Opinión

La educación de la 4T (Tercera parte)

El sesgo ideológico, anti-ilustrado, es evidente. El Marco Curricular de la SEP propone que nuestro país renuncie a educar con base en la cultura universal que es, asimismo, la cultura moderna, occidental y europeizante. La cultura que nació con Sócrates, Platón y Aristóteles

El dominio de esa cultura en el currículum de educación básica tiene, dice el texto, un doble impacto: por un lado, tiene efectos de exclusión (se excluye a las culturas indígenas) y, por otro, tiene efectos de desigualdad social (porque coloca en desventaja a quienes crecieron en un marco cultural distinto).

La SEP no busca fortalecer la unidad y la cohesión nacional a través de una educación que integre, constructivamente, lo universal, lo nacional y las culturas étnicas. No, en este proyecto se sostiene que la orientación cultural de la educación es un asunto político y que depende de la correlación de fuerzas que existe en un momento dado.

En la actual correlación de fuerzas domina la 4T, por lo tanto, hay que hacer, una transformación radical que, primero, aleje la educación de la cultura universal que es, por añadidura, elitista y está bajo dominio de profesionales, científicos, académicos, expertos, intelectuales o trabajadores clase-medieros de cuello blanco que en masa son modernizadores o neoliberales (grupos que, como sabemos, detesta el presidente de la república)

En segundo lugar, la educción debe acercarse al pueblo. Su fundamento principal ya no va a ser la cultura elaborada --las ciencias y las humanidades—sino la cultura que se existe en las comunidades, sobretodo, en las comunidades indígenas.

La SEP tiene la intención manifiesta de reivindicar a las culturas indígenas, pero no en base a un equilibrio razonado, sino colocando a la cultura universal-occidental en una posición desventajosa. Se trata de recuperar las culturas étnicas, pero no como se ha hecho hasta ahora, mediante el enfoque multiculturalista al que la SEP califica, sin ambages, como “racista”.

El nuevo enfoque --de “interculturalidad crítica”— propone incluir en la práctica educativa tanto los conocimientos de la comunidad como los conocimientos escolares, de modo –se dice—“que la ciencia, las matemáticas, la lengua, la historia, la química, sean reflexionadas desde las perspectivas de los pueblos indígenas, afrodescendientes, y por las comunidades de género y sexo”.

La SEP propone asimismo re-conceptualizar el conocimiento y concebirlo como conocimiento relativo, histórico, temporal, siempre polémico y cambiante. No hay conocimiento objetivo, todo él es subjetivo. Las asignaturas, ofrecen una visión fragmentada de la realidad e impiden la perspectiva de conjunto --incluso impiden visualizar las relaciones políticas que dan sustento a tal o cual forma de conocimiento—por tanto, hay que abandonarlas y substituirlas por “campos formativos”.

Esta auténtica revolución pedagógica también propone desplazar la educación desde el individuo hacia la colectividad. En la escuela, dice, prevalece un discurso que reproduce las desigualdades sobre la base de cualidades individualizantes (sic) como son “inteligencia”, “competencia”, “talento”, “facultades innatas”, “dones” que tienden a ser estandarizados y medidos “para distinguir a unos y a otros en la lógica de infancias superiores e infancias inferiores” (sic).

Pero no se trata sólo de cambiar la visión que tenemos de la educación, sino de cambiar a la realidad social misma. Se dice, por ejemplo, que el Estado debe ofrecer a través de la educación una perspectiva que impulse “la autodeterminación de la sociedad” a través de la participación de niñas, niños y adolescentes en sus escuelas y comunidades sobre distintos aspectos de la vida que les permitan interactuar con personas de diferentes edades, todo esto, “con miras a transformar su realidad y participar en la gestación del bienestar para todos”. (Continuará)

Foto: Especial

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