Opinión
Félix Beltrán 2. Cuatro recuerdos de Victoria García Jolly
David Gutiérrez Fuentes

Félix Beltrán 2. Cuatro recuerdos de Victoria García Jolly

No me había percatado en el hecho de que Félix Beltrán nos dejó un 28 de diciembre, como si fuera una broma de ese sutil humor que aplicaba con pulcritud. A muchos nos tomó por sorpresa su partida. En seguida les comparto cuatro recuerdos del maestro hilvanados con la también sutil pluma de la diseñadora y escritora Victoria García Jolly.

Especial

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Félix Beltrán generosidad con nuevos significados

“Cuando la claridad de la imagen coincide con la claridad del contenido interior, sólo entonces se logra una auténtica forma artística.” Paul Stern.

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Al enterarme del fallecimiento de Félix Beltrán (1938-2022) el pasado 28 de diciembre lo lamenté tremendamente pues su generosidad y talento tocaron mi vida y mi trabajo. Días después leí en esta misma sección algunos extractos de la entrevista que David Gutiérrez Fuentes le hizo al maestro publicada en ranAzul en 2015. Curiosamente en esa misma edición se incluyó un texto mío sobre el quehacer de Algarabía como divulgadora de la cultura, junto a otro texto del admirado Andrés de Luna, también gran amigo de Beltrán, a quien hace tres días le dedicó un artículo póstumo bien fundamentado sobre su trabajo artístico, “Félix Beltrán, un artista y diseñador extraordinario”. A muchos nos duele su partida. Estas coincidencias editoriales me recordaron la que, en tiempo y espacio y gracias al gremio del diseño gráfico, me permitió entrar en contacto con Félix.

Hacía 1998 o 1999 Aljamía —la empresa madre de Algarabía— contaba ya con varios años proveyendo contenidos para despachos de diseño y creando nombres y marcas, por lo que su fundadora, quien es mi prima, era bien conocida en el medio. La revista a! Diseño organizaba una serie de conferencias con invitados internacionales y convocó a Pilar para impartir un taller de redacción al cual me invitó. Desde la ciudad de Mérida, donde residía, volé a la Ciudad de México, DF en ese entonces, y de aquí salimos en la Tracker de Pilar, repleta por cierto, rumbo al paradisiaco Acapulco. El camino fue espantoso por la carretera llena de baches, por la música de Luis Miguel y la de un españolito que parece que le están arrancando un huevo, porque Pilar maneja fatal y porque venían en el auto dos de las diseñadoras de Aljamía bastante pesadas.

Para mi buena suerte, además del taller tuve la oportunidad de asistir a varias conferencias, entre ellas la impartida por Félix que me gustó mucho. Al terminar Pilar se acercó a saludar al maestro, fuimos introducidos, hablamos un rato y prometió que en algún momento tomaríamos un café para platicar de semiótica, docencia y la posibilidad de concretar su presencia en la Exposimposium que organizábamos en el Centro de Estudios de las Américas donde yo era docente.

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No mucho tiempo después mi divorcio impidió que los planes se concretaran pues abandoné la ciudad blanca. A cambio, en 2001, mi prima y yo fundamos la revista Algarabía cuyas primeras portadas presentaban dibujos de grandes maestros de la pintura como Picasso, Klee o Miró que evocaban el significado de la palabra: griterío confuso de varias personas que hablan a un tiempo. Pronto la idea se enriqueció al intercalar obras originales realizadas ex profeso para la revista. Gonzalo Tassier fue el primero entre muchos como Guillermo Scully o Soid Pastrana. Nuestra admiración por el trabajo de Beltrán y lo afable que era nos llevó a invitarlo, a lo cual accedió generosamente.

Al cabo de unos días nos envió una portada altamente significativa, con un trabajo tipográfico que concreta la palabra y la imagen —tal y como leímos en este espacio la semana pasada y como lo explica extensamente en ranaAzul—. En esa portada el Maestro no sólo jugó con el significado de la palabra algarabía sino que llegó más lejos aún, lo hizo con sus asociaciones y relaciones, que dieron como resultado una propuesta basada en dos evocaciones: el bla bla bla de las voces confusas, y letras alternadas de varios tamaños, que emulan los ruidos de la ciudad.

Para el concejo editorial y los socios de la revista, el resultado fue sumamente desconcertante, quisieron descartar su publicación, pero el ilustrador y amigo de Félix, Dante Escalante y yo la defendimos ampliamente. La edición 13 de la revista se publicó con el trabajo de Félix montado sobre un luminosísimo color Pantone Orange, color que ninguna fuente digital o impresa es capaz de reproducir si no se emplea la tinta directa.

Armé un paquete con varias muestras para mandárselo y agradecerle su trabajo. Por semanas esperé que me enviara por mail la dirección de su casa. Nunca llegó. Luego supe que había estado enfermo, muy delicado. Y perdimos contacto.

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Habrían de pasar muchos años antes de que se diera una nueva serie de afortunadas coincidencias. Conocí a René Avilés Fabila y, por su conducto a David Gutiérrez Fuentes, quienes mediante la Coordinación de Extensión Universitaria de la UAM Xochimilco, a cargo de René y del departamento de publicaciones, a cargo de David, en coedición con Algarabía se publicó uno de mis libros que más me gustan y llenan de orgullo, Para amar el ARTE. René murió unas semanas después de que libro saliera de la prensa, pero David se esmeró en que el título tuviera una amplia divulgación por lo que lo incluyó en varias presentaciones editoriales.

Una de ellas correspondió al Librofest de la UAM Azcapotzalco en el mes de mayo de 2017. Al ser Félix académico de dicha unidad y tras la mencionada entrevista que David le hiciera, quedaba como anillo al dedo invitar al maestro a presentar mi libro. A pesar del tiempo que había transcurrido, Félix me recordaba perfectamente, y aceptó gustoso. Pero de nuevo su salud impidió el encuentro; apenas una semana antes de la presentación me llamó por teléfono para disculparse en una larga plática y amplias explicaciones de su imprevista ausencia, sería intervenido quirúrgicamente en el extranjero, por meses había estado esperando la fecha que coincidió con la feria de libro.

En su mortificación tuvo la gran idea de encargarle a uno de sus grandes amigos cumplir con la tarea. Así conocí a Luis Almeida, otro grande del diseño en México, con un corazón tan grande como el de Beltrán, quien ha sido un excelente amigo desde entonces.

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Transcurridos algunos meses, a David y a mí se nos ocurrió que debíamos visitar a Félix para agradecerle, platicar con él y saber cómo estaba. Nunca cumplimos nuestra promesa de ir a verlo; sin embargo, yo me quedo con esos dos grandes regalos que he mencionado: la portada y Luis. No cualquiera te regala su obra, cuantimenos un amigo. Por cierto, David es otro regalo, el que me dio René.

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Letras al pie

1. La portada de Félix Beltrán a la que se refiere Victoria en el segundo punto de sus recuerdos, corresponde desde luego a la imagen que acompaña a esta publicación.

2. Deseo un feliz año para todos los lectores de La Crónica de Hoy.