Opinión
México no es Perú
David Gutiérrez Fuentes

México no es Perú

1Tiene razón el presidente cuando afirma que México es uno de los países más politizados del mundo. En algunos momentos puse en duda esa afirmación porque atropellos iban y venían y el Tigre, después de 1968 y salvo en ciertos momentos decisivos, despertaba: como en el fraude de 1988, el desafuero de AMLO, el fraude de 2006 y el crimen de Estado de los estudiantes de Ayotzinapa.

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Sin embargo ni los gasolinazos de Calderón, EPN, ni sus devaluaciones que impactaban directamente en el bolsillo, ni la condonación millonaria de impuestos a la gente más rica del país, ni la desaparición de Luz y Fuerza del Centro, ni la estafa maestra que tiene modelos operativos provenientes desde el foxismo con renovadas sorpresas y tantas otras canalladas cometidas que debilitaron el Estado parecían ser suficientes para que la gente les parara un alto a estos sátrapas que gobernaban para un puñado de familias que incluso en el actual gobierno no han dejado de ganar porque el país mantiene una estabilidad económica sin deuda pública. Este elemento de contraste está conectado de manera directa con la toma de conciencia política que aprueba la actual gestión pese a la avalancha de mentiras, noticias falsas e insultos que se profieren desde una oposición Kamikaze.

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A mí me parece que hay tendencias cíclicas de movilización frente al atropello y en lo que definitivamente tiene razón nuestro presidente es que vivimos uno de los momentos históricos más interesantes de la vida pública de México llamado Cuarta Transformación.

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Existe un golpeteo diario contra la 4T impulsado por algunos cortos de miras, algunos colaboracionistas y la corte orgánico intelectual que aplaudió el golpe en Bolivia, empujó la “presidencia” de Guaidó en Venezuela y está de plácemes con la caída del presidente de Perú, Pedro Castillo, debido a su ingenuidad política y los “consejos” de sus “colaboradores” más cercanos. Este golpeteo es resultado de la guerra híbrida que busca debilitar a la cuarta transformación que aunque lo es, va mucho más allá de un plan de gobierno. Lo que no entienden muchos o si lo hacen no lo dicen es que la 4T además de su programa político, sus burocracias y sus “corcholatas”, implica un cambio más estable porque es resultado de la definición política del pueblo de México: el rechazo a la mentalidad neocolonial por la vía democrática y participación en la vida pública del país como quedó demostrado en la marcha del pasado 27 de noviembre. Fuimos millones quienes impulsamos esta transformación y los sabelotodo subvencionados como el siniestro Mario Vargas Llosa, lugar aparte ocupan la mayoría de sus trabajos literarios, lo tienen claro.

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No obstante y ante la etiqueta de “sigues tú López” vale la pena preguntarnos lo que uno de los periodistas de la mañanera le preguntó al propio presidente de la República con otras palabras: ¿Existe la posibilidad de que se instrumente un golpe de estado legalista contra el mandato mayoritario en las urnas, refrendado por las más recientes encuestas, que le dio la presidencia a AMLO y la mayoría en el Congreso? Técnicamente tal vez, políticamente sería suicida, ganas no les faltan a los conductores de medios hegemónicos patrocinados con recursos privados que quieren atrasar el reloj de este despertar de las conciencias. Pero a diferencia de lo que sucedió en Perú, que no alcanza la estabilidad política, que todavía tiene una sociedad profundamente dividida que en uno de sus extremos no tan minoritario como en México se atisban altos grados de racismo, aquí ya se gestó un cambio por más que le digan al presidente populista, dictador, corrupto y todas la zarandajas que los odiadores profesionales propagan por Twitter con la aquiescencia de su nuevo dueño. No saben, y al hacerlo se disparan en el pie, que todos los insultos contra el presidente van contra la base y la militancia de Morena que permite que el movimiento avance ante una oposición postrada, sin candidatos y con probados y lamentabilísimos actos de corrupción como lo que sucedió en la Alcaldía Benito Juárez, caja chica del PAN (“si nos tocan a uno nos tocan a todos”) desde hace varios años.

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A cinco millones de pesos costó la hora de promoción de la etiqueta de odio contra nuestro presidente tras la destitución del profesor Pedro Castillo, son cálculos del analista en redes Alberto Escorcia. Poco ha cambiado con respecto a lo que escribí hace unos meses en un texto llamado “Capitalismo salvaje igual a economía idiota”. Dije y sostengo que “En América Latina muchos países que siguen sometidos a modelos neocoloniales de identidad económica, social y cultural pagaron o pagan las consecuencias. También hay casos de retroceso, como sucede en Perú con el maestro Pedro Castillo que está en el paredón de toda esa derecha enardecida encabezada intelectualmente por Vargas Llosa, con sucursales y tentáculos mediáticos en varios países del mundo. Brasil se salva pese a su ultrarreacionario, y reprobado políticamente, presidente Bolsonaro porque el comercio de ese país es con China. Aunque Vargas Llosa ya sentenció con túnica, corona de laurel y sandalias ortopédicas que ‘Las payasadas de Bolsonaro son muy difíciles de aceptar’, pero que ya cabalgando sobre el potro de la disyuntiva entre Bolsonaro y Lula, nuestro liberal democrático con sellos de la realeza española prefiere al payaso.” El payaso perdió, pero la andanada híbrida contra Lula y su no tan amplio margen de ventaja sobre Bolsonaro nos debe mantener alertas.