Opinión

Educación: que decidan las masas

Los planes de estudio se basan en el perfil del egresado que la sociedad desea formar. Su fundamento son concepciones ideológicas, socio-antropológicas, epistemológicas, pedagógicas y psicológicas. Wikipedi

La lógica con que funciona la educación es implacablemente jerárquica: hay los que saben y hay los que no saben. El gobierno populista se empeña en borrar esa distinción y pretende imponer un régimen en el cual la educación quede en manos de los que no saben.

La profesora Delfina Gómez (SEP), que infringió las reglas de la democracia en 2018, propone ahora que los planes de estudio de educación básica que servirán para formar a las nuevas generaciones de mexicanos, se decidan democráticamente…a través de asambleas.

Esta idea es insólita: rompe con los criterios de rigor, reflexividad y parsimonia con los cuales suelen diseñarse los planes de estudios en todo el mundo. Lo que ahora se propone es una movilización de los actores educativos para participar en eventos que son más de naturaleza política que académica.

¿Quiénes participan en esas asambleas? ¿Asistirán los maestros especializados en el tema? ¿Son investigadores en ciencias sociales y naturales, o académicos de humanidades? ¿Los participantes dominan la técnica del diseño de planes de estudio?

No, para la profesora Delfina –como para su jefe—los contenidos de la educación no deben estar en manos de los que saben, es decir, especialistas, expertos, científicos, académicos o intelectuales pues estos grupos, como ha dicho el Supremo, son lacayos inescrupulosos del neoliberalismo.

En cambio, dice la profesora Delfina, en la elaboración de planes de estudio deben participar todos los grupos relacionados con la educación, a saber: maestros, padres de familia, alumnos, legisladores, investigadores de la educación, autoridades y organizaciones de la sociedad civil.

Es lógico suponer que entre esos grupos habrá muy pocos que dominen los contenidos de los planes de estudio y/o las técnicas del diseño curricular. No se reunirán, evidentemente, los grupos completos pues, es algo físicamente irrealizable. Habrá, por tanto, que seleccionar a unos pocos para que participen en la asamblea.

Es decir, la asamblea no cumple con el principio de representatividad de la democracia. Es imposible reunir en asamblea a 25 millones de alumnos, 40 millones de padres de familia o a 2.5 millones de maestros, etc. Se debe hacer una selección entre ellos. ¿Cómo hacerla? ¿Con qué criterios?

Se nos informa –guau-- que no existe criterio alguno de selección. Cualquier miembro de esos grupos puede voluntariamente participar en le asamblea que va a decidir los nuevos planes de estudio de la educación básica. Entonces hay que aceptar que esta democracia educativa no es representativa y sospechar –maliciosamente—que a esas asambleas asistirán presurosos los profesores seguidores de la 4T lo cual puede convertir la asamblea en un acto faccioso.

Si dejamos de lado ese aspecto, surge otro problema: ¿Cómo lograr que una asamblea --que mínimamente reunirá a mil personas-- discuta racionalmente, reflexivamente, los planes de estudio y llegue a acuerdos constructivos sobre cómo renovarlos?

Por sentido común sabemos que eso es imposible de lograr. Las asambleas no son medios para hacer trabajo académico, en cambio se prestan para hacer política, lanzar discursos, cosechar ovaciones y arrancar aplausos, pero no para la reflexión racional que exigen asuntos tan serios como son los planes de estudio.

La estrategia de cambiar los planes de estudio mediante asambleas es posiblemente un recurso político improvisado para simular una renovación educativa a toda prisa y gastando poco dinero. También se dice que es maniobra política para desviar la atención del público de la acusación que pesa sobre la profesora Delfina de incurrir en 2018 en delito para beneficiar a su partido (Morena).

O es una ocurrencia más sin ton ni son. Pero preocupa y alarma. Este asambleísmo educativo puede hacer grave daño a la educación pública --que ya vive una grave crisis-- y puede tener consecuencias desastrosas para la educación de las futuras generaciones de niñas y niños.

Pero el proyecto ya está en marcha. Las asambleas sucederán, a menos que se produzca una reacción enérgica de rechazo de la sociedad encabezada por los maestros y los padres de familia. ¿Habrá tiempo para que se de esta reacción?

Foto: Especial

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