Opinión

León Tolstoi: aforismos para los tiempos de guerra

Al final de su vida León Tolstoi reunió un volumen de más de 500 páginas con aforismos, citas y otras brevedades de la reflexión filosófica, en su mayor parte de su autoría, pero también tomadas de otros escritores y filósofos tanto occidentales como orientales, e incluso seleccionó un texto del poeta Nezahualcóyotl. El libro se publicó en 1911, un año después de su muerte, con el título: El camino de la vida.

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Le debemos a la traductora Selma Ancira y al Fondo de Cultura Económica una selección de estos aforismos reunidos en un pequeño volumen publicado en 2019. Recupero ahora, de cara a la guerra en Ucrania, 12 aforismos el escritor ruso para tratar de imaginar cuál habría sido su reacción frente al temperamento bélico y genocida de Vladimir Putin.

1. A las personas soberbias no les basta considerarse a sí mismas superiores a las demás, sino que consideran superior también a su pueblo: el alemán al alemán, el ruso al ruso, el polaco al polaco, el judío al pueblo hebreo. Y si la soberbia individual es dañina, el orgullo nacional es infinitamente más nocivo. Por su causa han muerto y mueren millones y millones de personas.

2. Considerarse mejor que el resto de las personas es malo y es estúpido, eso lo sabemos. Considerar que nuestra familia es mejor que las demás es aún peor y más estúpido todavía; pero a menudo no sólo no nos damos cuenta, sino que vemos en ello un mérito particular. Considerar a nuestro pueblo como el mejor es lo más estúpido que pueda existir. Y, sin embargo, esto no sólo no se considera malo, sino que se considera como una gran virtud.

3. La estupidez puede existir sin la soberbia, pero la soberbia no puede existir sin la estupidez.

4. Las personas soberbias hacen lo que harían los viandantes si, en vez de caminar a pie, fueran montados en zancos. Sobre los zancos estás más alto, y el fango no te ensucia, y tus pasos son más largos, pero la desgracia está en que si vas con zancos no llegarás muy lejos, y además corres el peligro de caerte en el barro y de que la gente se ría de ti y de quedarte rezagado. Lo mismo ocurre con los soberbios. Se quedan atrás de aquellos que no se elevan artificialmente por encima de su estatura y, además, a menudo caen de sus zancos siendo objeto de burla.

5. Una de las causas principales de las desventuras de los hombres es la creencia errónea de que algunas personas pueden organizar y mejorar la vida de otras recurriendo a la violencia.

6. El peor daño causado por la superstición según la cual se puede organizar la vida de los otros utilizando la violencia está en el hecho de que, en cuanto un hombre admite la posibilidad de ejercer la violencia sobre otro hombre en aras del bien de todos, ya no hay límite al mal que puede llegar a cometerse en aras de esa misma suposición. En dicha superstición se basaban en tiempos pasados las torturas, las inquisiciones, la esclavitud, y en nuestro tiempo los juicios, las cárceles, las ejecuciones, las guerras en las que pierden la vida millones de personas.

7. Nuestra vida sería maravillosa si fuéramos capaces de ver aquello que arruina nuestra felicidad. Y aquello que arruina nuestra felicidad es, sobre todo, creer que la violencia puede darnos felicidad.

8. Los poderosos del mundo les parecen grandiosos únicamente a las personas que están de rodillas frente a ellos. Basta con que la gente deje de estar de rodillas y se ponga de pie para que vea que aquellos que le parecían grandiosos son personas exactamente iguales a ellos.

9. ¿Acaso existe algo más absurdo que el que un hombre tenga el derecho de matarme porque vivo al otro lado del río, y su soberano está peleado con el mío, aunque yo no haya pensado pelearme con él?

10. Un hombre no sólo no tiene ningún derecho a disponer de la vida de muchos hombres, sino que muchos hombres no tienen derechos a disponer de la vida de un solo hombre.

11. “Si mis soldados comenzarán a pensar, ni uno solo se quedaría en el regimiento”, solía dedir el Rey Federico II.

12. Con cuánta frecuencia encontramos a gente que condena la guerra, las cárceles, todo tipo de violencia, y al mismo tiempo participa activamente de las cosas que condena. El hombre de nuestro tiempo, si no quiere actuar de manera inmoral, debe pensar muy atentamente en estas cuestiones que parecen inofensivas, y en las que se le exhorta a participar. Por ejemplo, si se come una albóndiga, el hombre debe estar consciente de que dicha albóndiga está hecha con el cuerpo de un carnero muerto; lo mismo al recibir su salario en una fábrica de armamento o de pólvora, o si trabaja como oficial o como funcionario recaudando impuestos, debe saber que el salario que recibe lo recibe por su participación en las preparaciones para el asesinato o la incautación a la gente pobre del producto de su trabajo. En nuestro tiempo, los crímenes más grandes y más nocivos no son los que se cometen de cuando en cuando, sino los que se cometen incesantemente y no se consideran crímenes.