Opinión

La inteligencia artificial y los idiomas

El avance de la tecnología nos dice, con toda claridad, que la inteligencia artificial autogenerada será una herramienta cada vez más usada y más influyente para el futuro de la humanidad.

Uno de los aspectos en donde, aparentemente, la IA está más avanzada es el lenguaje y la traducción. Comparemos simplemente los traductores en internet hace 20 años con los de hoy.

Hace dos décadas, los más jóvenes no lo saben, uno de los entretenimientos en línea era tomar una frase literaria, traducirla al inglés, retraducirla al español, luego traducirla un tercer idioma y luego de vuelta al español. Te salía una jeringonza inentendible. O no, pero pasabas de “en un lugar de La Mancha” a “in a place of a spot” y, tras unas tres rondas, pasando por el serbio y el húngaro, a “en el instante”. Hoy en día, sin necesidad de la IA, se pueden sacar traducciones bastante aceptables.

Con la Inteligencia Artificial hemos llegado a un escalón superior. Uno puede grabar un video en español y sacar una copia en la que aparece, diciendo lo mismo, en un muy correcto turco, malayo o alemán. No sólo eso, la IA hace que los labios se muevan de acuerdo con las palabras pronunciadas, no como en las series dobladas de televisión. Supongo que uno podría subir un video y producir a un Jorge Luis Borges hablando de sus sueños en perfecto chino mandarín.

Eso de la perfección es relativo. Por ahora, el programa hace que la voz se exprese en la versión standard del idioma. El alemán o el chino mandarín serán parecidos a lo que normalmente escucha uno en la televisión, con lo más cercano a un acento neutro, sin inflexiones locales ni jerga dialectal propia (en español hay versiones castellana, mexicana y argentina, pero sin regionalismos ni argot). En otras palabras, el chino que escuche a Borges por IA pensará que es un señor que aprendió a hablar correctamente el mandarín, pero no lo sentirá propio.

La inteligencia artificial traductora también funciona con los subtítulos. Hay programas que permiten que, mientras alguien habla en un idioma, durante una conversación en línea, aparezcan -prácticamente en tiempo real- subtítulos con lo que expresó, pero en el idioma escogido por el usuario. Así, una junta de negocios o entre científicos de diversos países, puede desarrollarse sin necesidad de traductores. Habla el experto japonés y el usuario parisino lee en francés lo que está diciendo.

Es pensable que, en relativamente poco tiempo, se desarrollarán lentes que nos permitan leer, en subtítulos de nuestro idioma, lo que la señorita lituana nos está diciendo. Y años más tarde, nos podremos poner un pequeño audífono que nos traduzca inmediatamente del árabe, del griego o del urdu la conversación que estamos teniendo.

¿Quiere decir esto que ya no servirá aprender otras lenguas? ¿Qué será innecesario? ¿Qué podemos vivir mejor que gringos monolingües, pero sin siquiera saber inglés, porque la inteligencia artificial hará todo por nosotros?

Debo decir que lo dudo mucho.

Efectivamente, hay algunos empleos amenazados por este tipo de inteligencia artificial. Y, en algunos casos, la habilidad de poder expresarse en varios idiomas ya no va a tener tanto peso a la hora de obtener un trabajo. Pero serán la excepción, más que la regla. Y el gusto y necesidad de aprender otras lenguas se mantendrá.

Me explico. A la inteligencia artificial le va a costar muchísimo trabajo llegar, si es que alguna vez llega, expresarse de manera natural, como dijera Perogrullo.

Si hoy vemos los distintos chats de IA, encontraremos dos cosas: una es que tienden a expresarse como ordenaría un viejo jefe de redacción a un reportero bisoño: sujeto, verbo, complemento, punto y seguido; sujeto, verbo, complemento, punto y seguido; sujeto, verbo, complemento, punto y aparte. El viejo jefe de redacción añadía: “si le vas a poner comas o adjetivos, primero consúltame”. El resultado es un texto chato, poco atractivo, apenas cumplidor. Eso sí, sin erratas y casi sin faltas de ortografía o errores de número o género. La otra, que no hay creatividad alguna, y sí, cierta monotonía. ¿Qué falta? Falta la chispa, el ingenio elemental, la gracia propia de los humanos. La AI está bien para escribir un reporte básico de una oficina, pero no para charlar.

Eso nos lleva al segundo bloque de preguntas. Un idioma a veces se aprende por necesidad o por utilidad, pero normalmente se aprende también por gusto. Por el placer de poder expresarse de otra manera, por el deleite de hacer sonar las palabras de otra forma y, sobre todo, por la posibilidad que da de adentrarse en otras culturas y otras formas de pensar. Uno encuentra una chispa, un lumen, en los ojos de las personas que ven que estás intentando, bien o mal, hablar en su idioma. Ven que estás tratando de conocerlos. Y así se crean lazos. Por eso siempre habrá mucha gente que busque aprender otro idioma.

Escribía Anthony Burgess: “el idioma es mágico; es poderoso, aunque invisible; es luz en la oscuridad”. Decía que hay frases coloquiales que parecen no tener sentido, pero que “son la cálida y cómoda materia de la compañía humana”. La promoción de la calidez humana que tienen los idiomas es tan importante como su aspecto de comunicación entre emisor y receptor. Y eso no lo va a hacer nunca -o esa es mi esperanza- la inteligencia artificial.

Esa calidez humana es la que deseo para los lectores en estas fiestas navideñas y para el Año Nuevo.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaezr