Opinión

Improvisación aérea: profecías que se cumplen

El compromiso público –nacional e internacional- del Gobierno Federal era que el Nuevo Aeropuerto Internacional de Texcoco (Ciudad de México) entraría en operaciones el 20 de octubre del año 2020, es decir, con sus números redondos, hace un año y medio. A partir de ese momento, los vuelos del aeropuerto Benito Juárez serían completa y absolutamente suspendidos porque, dada la nueva ubicación, ocuparían el mismo espacio aéreo (el mismo “cono de aproximación”) y sus vuelos, mutuamente se entorpecerían.

CUARTOSCURO/

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Daniel Augusto

Era algo lógico y racional, fruto de un mínimo estudio y planeación a cargo de los profesionales que saben de aeronáutica. En cambio, el Felipe Ángeles, no tuvo esa suerte. En lugar de despejar los cielos para seguridad de todos -pasajeros, tripulación, vecinos de la zona- se les ordenó “rediseñar el espacio aéreo” en un territorio reducido y reinterpretado para la gran mayoría de vuelos. La ruta de despegue y de aterrizaje debieron ser modificadas. Los problemas estaban cantados.

De esa “orden” se desprenden los frecuentes sucesos que, de un año para acá, han sido documentados por el Sindicato de Controladores Aéreos: “por lo menos 30 reportes de incidentes aéreos… desde hace un año que inició el rediseño, tenemos datos con fecha e identificación de las aeronaves”, a decir de José Alfredo Covarrubias, secretario general del Sindicato de controladores (El Financiero, 9 de mayo, 2022). No solo eso: el mismo controlador “detalló que hay más de 100 incidentes, no todos reportados, registrados a partir de marzo del año pasado, algunos más graves que el ocurrido el sábado, cuando una aeronave de Volarís tuvo que realizar un procedimiento de ida al aire ante la presencia de otro avión que se encontraba en la misma pista”.

El asunto no es solo nacional; como documentó La Crónica de Hoy, desde el 6 de mayo en primera plana: “La Federación Internacional de Asociaciones de Pilotos de Líneas Aéreas (IFALPA, por sus siglas en inglés) advirtió a sus agremiados sobre los riesgos de seguridad en su aproximación al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), derivado del rediseño del espacio aéreo a partir de la apertura del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA)… se ha tenido conocimiento de varios incidentes relacionados con aeronaves llegando a la Ciudad con estados bajos de combustible por espera no planificada, desvíos por exceso retrasos y alertas significativas de GPWS en las que una tripulación casi tuvo un vuelo controlado hacia Terreno (CFIT)”. La apertura mal planeada del AIFA “ha provocado nuevas complicaciones para los controladores aéreos, que al parecer recibieron poca capacitación y apoyo para operar un complicado rediseño del espacio aéreo”.

Debo decir que todo esto se había advertido desde hace casi siete años. Desde la exploración de las posibilidades, costos y beneficios de trasladar el aeropuerto a Texcoco, desde la Secretaría de Desarrollo Económico del gobierno de la Ciudad de México presentamos dos estudios “La opinión de la Ciudad” que advertían de los graves riesgos de la precipitación y la improvisación en esta materia (https://bit.ly/3LY3ZsM; https://bit.ly/3ynWyHf).

Transcribo esta pequeña profecía: “Actualmente (2015) cada 58 segundos despega o aterriza un avión en el aeropuerto internacional Benito Juárez. Esto ya representa un riesgo cotidiano para los habitantes del oriente de la Ciudad, empobrecidos ya por la cancelación de desarrollo urbano a que lo condena la presencia de ese aeropuerto. Dada la densidad poblacional y las frecuencias de los vuelos, parece desaconsejable las pretensiones de contar con dos aeropuertos que operen simultáneamente en el mismo cono de aproximación aérea”.

Tuvimos la oportunidad de contar con uno solo, más grande y actualizado aeropuerto, fuera de los terrenos densamente poblados y urbanizados. Pero el Presidente López Obrador decidió otra cosa. Como al inicio de la pandemia, apenas estamos viendo las consecuencias.