Opinión

Negar el Mérito

En las sociedades monárquicas la riqueza y el poder se heredaban de padres a hijos; en la sociedad moderna, en cambio, riqueza y poder se conquistan de acuerdo a los méritos de las personas. Por eso decimos que nuestra sociedad es “meritocrática”.

El reconocimiento del maestro al mérito individual del alumno repugna a los expertos de la SEP autores de los planes de estudios de educación básica. No están de acuerdo que un maestro se dirija al alumno en estos términos:

--Arturo, has hecho un trabajo excelente, se observa que te esforzaste mucho y creo que eres muy buen estudiante.

Ellos piensan que reconocer el talento, el esfuerzo y la calidad del estudiante, es decir, reconocer el mérito individual, fomenta el individualismo, la competencia, el aspiracionismo, los rasgos negativos de la sociedad capitalista moderna. Por tanto, en su proyecto educativo el alumno individual desaparece, se disuelve en la “comunidad escolar” o en la “comunidad territorial”. Esta extraña pedagogía colectivista o comunitaria borra al alumno, al que siempre hemos pensado que es sujeto central de la educación

Los expertos de la SEP conciben a México como una sociedad presa de un capitalismo salvaje donde todos vivimos esclavizados por las exigencias del mercado. Tal concepción es “políticamente correcta” pues es congruente con el discurso presidencial que –como todos sabemos--amplifica hasta la caricatura el poder maléfico del neoliberalismo.

Esta visión hiperbólica los lleva a la conclusión falsa de que la educación, en su totalidad, solo atiende demandas económicas. “La educación se reduce, afirman categóricamente, a formar capital humano”. Esta afirmación es un falso axioma, no tiene sustento en evidencias –investigaciones, evaluaciones—y se desprende de una lectura ideológica, doctrinaria, de nuestra realidad.

Los expertos de la SEP no logran advertir que el capitalismo mexicano tiene un carácter tardío, complejo e incompleto, pero tampoco reconocen la tradición liberal-humanista (Torres Bodet) que guio a la educación mexicana desde 1945. El mercado, desde luego, tiene y seguirá teniendo una influencia decisiva sobre la educación pública, Ésta goza de autonomía relativa que le ha permitido, por ejemplo, orientarse hacia propósitos como la formación integral –intelectual, moral, física, emocional y estética— de cada alumno.

La educación ha definido hasta ahora, con relativa independencia, sus propios fines y medios, aunque sabemos que está lejos de ser eficiente y ha tenido dificultades para cumplir satisfactoriamente sus fines sociales; hoy no tiene –este es su principal problema-- resultados de aprendizaje satisfactorios.

Es correcto aspirar a combatir, desde la escuela, los efectos perversos del mercado y del capitalismo, pero eso no se logra negando méritos al alumno individual o con ejercicios de colectivismo y democracia no encuadrados en un marco conceptual de formación emocional, moral y social. Para combatir eficazmente el individualismo egoísta, hedonista y consumista, para desarrollar la conciencia social de los alumnos, la educación debe favorecer antes que nada su autonomía personal.

La formación de la autonomía moral del alumno –que según Piaget se logra entre los 10 y 11 años de edad—es condición inescapable para que desarrolle y asuma como propios valores sociales como la reciprocidad, la conciencia de grupo y los sentimientos de empatía, aceptación y reconocimiento del otro o de los otros

Este no es, lamentablemente, un objetivo explícito de los nuevos planes de estudio que propone la SEP.

El nuevo proyecto parte de la (ingenua) idea de que la conciencia social surgirá de negar al alumno individual y fomentar actividades en grupos y en asambleas donde la voz y el voto del alumno valdrá tanto como la del maestro, la del bajador administrativo. Es más, se propone ahora –increíble, pero cierto—invertir la relación maestro-alumno de manera que ahora el alumno enseñe y el maestro aprenda del alumno; es decir, de ahora en adelante los patos cazarán a las escopetas.  

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