Opinión

¿Es la informalidad?

Le oí decir a Santiago Levy en una de sus presentaciones elocuentes que así como hay que realizar la crítica de la transición democrática y de la vida democrática que le siguió, en el siglo XXI, hay que realizar lo propio con el modelo económico que, para todo fin -para bien y para mal- acompañó a nuestra democracia.

Con ese propósito, la Revista Nexos y su infatigable director han hecho bien al otorgar centralidad y relevancia al ensayo “¿Qué falló? México 1990-2023” porque ese texto representa una condensación y una decantación de un pensamiento económico, al mismo tiempo imaginativo y riguroso, cargado de cifras y datos y que se esfuerza en su propia autocrítica.

Impresiona especialmente la originalidad de tres hilos conductores de este trabajo. Primero, la descripción de la dinámica empresarial mexicana entre siglos y sus zigzagueos de destrucción y creación a lo largo de los ciclos económicos. En segundo lugar, el seguimiento de la trayectoria laboral de los trabajadores en México en una suerte de biografía del trabajo nacional (cómo me encantaría ver esa base de datos). Y en tercer lugar, la evaluación y la descripción de la continuidad básica que nos ha ofrecido la estrategia seguida de 2019 a la fecha y que representa una gran continuidad del modelo “neoliberal” cosa que contribuye a clarificar la economía del siglo XXI en México. Esencialmente, y por mucho que se invoquen transformaciones, hemos estado en las mismas, desde Fox, hasta López Obrador.

El país no está utilizando el talento que está generando su sistema educativo y eso es un problema del mercado, explicó Santiago Levy Algazi durante su ponencia en el IMCO.

El país no está utilizando el talento que está generando su sistema educativo y eso es un problema del mercado, explicó Santiago Levy Algazi durante su ponencia en el IMCO.

Quisiera resumir el nutritivo planteamiento de Levy y López Calva en algunos bullets lapidarios:

En los años ochenta del siglo pasado, México cambió radicalmente sus políticas de desarrollo económico. De manera desesperada quería recuperar su estabilidad perdida.

En los ochenta y en los primeros noventa tuvo que poner freno a la inflación, tuvo que renegociar la agobiante deuda externa y tuvo que replantear su arreglo distributivo interior.

Luego del cataclismo de 1994, México se volvió un país más estable, el petróleo fue perdiendo peso en las cuentas generales y en su lugar se instaló una inmensa línea de fabricación y manufactura como nunca habíamos tenido.

La idea era que, al liberalizar, al disminuir el papel del Estado en la economía, desplegando una reforma aquí y otra reforma allá, el crecimiento llegaría “naturalmente”, impulsado por las fuerzas del mercado.

Acompañando esa obra se instauraron programas contra la pobreza que intentaron paliar al continente de perdedores del cambio estructural.

Las políticas de salud y educación, hicieron que la esperanza de vida creciera en 6 años y que la escolaridad del mexicano alcanzara 10 años en promedio, para 2018.

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Llegó un cúmulo de inversiones y de estructuras de exportación norteamericanas, en un tiempo y monto que rebasó cualquier experimento similar en América Latina.

¿Resultado? México creció a menos de la mitad de las décadas del desarrollo estabilizador. La desigualdad se acentuó y el salario promedio no aumentó.

Este es el centro de la preocupación del ensayo. Pese a todos los cambios, las nuevas condiciones, las reformas estructurales en treinta años, la productividad general no creció.

Abajo del trópico de Cáncer, pervivió poca competencia económica, una inmensa economía informal y un Estado de derecho endeble.

El resultado para nuestros autores es que el principal enemigo de la productividad y del crecimiento, es la informalidad, factor que explica el estancamiento económico de dos generaciones.

Volveremos con el tema.