Opinión
Mario Ojeda Revah

Elecciones en España: Ruido y Furia

España concurre a las urnas el domingo. Lo hará de manera anticipada, apremiada por la arriesgada apuesta del gobierno de Pedro Sánchez, quien al perder de forma estrepitosa en las elecciones autonómicas del 28 de mayo de 2023 a manos del Partido Popular (PP), encabezado por Alberto Núñez Feijóo buscó quitar los reflectores de la victoria a los populares mediante una huida hacia adelante. En efecto, apenas un día después de esa derrota el presidente de España anunció de manera sorpresiva la disolución de su gobierno y la convocatoria a nuevas elecciones generales.

La jugada luce ahora como un farol fallido y ruinoso para Sánchez, un político que provoca un rechazo visceral entre amplios sectores de población, que parece excesivo e injustificado, habida cuenta del talante moderado y sobrio del hasta ahora jefe de Gobierno. El que haya pactado con la izquierda podemita y con los partidos nacionalistas y, sobre todo con Bildu, organización política sucesora del antiguo brazo político de la banda terrorista Eta han acabado por pasarle factura. Una cuenta aparentemente impagable.

En el debate cara a cara entre los dos candidatos punteros en las encuestas de opinión Núñez Feijóo acorraló y avasalló al presidente en funciones, quien lució en todo momento desorientado e incapaz de tomar la iniciativa. La lid se vio obscurecida por un cúmulo de mentiras, exageraciones y puerilidades por parte de ambos contrincantes y escasa o nula contención por parte de los supuestos moderadores.

No en vano, de acuerdo con las últimas encuestas, el Partido Popular cuenta con una intención de voto del 34%, cinco puntos porcentuales por encima del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El tercer lugar se lo estarían disputando palmo a palmo, siempre según dichos sondeos el partido ultraderechista VOX capitaneado por Santiago Abascal y la coalición de izquierdas SUMAR, liderada por la antigua vicepresidenta y ministra de Trabajo Yolanda Díaz, cada uno con un 13 % de intención de voto.

En la traducción de sufragios a escaños, el PP sumaría entre 141 y 144 de los 350 asientos que componen el parlamento español, el PSOE, por su parte obtendría entre 98 y 108 representantes. En cuanto a VOX esta formación lograría entre 38 y 42 escaños, lo cual le permitiría alcanzar un acuerdo para formar un gobierno de coalición con el PP como socio minoritario. En contraste, SUMAR apenas alcanzaría una treintena corta de asientos, los cuales, incluso sumados con los escaños obtenidos por los partidos nacionalistas regionales no bastarían para que Sánchez repitiese gobierno. Tal posibilidad ha provocado inmensa alarma entre sectores de la población española y de la opinión pública internacional, que ven con auténtico espanto la posibilidad de que la ultraderecha toque poder en España, con una propuesta a todas luces atrabiliaria e impresentable. Un programa que cuestiona sin el menor pudor o filtro el estado de las autonomías prescrito por la Constitución de 1978, busca recortar derechos tales como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la eutanasia, y amenaza con la expulsión expedita y masiva de inmigrantes. El temor es que Núñez Feijóo termine por ser rehén del programa ultramontano de Abascal y los suyos y se vea obligado a aceptar algunas de sus medidas más controvertidas a fin de poder formar gobierno.

Sea cual sea el resultado de las elecciones generales en España desde ya es patente que en su desenlace no pesarán factores objetivos tales como el estado de la economía, cuya previsión de crecimiento según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se estima en un 2.1%, muy por encima de la media de la zona euro, que se ubica en torno a un 0.9%. Tampoco parece que pesará sobre el ánimo del electorado la estabilidad o, en general, la buena marcha del país, sino subjetividades tales como cuestiones ideológicas e identitarias que revelan que el país sigue atrapado en sus añejas pulsiones guerracivilistas y disolventes, ahora agravadas por las vocingleras y agrestes consignas de los ultras de ambos bandos. El centro político parece desfondarse, en tanto que la proverbial polarización de las dos Españas se refrenda perpetua y agudiza en unos comicios cargados de barullo, confrontación ideológica y, al mismo tiempo, ayunos de propuestas programáticas racionales, pragmáticas y realizables.