Opinión
Frente al populismo izquierdoso, la izquierda “turquesa” de Boric
Fran Ruiz

Frente al populismo izquierdoso, la izquierda “turquesa” de Boric

Mientras el canciller Marcelo Ebrard (vocero del ausente Andrés Manuel López Obrador en la Cumbre de las Américas) se da golpes de pecho por la ausencia de las tres dictaduras regionales —¿cómo habría actuado si el carcelero Daniel Ortega fuera un dictador derechista en vez de izquierdista?—, el presidente chileno, Gabriel Boric trae a su primera cumbre continental un soplo de aire fresco, una nueva forma de hacer política de izquierda progresista.

En algo sí coinciden el canciller mexicano y el presidente chileno: excluir a tres países de la Cumbre de las Américas —cuyo logotipo muestra, precisamente, el mapa de todo el continente, incluida su isla mayor, Cuba— es un error (otro más) de la política exterior del demócrata Joe Biden, quien no tiene reparos en reunirse con tiranos de Arabia Saudí o China. Pero el modo de reaccionar ante este error es lo que hace la diferencia entre uno y otro dirigente.

En México, ya sabemos: boicot de AMLO y regañiza en Los Ángeles de su enviado Ebrard. Ni una palabra de apoyo a los miles de cubanos, venezolanos y nicaragüenses, que se pudren en cárceles o se vieron forzados al exilio por algo tan básico como protestar.

La policía nicaragüense reprime a manifestantes contra el dictador Ortega tras la revuelta de 2018

La policía nicaragüense reprime a manifestantes contra el dictador Ortega tras la revuelta de 2018

EFE

Por el contrario, en Chile, Boric no necesitó erigirse en ardiente defensor de los tiranos de La Habana, Managua y Caracas, que compiten entre ellos por ver quién mete a más opositores en la cárcel. El mandatario más joven del mundo (36 años) no tiene por qué desairar al anfitrión de la cumbre y le habría gustado ver a todo el continente representado por sus líderes, incluidos el cubano Miguel Díaz Canel, el venezolano Nicolás Maduro y el nicaragüense Daniel Ortega, aunque sea para decirles que sus políticas represoras y de acoso a los demócratas es abominable y que su gobierno progresista siempre apoyará cualquier causa democrática, ya sea de izquierdas o de derechas.

La propuesta de México a la Cumbre ya la adelantó Ebrard y se centra, básicamente, en que la Organización de Estados Americanos (OEA) abandone su caprichosa idea de criticar a los gobiernos que reprimen a sus ciudadanos.

Pero Ebrard olvida que existe una Carta Democrática de la OEA y que el empeño obsesivo del gobierno mexicano del principio de “no injerencia” por encima del derecho a la libertad y a la democracia de cada ciudadano latinoamericano, independientemente del país donde viva, es el que ayuda a que convivan hasta tres regímenes autoritarios en la región.

En el otro extremo, la canciller chilena, Antonia Urrejola, resumió en su primer tuit el espíritu de lo que el nuevo gobierno chileno entiende por una izquierda progresista, que no populista: Democracia, multilateralismo, derechos humanos, respeto a la ciencia, feminismo y “turquesa” (entendiéndose como el combate a la crisis climática desde una perspectiva multidimensional).

Que Boric critique con dureza las políticas fallidas de EU en la región, empezando por el embargo a Cuba, que afecta directamente a la población desde hace décadas, no sólo es lógico sino deseable; de igual manera que lo lógico y deseable sería que la izquierda latinoamericana tuviera su valentía a la hora de condenar el encarcelamiento de ciudadanos, de latinoamericanos que piden algo tan básico como lo que hay en México, con todos sus defectos: libertad para votar al candidato y al partido que uno quiera, no el que le impongan.