Opinión

México-EEUU 200 años, la visión de Octavio Paz (segunda parte)

En 1978 se cumplía una década de la renuncia de Octavio Paz como embajador de México en la India en protesta por la matanza de Tlatelolco. Desde hacía poco menos de dos años se encontraba al frente de la revista Vuelta, en la cual continuó su trabajo como editor tras el cierre de la revista Plural por la crisis de Excelsior; y estaba a unos meses de publicar en México su libro de ensayos El Ogro Filantrópico, en el que prolongaba sus reflexiones previas sobre la historia y la política de México, la política internacional, el papel del Estado, y las relaciones entre el poder y los intelectuales.

Era ya, por mucho, una de las voces críticas de mayor influencia y credibilidad no solo en México y en el ámbito iberoamericano, sino también en los círculos intelectuales y académicos de Europa y Norteamérica. No hemos vuelto a tener -acaso con la excepción de Carlos Fuentes- una figura mexicana de esa dimensión. De ahí la relevancia y el peso que tuvo el hecho de que fuera Octavio Paz quien inaugurase el ciclo de conferencias en el prestigioso Meridian International Center de Washington, en las que un grupo muy destacado de intelectuales y académicos mexicanos ofrecieron su visión del México contemporáneo. Lo hicieron ante un muy selecto auditorio de las elites políticas, mediáticas e intelectuales de los Estados Unidos. Una extraordinaria presentación de la vital complejidad histórica, política, económica, social y cultural nuestro país. Una carta de presentación inmejorable dirigida a una audiencia que tradicionalmente sumaba desconocimientos, prejuicios y aún desprecio por su vecino del sur.

Comparto en esta segunda entrega, otros fragmentos de aquella conferencia magistral de Octavio Paz en las que repasó a grandes pinceladas, pero con una mirada crítica y propositiva, el pasado y el presente de las relaciones entre México y Estados Unidos:

“La diferencia central, desde el punto de vista de evolución histórica de las dos sociedades (la mexicana y la estadunidense), reside a mi modo de ver en lo siguiente: con la Reforma, crítica religiosa de la religión y antecedente necesario de la Ilustración, comienza el mundo moderno; con la Contrarreforma y el neotomismo, España y sus posesiones se cierran al mundo moderno”.

“Por razón de su origen y de su historia intelectual y política, los Estados Unidos son una sociedad orientada hacia el futuro. (…) El fundamento de la nación no está en el pasado sino en el porvenir. Mejor dicho: su pasado, su acta de fundación, fue una promesa de futuro y cada vez que los Estados Unidos regresan a su origen, a su pasado, redescubren el futuro.”

“La orientación de México, como se ha visto, fue la opuesta. La utopía (de la Revolución Mexicana) no consistía en construir el porvenir sino en regresar al origen, al comienzo”.

“En el siglo XVII la sociedad mexicana era más rica y próspera que la norteamericana. Esta situación se prolongó hasta la primera mitad del XVIII. Para comprobarlo basta con dar un vistazo a los monumentos y edificios de las ciudades de entonces: México y Boston, Puebla y Filadelfia. En menos de cincuenta años todo cambió. En 1847 los Estados Unidos invaden México, lo derrotan y les imponen terribles y onerosas condiciones de paz”

“La crisis (actual) de los Estados Unidos afecta al fundamento mismo de la nación, quiero decir, a los principios que la fundaron. Dije ya que hay un leit-motif que corre a lo largo de la historia norteamericana, desde la época de las colonias puritanas de Nueva Inglaterra hasta nuestros días: la tensión entre libertad e igualdad. Las luchas de los negros, los chicanos y otras minorías no son sino una expresión de este dualismo. A esta contradicción interna corresponde otra externa: los Estados Unidos son una república y son un imperio”.

“En un ensayo escrito hace algunos años señalé que la primera de estas contradicciones (la interna entre igualdad y libertad) se resolvió en Roma con la supresión de la libertad; el cesarismo fue, al principio, una solución igualitaria que, como todas las soluciones por la fuerza, acabó también por suprimir la igualdad. La otra contradicción causó la ruina de Atenas, la primera república imperial de la historia”.

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“La sociedad colonial norteamericana fue una sociedad libre e igualitaria pero exclusiva. Fieles a sus orígenes, lo mismo en su política interior que en la exterior, los Estados Unidos han ignorado siempre al otro. En el interior al negro, al chicano o al portorriqueño; en el exterior: a las culturas y sociedades marginales”.

“Hoy los Estados Unidos se enfrentan a enemigos muy poderosos pero el peligro mortal no está fuera sino dentro: no es Moscú sino esa mezcla de arrogancia y oportunismo, ceguera y maquiavelismo a corto plazo, volubilidad y terquedad, que ha caracterizado a su política exterior en los últimos años y que recuerda extrañamente a la del Estado ateniense en su disputa con Esparta”.

“Para vencer a sus enemigos, los Estados Unidos tienen primero que vencerse a sí mismos: regresar a sus orígenes. Pero no para repetirlos sino para rectificarlos: el otro y los otros —las minorías del interior tanto como los pueblos y naciones marginales del exterior— existen. Si los Estados Unidos han de recobrar la entereza y la lucidez, tienen que recobrarse a sí mismos y para recobrarse a sí mismos tienen que recobrar a los otros: a los excluidos del Occidente”.

Las conferencias de Paz, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, Antonio Carrillo Flores, Porfirio Muñoz Ledo, Bernardo Sepúlveda Amor, Olga Pellicer, Víctor L. Urquidi, Luis Unikel, Mario Ojeda, Samuel del Villar, y Jorge A. Bustamante, se recogieron un año después en un volumen ya olvidado de El Colegio de México titulado simplemente: Visión del México Contemporáneo. Valdría la pena reeditarlo, no menos que organizar un ciclo similar con las voces críticas mexicana de mayor prestigio e influencia internacional del presente.

Visión del México Contemporáneo.

Visión del México Contemporáneo.