Opinión

El lado obscuro de la luna

Los editoriales que escribo en este Diario tienen en común que tratan temas de medicina y ciencia, con la intención de divulgar el conocimiento médico. Pero, de vez en cuando me encuentro con algún tema no científico que me parece razonable comentar. En esta ocasión, presento uno musical que, por su trascendencia en la vida de muchas personas, me parece digno de traerlo a este espacio.

La semana pasada, se cumplieron 50 años del lanzamiento del disco conocido como “Dark side of the moon” (el lado obscuro de la luna) del grupo británico Pink Floyd. Este disco es un referente para mi generación y varias que le siguieron. Fue grabado en los estudios Abbey Road en Londres, entre mayo de 1972 y enero de 1973 y capturado, de forma excepcional, por el ingeniero en sonido Alan Parsons. Fue el primer disco de la banda cuyas letras fueron completamente escritas por Roger Waters y que presentaba una reflexión sobre tópicos como la pérdida del tiempo (Time), la muerte (The Great Gig in the Sky), el poder (Money), la guerra (Us and Them) y la psicosis (Brain Damage). Para mí, The great gig in the sky es una canción que, solo con vocalizar, dice más que la mayoría de las canciones que conozco.

Disco “Dark side of the moon”

Disco “Dark side of the moon”

La portada del LP fue diseñada por Storm Thorgerson de la firma de diseño Hipgnosis, presentaba la difracción de la luz por un prisma. En contraste con lo que normalmente sucede, en la portada no venía el nombre del grupo, ni de las canciones. Si comprabas ese disco es porque sabías antes de quien era o de que se trataba. La imagen se volvió icónica.

Dark side of the moon es el disco que ha estado por más tiempo en las listas de Billboard. Tomando en cuenta todas las veces que ha entrado, acumula más de 950 semanas en total (18.2 años). Entró por primera vez en 1973 y permaneció en la lista durante 724 semanas consecutivas. Es decir, ingresó al Billboard cuando yo estaba en primero de secundaria y salió de la lista cuando terminaba la residencia de medicina interna.

Recuerdo vívidamente el día que lo escuché por primera vez en casa de un amigo. En la adolescencia temprana, eran los hermanos mayores de tus amigos los que te introducían a la nueva música. Minutos después de que cayó la aguja en el vinil, supe que estaba escuchando algo diferente y muy superior a todo lo que había experimentado en mi vida. Esa calidad de sonido nunca la había percibido. Una cohesión entre los diferentes tracks del disco que no había experimentado. No eran canciones aisladas, era un concepto musical redondo. Una relación entre el sonido y el silencio que era diferente a los ritmos a los que estaba acostumbrado. Se abrió para mí un mundo completamente nuevo y supe desde ese momento que esta sería mi banda preferida. Esperé después con emoción los lanzamientos de Wish you were here (1975), Animals (1977), The Wall (1979), The Final Cut (1988), A momentary lapse of reason (1987) y Division Bell en 1994, año en que pude escucharlos en vivo en el Foro Sol y, para mi fortuna, en compañía de mi hijo mayor.

El inicio del grupo en los 60s había sido con música muy psicodélica y guiada por uno de sus fundadores llamado Syd Barrett, quien tuvo problemas serios por el consumo de LSD y, como se dice coloquialmente, “se perdió en el viaje”, que quiere decir, que perdió mucho de su contacto con la realidad, condición con la que vivió aislado hasta su muerte en 2006. El disco “Desearía que estuvieras aquí” del 75 está dedicado a él. Por esta razón, la música de Pink Floyd en mi entorno fue satanizada como “música de drogadictos”, refiriéndose a que era música hecha por y para drogadictos. Además, no tenía un ritmo que invitara al baile, lo que en la década de los 70s dominaba la música pop. El argumento de uno de mis cuñados para demostrar que la música de la banda no podía ser buena era “que no la tocaban en el radio”. Ya en este siglo, una mañana en Acapulco escuchaba Shine on your crazy diamond, del disco de Whish you were here, cuando una de mis hermanas salió a la terraza y me dijo: qué bonita música, ¿de quién es?, se sorprendió con la respuesta. En ese mismo viaje, al regresar a la ciudad de México con mi papá, que ya estaba en sus meses finales, puse Dark side of the moon en la carretera. Cuando terminó, me preguntó: ¿Qué era eso que escuchábamos? Le dije, era Pink Floyd pa y replicó: pues está muy bonito. Una característica de los grandes artistas es que se adelantan a su tiempo. Cuando Stravinski estrenó La consagración de la primavera en 1913 en París (hoy considerada la mejor obra clásica del siglo XX) fue expulsado de la sala de conciertos por la reacción negativa del público.

Eclipse, el track final, es una oda a la vida, su filosofía y su realidad. Resume todas tus experiencias. “Todo lo que tocas, lo que vez, lo que pruebas, lo que sientes, todo lo que amas y lo que odias, lo que desconfías y lo que ahorras. Todo lo que das, tratas, compras, ruegas, pides prestado o robas. Todo lo que creas, destruyes, haces o dices. Todo lo que comes, a quienes conoces, con quienes luchas. Todo es ahora, todo se ha ido y todo está por venir”. Y, finaliza diciendo “y todo bajo del sol está en sintonía, pero el sol está eclipsado por la luna”, como diciéndote, todo esto está a tu alcance, pero eres tú mismo el que te saboteas para obtenerlo.

Escuchar Dark side of the moon en 1973 para mí fue un parteaguas. Sin saberlo, en ese momento marcó el inicio de mi transición de la música pop a la clásica. Me permitió descubrir la sensación que te da cuando el sonido que escuchas te llega a lo más profundo. Sin Pink Floyd, no tendría la relación que tengo ahora con Gustav Mahler y muchos compositores más.

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Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

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