Opinión

La muerte de los héroes

La mitología antigua está colmada de relatos relacionados con los héroes. En una entrega anterior repasé el trabajo del profesor austríaco Otto Rank en el que analiza el mito del nacimiento del héroe. Rank encuentra una asombrosa similitud en la forma y contenido en cómo diferentes culturas narran la llegada a la vida de estos personajes. Desde su nacimiento – y en ocasiones desde antes- el héroe se nos presenta como un ser excepcional que supera las adversidades, por su propia fuerza o con ayuda mágica. Eso lo coloca por encima del resto de los mortales y lo legitima para fundar y dirigir pueblos o naciones. De los héroes famosos recordamos generalmente más sus hazañas y menos sus extravíos o fracasos. Se exaltan sus proezas y se minimizan sus ocasos. ¿Cómo mueren los héroes? se pregunta el profesor en mitología griega de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos García Gual. Para responder a la cuestión en 2016 publicó un pequeño texto con el título: La muerte de los héroes. En éste se describe la forma en que mueren veintitrés héroes y tres heroínas de la mitología griega. A diferencia del relato del nacimiento, no existe un patrón narrativo común cuando se cuentan sus decesos.

García Gual explica que la edad heroica griega, cuando se confeccionan las leyendas de estos personajes, surge entre los siglos XII y VIII a.C. Desde la caída de la cultura micénica hasta la creación del alfabeto griego y la consolidación de las nuevas ciudades alrededor del mar Egeo. La forma primera de difusión fue por tradición oral pero después, en la época clásica, la literatura se encargó del tema, recreando el mito y engrandeciendo a los personajes. La poesía épica ponía el énfasis en la grandeza y la gloria de sus peripecias y triunfos, en tanto que la tragedia solía mostrar el sufrimiento en sus escenas finales. El autor recoge las diversas versiones antiguas y clásicas

A pesar de las variaciones que se hallan en los relatos se puede decir que la mayoría de los héroes mueren jóvenes, sus muertes son crueles o extrañas, generalmente encuentran su final de manera inesperada, son objeto de una emboscada, de una traición o de un lance fatídico. En algunos casos, es la soberbia, la ambición desmedida, o su abultado ego, lo que los conduce a su última aventura.

Los héroes de los mitos más antiguos, anteriores a la Ilíada, son de un marcado individualismo. Los mueve únicamente su grandeza personal y sus aventuras las viven en solitario. Muestran la fuerza extraordinaria que poseen para regodearse como seres superiores. No pelean por una causa común, a veces actúan por encargo de un rey o para defender su propio honor o el de su familia. En ocasiones su arrogancia los conduce a su propio fin. Belerofonte muere fulminado por el rayo de Zeus cuando, ayudado por Pegaso, quiere irrumpir en el cielo para instalarse en el Olimpo como una deidad más. Asclepio muere de la misma forma por desafiar las atribuciones propias de las deidades: resucitar a los muertos. Los hay caprichosos e iracundos como Aquiles, que encontró su fin como resultado de la venganza de Paris o Apolo. Penteo y Orfeo sucumbieron por desafiar imprudentemente el poder y el espacio ritual femenino. Ambos son atacados por una turba de mujeres embriagadas por el poder de Baco o Dionisio. Teseo se ahoga en el mar como su padre Egeo. Heracles se inmola en una pira en lo alto del monte Eta después de caer en la trampa de su enemigo, el centauro Neso. Perseo muere petrificado por la cabeza de la Gorgona. Fue víctima del poder mágico que antes él mismo había utilizado para vencer a sus enemigos. Odiseo cae asesinado por su propio hijo Telégono, engendrado con la ninfa Circe. Edipo, según la recreación de Sófocles, muere de viejo, pero lo hace maldito, ciego y exiliado. Sísifo también muere de viejo después de haber engañado dos veces a la muerte con trampas viles. Es condenado en el Hades para realizar un esfuerzo sin fin, inútil y reiterado. Agamenón es traicionado y asesinado por su esposa, Clitemnestra.

En el caso de los héroes homéricos sus acciones están orientadas a la guerra y están subordinadas a una causa superior. Son guerreros que buscan rescatar a la princesa robada o defender a Troya y están dispuestos a morir por ello. Héctor es el héroe prototipo de la épica de Homero.

A las heroínas que presenta el autor, Clitemnestra, Casandra y Antígona, las motiva la rebeldía contra las reglas establecidas. Mueren por haber subvertido el orden y no aceptar la sumisión y el silencio. Antígona es la más radical: opta por el suicidio antes que la obediencia. ¿Por qué una sociedad que condenaba a las mujeres reales al silencio permitía a las heroínas que se expresaran en el mito con tanta libertad y desafiantes?, se pregunta García Gual.

La elaboración de las leyendas acerca de seres excepcionales que vencieron con extraordinaria fuerza sus adversidades, excepto la muerte, exaltaron la capacidad del individuo, su voluntad personal, más allá de la sumisión al grupo o a designios divinos. Pero como señala García Gual, la edad heroica fue anterior a la consolidación de la polis. En adelante las gestas personales y las hazañas de los individuos se enmarcarían en las reglas políticas, de administración y gobierno que se dieron esos pueblos. La democracia griega dejaba ya poco espacio para la épica personal en la vida real. Las decisiones que tomaban las comunidades era resultado del concurso público de muchos individuos y no dependían tanto de la fortuna de un individuo.

La connotación que ahora damos al heroísmo es distinta y se circunscribe más al ámbito privado. Apreciamos el valor que tiene una persona cuando se arriesga en beneficio de otros. Sin embargo, los problemas o desafíos que enfrentan las sociedades modernas no pueden ser resueltos por individuos solitarios, por más extraordinarios que se (auto)estimen. Atar el destino de una nación a la fantasía épica de un dirigente, a su ego desmedido, a su desmesura, podría llevar, como en el mito, al camino de la tragedia.

Asclepio

Asclepio

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