Opinión

“Va por México” y López Obrador

El jueves de la semana pasada se anunció el relanzamiento de la alianza “Va por México”, formada por el PAN, PRI y PRD. Sus respectivos dirigentes, es decir, Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano, afirmaron que se logró un acuerdo para que el PRI postule candidatos a las gubernaturas del Estado de México y Coahuila, en tanto que el PAN llevará mano en la postulación del candidato a la presidencia de la república y a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

Cuartoscuro

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Estoy de acuerdo con Macario Schettino en que esta recuperación del bloque opositor no hubiese sido posible sin el avance electoral que la oposición, unida, logró en las elecciones del 6 de junio de 2021, y gracias a la gran manifestación ciudadana del 13 de noviembre. En consecuencia, estos tres partidos coaligados deben tomar en cuenta a la sociedad civil. No pueden repetir las viejas prácticas cupulares. Si verdaderamente quieren frenar el intento autoritario de Andrés Manuel López Obrador, deben abrirse a la participación ciudadana tanto en sus demandas como en la inclusión de candidatos a puestos de elección popular provenientes de las diversas organizaciones no gubernamentales. Solos no lo van a poder hacer; están destinados al fracaso.

Ciertamente, en el Estado de México, llevando como abanderada a Alejandra del Moral, y en Coahuila, teniendo como candidato a Manolo Jiménez, ya se formaron las respectivas coaliciones electorales opositoras; sin embargo, para 2024, cuando se postule la candidatura presidencial por parte de la oposición, deberá presentarse una coalición de gobierno, no tan sólo electoral, vale decir, una opción distinta de la que hasta ahora ha ofrecido Morena y la 4T. Por muy carismática que sea la figura de un líder de oposición, eso no basta para enfrentar exitosamente el proyecto transexenal del obradorismo. Hay que elaborar un programa de amplio respiro para la reconstrucción del país; llevar a cabo consultas con los diversos sectores sociales, en todo el territorio nacional, y también con nuestros compatriotas avecindados en el extranjero. Dicho en pocas palabras: ser incluyentes.

Todo lo contrario de la política excluyente e intolerante que ha practicado López Obrador, su séquito y sus seguidores, la mayoría de los cuales se han fanatizado al grado tal que han convertido en dogma la palabra del “Mesías tropical”. Esto es producto del ambiente de confrontación que ha implantado el hombre de Macuspana, y que va de acuerdo con los cánones populistas. Por el contrario, la política democrática consiste en la tolerancia, el entendimiento, el diálogo y la construcción de acuerdos.

Afortunadamente, durante el proceso de transición a la democracia que inició, por lo menos, en 1968 y tomó cuerpo con la reforma política de Jesús Reyes Heroles, en 1977, la democracia en México sí se ha vuelto una costumbre social. En consecuencia, por muchos desplantes, insultos y argucias que profiera e intente AMLO, la democracia en nuestro país sigue viva. Así lo demostró la derrota que sufrió la 4T con el fracaso de imponer a la señora Yasmín Esquivel como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En su lugar quedó una verdadera jurista honorable y de larga trayectoria en el poder Judicial, Norma Piña. Este hecho demostró que López Obrador no es invencible.

Vale la pena resaltar que el jefe del Ejecutivo descalificó el acuerdo entre el PAN, PRI y PRD. Si bien el tabasqueño reconoció que los tres partidos están en su derecho de coaligarse, cuestionó sus objetivos: los acusó de querer retornar a los tiempos de la corrupción y el desvío de recursos públicos. El señor presidente sostuvo: “Quieren regresar por sus fueros, quieren que regrese el régimen de corrupción, de injusticia, de privilegios.” Y añadió: “Se están agrupando, son gente con mucho dinero que se han beneficiado de la política neoliberal o neoporfirista, que se impuso durante mucho tiempo y que quedaron malacostumbrados, y nosotros lo que les decimos es que se vayan a robar más lejos o que ya se acabó la robadera.” Destacó que esa coalición busca frenar la transformación. Es un bloque conservador, reaccionario “y desde luego que van a buscar, como lo han venido haciendo, detener el proceso de transformación que estamos llevando a cabo los mexicanos…” (Reforma, 14/1/2023).

Las palabras de López Obrador esconden una retórica engañosa o, de plano, mentirosa. En primer lugar, no todos los mexicanos estamos de acuerdo con su “proyecto de transformación”. Recurre a lo que en latín se llama “pars pro toto”. Es una técnica para engañar a los interlocutores haciéndoles creer que está hablando a nombre de todos los miembros de una comunidad, cuando en realidad lo está haciendo tan sólo a nombre de una parte.

López Obrador habla del “proyecto de transformación”. La verdad es que su intención es erradicar la democracia mexicana e imponer una dictadura al estilo de las que ya operan en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Andrés Manuel López Obrador se da baños de pureza cuando dice “se acabo la robadera”; pero eso no es cierto. Simplemente pensemos en: el video escándalo de Pío López Obrador; la falta de solución a la Estafa Maestra; el hacerse de la vista gorda con el caso Odebrecht; la lujosa casa de José Ramón López Beltrán en Houston; los 10 mil millones de pesos desfalcados a Segalmex; la triangulación de dinero de la Conade; las casas de Manuel Bartlett; los negocios del hijo de Manuel Bartlett con el IMSS, y el sinnúmero de adjudicaciones directas. Y lo que se dio a conocer en el libro de Elena Chávez, “El Rey del Cash.”

La robadera sigue, mientras que el autoritarismo se agudiza.

Como decía Octavo Paz: “A otro perro con ese hueso.”