Opinión

Dos engrudos

Se acercan las fechas para la definición del candidato presidencial, tanto para la coalición opositora como para la de gobierno. Y en la medida en que lo hacen, va quedando claro que los engrudos que ambas preparaban se les están haciendo bolas. Así, las cosas no pueden quedar bien pegadas.

Empecemos con los problemas a la vista para Morena y sus aliados. Están por definirse las cuatro encuestadoras sorteadas para acompañar el proceso del ejercicio demoscópico con el que se definirá “coordinador” de la 4T. Pero ya entre algunas de ellas, empiezan a surgir serias dudas respecto a la calidad del proceso. Estas dudas pueden, sin duda, permear entre los precandidatos.

Es lugar común decir que una encuesta es tan buena como su muestra. El problema es que la que definirá el candidato (perdón, el “coordinador”) no parte de una muestra revisada por las empresas profesionales sugeridas por los aspirantes, sino de una muestra hecha por una comisión ad hoc dentro de Morena. Una pregunta pertinente a hacerse es si esa comisión realizará una muestra seria o una con sesgo.

Hay muchos mecanismos para hacer una muestra aleatoria, y todos tienen distintos márgenes de error y, sobre todo, distinto costo. Una muestra perfectamente aleatoria sortearía a todo el universo de electores y no descansaría hasta haber entrevistado a cada uno de los escogidos. Eso no sólo es carísimo, sino humanamente inalcanzable. Por lo tanto, habrá otros métodos y no sabemos si la muestra estará bien dispersa. Tampoco, si habrá filtraciones sobre los lugares donde se llevará a cabo. Menos, acerca de la cantidad de preguntas y cómo se ponderarán. Tampoco, si la ponderación tomará en cuenta las diferencias entre la población encuestada: simpatizantes o no del gobierno.

Sabemos que el ejercicio demoscópico se realizará en medio de una nube de suspicacias, tan grande, que cada uno de los que compiten tiene derecho a llevar a un representante a las casas de los entrevistados, para verificar la limpieza -al menos- del levantamiento. Cada entrevistado elegido verá llegar a su puerta un verdadero ejército.

Todo esto abre el escenario para posibles impugnaciones, tanto de los propios encuestadores profesionales que acompañarán el ejercicio como de los aspirantes que no hayan sido elegidos. Sólo la intervención del árbitro máximo del proceso, el presidente López Obrador, podrá, quizás, acallar el ruido y el cascajo. Pero entonces quedará claro que la encuesta dijo lo que decía el dedito presidencial, con el consiguiente costo político.

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AMLO reunido con las "corcholatas" de Morena: Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Claudia Sheinbaum

Cuartoscuro

Del lado del frente opositor la cosa, si se puede, se presenta aún más complicada, y no me refiero a la reciente defección del PAN de uno de los candidatos más pequeños e improbables. Muy pronto se sabrá, oficialmente, quiénes son los que traspasaron el umbral de las 150 mil firmas y pasan a la siguiente fase.

El caso es que la inscripción de los ciudadanos que quieren apoyar a uno de los aspirantes del llamado Frente Amplio, o simplemente inscribirse para votar después, ha sido un verdadero lío. Algún listo se las ingenió para crear una App difícil de usar, en la que piden más requisitos de los necesarios, que tiene el mal gusto de obligar a los usuarios a tomarse foto de frente y de perfil (supongo que es para hacer un padrón con fotografía, como si la copia de la credencial del INE no bastara). Esta aplicación deja fuera de posibilidades a buena parte de la población, que no tiene teléfonos inteligentes de generación reciente, y desestimula la participación de quienes no tienen ganas de perder el tiempo o dar demasiados datos personales. Parece dirigida a las clases medias y altas y, sobre todo, a las militancias partidistas.

En otras palabras, el umbral no parece estrictamente ciudadano. Es una suerte de híbrido.

Luego vendrá la otra criba eliminatoria, a través de una encuesta, de la que tampoco se sabe a ciencia cierta cómo será realizada. Al igual que la de Morena, hay opacidad sobre la definición de la muestra, las preguntas que contendrá y la ponderación de las mismas.

Finalmente, la otra mitad de la definición será una elección, que ya estará acotada a quienes se inscribieron con anticipación, lo cual -me temo- llevará a quejas de la población que quiera votar y no se encuentre. Además, habrá otro escollo: eliminará a los ciudadanos que aparezcan en el padrón de los partidos de la coalición de gobierno. La intención obvia es evitar que aquellos influyan en la elección de un candidato que no es el suyo, pero también se llevará entre las patas tanto a los obradoristas arrepentidos como a quienes (no son pocos) los partidos de la 4T tienen registrados como militantes sin serlo.

El caso es que también en el frente opositor han generado un método lo suficientemente complicado y con los suficientes hoyos como para que puedan sobrevenir impugnaciones, seguidas de justificaciones especiosas de parte de las dirigencias partidistas y municiones para quienes quieran descalificar el proceso.

Es posible, e incluso deseable para la salud política del país, que ambos procesos terminen llevándose a cabo sin mayores contratiempos y que las personas elegidas tengan los consensos políticos necesarios para arrancar una carrera presidencial sin andar viendo a lados por impugnaciones legales.

Es posible y deseable, pero viendo las gigantescas bolas en el engrudo de los procesos, será un milagro si sucede así en los dos, y que ambas coaliciones se mantengan cohesionadas ante la batalla electoral mayor.

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