Opinión

Educación maltratada

La tragedia educativa de México se remonta al Plan de Once Años (1960) que detonó un proceso acelerado de expansión de la matrícula. Pasamos de tener 5 millones de alumnos (1950) a tener 35.5 millones (2021).

Cuartoscuro

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Pero el presupuesto educativo no creció al mismo ritmo que la matrícula. La expansión se produjo en la llamada Década Perdida y coincidió con las políticas neoliberales que redujeron drásticamente los recursos del Estado.

De ese proceso emergió un sistema educativo gigantesco. Pero pobre. La masificación creó oportunidades de estudios para la población con bajos recursos, pero la educación que recibieron fue, en su mayor parte, de baja calidad.

Durante el proceso expansivo las autoridades no se preocuparon por construir un sistema poderoso de formación inicial de maestros. Por el contrario, las escuelas normales sufrieron un injustificado abandono por parte del Estado.

El movimiento expansivo no fue uniforme, fue desigual. Hubo escuelas –localizadas en los centros urbanos—que ofrecieron servicios de calidad, pero hubo otras –localizadas en la periferia urbana o el campo—que, por el contrario, daban educación de baja calidad.

Desde hace tres décadas el sistema educativo mexicano produce, globalmente, malos resultados. Las evaluaciones nacionales e internacionales lo confirman. Un botón de muestra: en la prueba Planea de 2018 aplicada a alumnos de sexto año de primaria, el 49 % de los alumnos obtuvieron calificaciones insuficientes o reprobatorias en Lenguaje y Comunicación; en matemáticas el porcentaje de insuficientes fue de 59%. Conclusión: la mitad o más de los alumnos no aprenden lo que esperamos que aprendan.

La verdadera riqueza de las naciones, dice Martha Nussbaum—está en su gente. Por eso, la educación es la palanca fundamental para el desarrollo con justicia social. Por esta razón es incomprensible que en este sexenio la mejora de la educación haya dejado de ser objetivo prioritario para el Estado.

El gobierno de AMLO no tiene política educativa, no tiene proyecto educativo. Se habló al inicio del sexenio de la Nueva Escuela Mexicana pero esa expresión, que era sugerente, quedó como un lema vacío de significado.

La principal intervención del presidente en educación ha sido a través del programa de becas Benito Juárez --incluyendo una beca universal para todos los alumnos de educación media superior. Se ha señalado en repetidas ocasiones el sentido político clientelar del otorgamiento de becas y las reglas de operación de esos programas han sido criticadas (véase: Guevara N, Coordinador, La regresión educativa. La hostilidad de la 4T contra la ilustración. Grijalbo, 2021).

Pero lo recursos financieros de educación son escasos; por tanto, el dinero de las becas disminuye los recursos disponibles para apoyar programas de importancia crucial para mejorar la calidad de la educación como son los estímulos para docentes (movilidad horizontal), la formación inicial de maestros (escuelas normales) y la formación continua, etc. Han sido suprimidos en este lapso 16 programas federales, entre otros, el exitoso programa de Escuelas de Tiempo Completo que ampliaba la jornada de estudio y ofrecía alimentos a los alumnos.

Este escenario lamentable fue agravado por los efectos calamitosos que tuvo la pandemia sobre las escuelas. Tenemos una SEP esquelética. Los recursos de la educación han sido desviados del sector educativo para favorecer los “programas prioritarios” del presidente y para satisfacer su obsesión por la popularidad y por atraer votos para su causa partidaria. La educación, mientras tanto, languidece.