forma aunque no haya quedado el magistrado que deseaban al frente de la Suprema Corte de Justicia.

A mí nadie me cuenta, diario. Cuando Sheridan develó el plagio de Sealtiel Alatriste ya se había preparado el linchamiento con todo un entramado de periodistas dispuestos a soltar las zarpas. En primer lugar se sabía que lo haría Sheridan, y al lado de los linchadores, o a la zaga, se movían como pirañas buscadores de hueso que, ¡oh sorpresa! algunos de ellos encontraron acomodo en la nueva Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. Es decir, Sheridan no es el ratón de biblioteca que hurga en legajos o ficheros para combatir el plagio, nada más lejos de esa imagen romantizada. Se trata del intelectual de una élite dorada, que, entre otras cosas, le tiene reservado su asiento de hijo pródigo a Lorenzo Córdova tan pronto deje la presidencia del INE corporativo.

Hay mucho enojo por la manera en la que se resuelven muchos casos en la UNAM y en otras prestigiadas universidades públicas tanto por parte de los profesores como por un alto porcentaje de alumnos. Esa masa crítica crece, se expresa horizontalmente y entiende que no puede ni debe haber universitarios de primera y de segunda. ¿Cuánto falta para que vuelva a despertar? Espero que no mucho. También es parte del cambio.