Opinión

Notas sobre la nostalgia del pasado en el presente

Diversos especialistas han intentado explicar los movimientos y reacomodos que suceden en las relaciones internacionales y la aparente redefinición de las hegemonías tradicionales, así como los realineamientos en torno a la recomposición del poder político, como una reedición de la guerra fría, fenómeno que fue experimentado por el mundo en los años posteriores al término de la segunda guerra mundial y hasta el colapso y desaparición de la Unión Soviética (URSS). Algunas voces inclusive han querido ver en la agresión militar de Rusia a Ucrania como una continuación de “negocios inconclusos” de la geopolítica de la segunda parte del siglo XX, particularmente con respecto a la expansión de la Alianza Atlántica (OTAN) hacia las fronteras mismas de la Rusia, supuesta heredera del imperio soviético.

En todo caso, esta pretendida renovación de la guerra fría ya no tendría como eje central la confrontación entre Estados Unidos y la URSS sino que en el periodo contemporáneo ha sido sustituida por una nueva bipolaridad con China en la punta del polo opuesto. Con ello, al menos se estaría reeditando la vieja confrontación entre el mundo libre y el mundo totalitario con base en el enfrentamiento antagónico de dos visiones opuestas del mundo en el interior de sus sociedades, respecto de la orientación y papel de los individuos como parte de ese conjunto social y de su importancia en la propia definición de las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. En suma: democracia versus autoritarismo.

Los líderes de las dos superpotencias, el presidente chino, Xi Jinping,  y el estadounidense, Joe Biden

Los líderes de las dos superpotencias, el presidente chino, Xi Jinping, y el estadounidense, Joe Biden

EFE

Sin embargo, dadas las características del mundo actual es difícil sostener esta dicotomía como eje articulador de las relaciones internacionales. Por lo demás, el factor ideológico respecto de la cosmovisión de cómo se articulan o deben organizarse las relaciones sociales y de producción de un país determinado, así como la definición y el papel de las clases sociales consustanciales a ello, la organización del poder político, el papel del Estado, y otras categorías propias del enfrentamiento que dio base a la bipolaridad de la guerra fría, parecen estar ausentes en el presente como para sustentar sólidamente una interpretación de lo que acontece actualmente en el mundo alrededor de la rivalidad económica, comercial y financiera entre estadounidenses y chinos.

Ello sin mencionar el surgimiento de diferentes polos de poder en el escenario internacional, que al menos buscarían una redefinición diferente al simple no alineamiento en alguno de los dos bandos, como sucedió en el pasado de la guerra fría con el Movimiento de los No Alineados que pugnaban por escapar al estricto modelo de pertenencia a uno de los dos bandos en conflicto.

Por lo demás, el descrédito del llamado socialismo real, que no de las ideas de igualdad y de fraternidad, tras la desaparición del bloque soviético es algo que a más de tres décadas no acaba de ser superado. Basta con preguntar al simple ciudadano en los países que antes estuvieron en la órbita soviética sobre el grado de su añoranza de esos años pasados. También habría que observar que con todas sus dificultades y también su causa de desprestigio, la democracia ha avanzado significativamente en diversas latitudes del escenario global, lo cual simplemente hubiera sido impensable en el periodo de la guerra fría.

En América Latina, por ejemplo, sobran los ejemplos con México, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, etc. En el presente, ¿una democracia como la brasileña de Lula es autoritaria por formar una alianza con China? La propia contradicción del enunciado ofrece la respuesta. No podemos olvidar, como lo apuntara un notable y conocido intelectual mexicano, que Estados Unidos, por ejemplo, es una democracia sólida en su interior, pero que se comporta como un imperio en sus relaciones con el exterior en función de sus intereses geopolíticos.

Un aspecto que lamentablemente pervive de la guerra fría y que produce profundos escalofríos, es el peligro latente, no superado, de una conflagración nuclear. Esta amenaza que había estado controlada de alguna manera en virtud de la firma de diversos tratados internacionales en la materia, pero nunca desaparecida, se ha vuelto a hacer evidente justamente con la guerra en Ucrania y las disparatadas declaraciones de algunos prominentes líderes políticos rusos, y peor aún con el riesgo de que en el fuego cruzado alguna de las cuatro centrales nucleares ucranianas pudiera desatar un incidente nuclear. El reloj del apocalipsis ideado por los científicos nucleares late con angustia bajo este escenario de riesgo.

Con la detonación de la primera bomba nuclear por parte de Estados Unidos se creía que esta arma tan poderosa haría obsoleto el concepto de la guerra. Sabemos con claridad que ello no sucedió, y sí que dio paso a la carrera armamentista más insana de la historia humana.

Para algunos analistas, el concepto de la guerra fría en oposición a una guerra caliente, de enfrentamiento armado directo entre las partes, puede ser entendido como un estado de hostilidad entre países o alianzas de países que se caracteriza por amenazas de guerra abierta, la distribución de propaganda para difundir sus ideologías respectivas y confrontación militar indirecta a través de un tercero. (“La guerra fría: siete minutos para medianoche", @HistoriaModerna).

Desde esa perspectiva tan amplia, cabría argumentar que en el presente existen varias situaciones que podrían acomodarse en este planteamiento, como sería el caso de la península de Corea, si bien corresponde a una situación irresuelta de la guerra fría y arrastrada desde entonces hasta el presente. No obstante, también es posible aportar ejemplos que apuntarían en sentido contrario. El mapa europeo que fue el tablero en el que dio inicio este periodo de enfrentamiento indirecto entre las dos grandes superpotencias de la guerra fría ha cambiado tanto, que incluso con el surgimiento de la guerra de Ucrania el argumento se deslava. Pareciera que estamos más bien en una etapa más parecida a la de las relaciones de poder del tipo de los imperios tradicionales.

Volveremos al tema.