Opinión

Saben que sabemos que nos mienten… y siguen mintiendo: 20 años de la gran mentira de Bush

No voy a mentir; desconozco si el autor de la cita sobre la mentira que circula en las redes sociales es del escritor ruso Alexander Solzhenitsyn, a quien se le atribuye y que dice así: "Sabemos que nos mienten. Saben que nos mienten. Saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que saben que sabemos que nos mienten. Y aún así, siguen mintiendo".

Han pasado ya 20 años desde que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ordenó la invasión de Irak, basándose en una mentira: que Sadam Hussein tenía en su poder armas de destrucción masiva.

Bush, sus “halcones” en la Casa Blanca y sus dos peleles internacionales, el británico Tony Blair y el español José María Aznar, sabían que estaban mintiendo y sabían que sabíamos que estaban mintiendo, como alertaron los inspectores de la ONU, que nunca encontraron armas en Irak. Y aún así, siguieron adelante con una invasión que, ciertamente, derribó el régimen de terror del tirano de Bagdad, pero que por la brutalidad de los invasores y su venganza contra los sunitas (la corriente musulmana a la que pertenecía el dictador), en favor de los chiítas, desató una guerra sectaria con centenares de miles de muertos y un odio del que surgió la organización terrorista Estado Islámico.

Poco antes de morir, el exsecretario de Estado de EU, Colin Powell, declaró con pesar que no sería recordado por ser el primer negro que llegaba tan alto en la política estadounidense, sino por la infame mentira que dijo en la sede la ONU. “Será la primera línea de mi obituario”, declaró, arrepentido por no poder dar marcha atrás y no haber evitado la catástrofe humanitaria que ocurrió después.

Powell murió el 19 de octubre de 2021, sin haber pisado una corte por haber dicho que Irak ocultaba armas de destrucción masiva, a sabiendas de que era mentira. Bush (76 años) se morirá sin que sea juzgado por esa mentira y sus consecuencias, como la creación de cárceles secretas donde se torturó a miles de iraquíes. Y esto es así porque la mentira es el arma de destrucción masiva más impune. ¿Por qué es un delito penal mentir ante un juez por cualquier cargo, por menor que sea, y no lo es mentir al mundo ante la sede de la ONU, aunque las consecuencias sean infinitamente más graves?

Es más fácil que un ciudadano estadounidense sea arrestado por una infracción de tráfico (o muera tiroteado por la policía, principalmente si el infractor es negro) a que Donald Trump sea juzgado por difundir la mentira de que Texas está siendo invadido por “violadores mexicanos”, o que sea juzgado Rupert Murdoch, dueño de Fox News, por autorizar que este bulo sea difundido decenas de veces, hasta envenenar la mente del joven Patrick Cassius, quien cruzó el estado el 3 de agosto de 2019 hasta plantarse en El Paso, entrar en un WalMart y disparar indiscriminadamente contra la clientela, con el resultado de 23 muertos, casi todos ellos hispanos.

Y es que en este inexplicable vacío legal, en el que el código penal de la mayoría de países no castiga con dureza o simplemente no castiga la difusión de mentiras potencialmente peligrosas, juegan un papel muy destacado los medios, que se aprovechan de otra anomalía para publicar titulares sensacionalistas, a sabiendas de que, quien lo dice, está mintiendo. 

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Si toda la prensa estadounidense (y también la mexicana) tituló a toda página, cuando Trump se presentó como candidato, “Los mexicanos que cruzan la frontera son unos criminales”, fue porque decir y publicar una mentira no es un delito, ya que, por encima de todo está la libertad de expresión y la libertad de prensa. Y esta es la grave anomalía que sigue sin corregirse: ¿Dónde está el límite a la libertad de expresión?

Resulta cuando menos patético que, con motivo del veinte aniversario de la invasión de Irak, el embajador adjunto de Rusia ante la ONU, Dmitri Polianski, anuncie que su país denunciará la “monstruosa mentira” de EU, cuando hace apenas un año su país invadió Ucrania basándose en dos descaradas mentiras pronunciadas por el presidente Vladimir Putin: que había que “desnazificar” al gobierno de Volodimir Zelenski (judío, por cierto) y que sus tropas estaban cometiendo un genocidio contra los ucranianos de habla rusa del este del país.

El diplomático ruso dijo estar escandalizado por el hecho de que Bush nunca haya sido nunca juzgado por su mentira, cuando en su país, la propaganda oficial —que llama a la guerra “operación especial”— es pura mentira, mientras que quien pretende decir la verdad sobre los crímenes que las tropas rusas están cometiendo contra la población ucraniana va directo a la cárcel.

La mentira es, de hecho, la herramienta más útil para los políticos demagogos y populistas de conseguir lo que quieren o desviar la atención de la opinión pública.

Qué mejor manera para no abordar el grave asunto de la producción y tráfico de fentanilo en México (que está enriqueciendo de manera brutal a los cárteles de la droga) que mentir, como mintió el presidente Andrés Manuel López Obrador el pasado 9 de marzo, cuando aseguró que “en México no producimos ni consumimos fentanilo”.

En un corrosivo editorial, el Chicago Tribune calificó al presidente mexicano de “mentiroso delirante” y le acusó de estar “a la altura de la Gran Mentira de Trump de que le robaron las elecciones presidenciales de 2020”.

"Tal vez las mentiras de López Obrador sean una forma de desviar la atención del fracaso de su enfoque de 'abrazos, no balazos' en la lucha contra los cárteles, que han florecido en gran medida sin control”, reza el editorial, que encabeza con un titular demoledor: “Las mentiras de López Obrador no salvan vidas”.

Y mientras seguimos a la espera de que las mentiras de nuestros políticos tengan consecuencias penales y no sólo en las urnas, hay algunas señales esperanzadoras de que algo está cambiando. Este mismo miércoles, el exprimer ministro británico Boris Johnson tuvo que enfrentarse en el Parlamento a una especie de juicio político por supuestamente mentir cuando dijo que no montó fiestas durante el confinamiento por la pandemia. En juego está que le despojen de su escaño si se demuestra que mintió.

Que cunda el ejemplo.

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