Opinión

El genoma de Ludwig van Beethoven

Ludwig van Beethoven murió de 56 años, el 26 de marzo de 1827. Quien no ha tenido una relación íntima, secreta e intensa con al menos una obra de Beethoven, se ha perdido de conocer una faceta profunda del efecto que la música puede ejercer en nuestro interior. Mostrado como un individuo de mal carácter y tempestuoso, concepto reforzado por música intensa, como el primer movimiento de la quinta sinfonía o la tormenta de la sexta, fue sin embargo, a mi juicio, el músico que compuso los más sublimes adagios que pueda uno escuchar, como los del quinto concierto para piano “Emperador”, del tercer movimiento de la novena sinfonía o del cuarteto para cuerdas No. 15 (canción de acción de gracias), o bien, el Benedictus de la Misa Solemnis.

Beethoven fue un individuo con diversas enfermedades. Para su desgracia y fortuna nuestra, desde temprana edad desarrollo sordera bilateral progresiva, que lo obligó a dejar de trabajar como intérprete de piano y tener que componer. Sin esa sordera, quizá no hubiera encontrado tiempo para componer la cantidad de obras que ahora, gozamos nosotros. Además, era un individuo con trastornos gastrointestinales frecuentes y se han propuesto diversas enfermedades para explicarlas. Dado que lo tuvo por muchos años y no parece haber sido causa de debilitamiento o la de muerte, es probable que se tratara de colon irritable, que, si bien, puede ser sumamente molesto, en general no pone en peligro la vida del enfermo. La frustración por la sordera progresiva en un pianista, aunado a colon irritable explican el comportamiento irascible que se le achaca. Beethoven murió de cirrosis hepática. La causa de la cirrosis ha sido motivo de discusión, pero en general se ha atribuido al consumo de alcohol.

A mí siempre me ha parecido poco probable que la cirrosis del compositor fuera debida únicamente al consumo de alcohol, por varias razones. La primera es que la cirrosis por alcohol, que se conoce como alcohol nutricional, se debe no solo al alcohol, sino a la desnutrición que acompaña a los grandes bebedores, situación que no ocurrió con Beethoven, quien gozaba de buena posición económica y seguramente comía bien, porque en ninguna de sus imágenes se aprecia desnutrido. Segundo, porque la cantidad de obras que escribió y con la dificultad de ser sordo, no son compatibles con alguien en estado de embriaguez constante. Solo en sus últimos tres a cuatro años de su vida compuso la novena sinfonía, los cuartetos tardíos y la misa solemnis. Por otro lado, Beethoven era un hombre solitario, que nunca se casó y que, probablemente resolvía sus necesidades sexuales con sexoservidoras, situación de alto riesgo para contraer hepatitis B o C, que producen cirrosis.

La semana pasada un grupo de investigadores principalmente de Alemania, publicaron un extenso y muy interesante estudio sobre el análisis del DNA del compositor, que lograron hacer a partir de cabellos de Beethoven que fueron cuidadosamente conservados desde su muerte (doi.org/10.1016/j.cub.2023.02.041). La mayor parte del estudio se concentra en demostrar de diversas formas que el DNA estudiado corresponde, en efecto, al del maestro. Los dos resultados más importantes a mi juicio son los siguientes. En el cabello de Beethoven se encontró evidencia clara de la presencia del virus de hepatitis B y su genoma revela que era homocigoto para ciertos polimorfismos en los genes PNPLA3 y HFE que son los de más riesgo para cirrosis por alcohol, lo que puede explicar daño hepático, sin ser un consumidor tan intenso. Luego entonces, el daño hepático fue causado por el virus B y potenciado por el consumo de alcohol.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM

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