Opinión

Una oposición que no entiende

En múltiples ocasiones he abordado la relevancia de la oposición como elemento fundamental de la democracia. Se trata de aquella parte que representa los intereses y las aspiraciones de las minorías, aquellas que no ostentan el poder o que no coinciden con quienes lo hacen. Más allá de lo que muchos creen, como forma de gobierno, como componente de la vida política de las sociedades contemporáneas y como mecanismo para regular y controlar el ejercicio del poder, la democracia no se reduce a lo que las mayorías quieren, sino también a aquello a lo que las minorías aspiran. Por encima de preferencias políticas y de si se tienen coincidencias o diferencias, filias o fobias respecto de una opción política determinada, la oposición como engrane de cualquier sistema político se debe cuidar y fortalecer, pues de ella dependerá, en buena medida, la salud y el vigor de la democracia.

Por la importancia que tiene la oposición para el correcto desarrollo de la democracia, cada vez resulta más incomprensible las acciones y actitudes asumidas en los últimos meses, semanas y días por los cuatro partidos que guardan esta condición en el sistema político mexicano. Si bien es comprensible que los partidos políticos tomen sus decisiones a partir de un criterio de búsqueda de la mayor cantidad de espacios de poder, la lógica de aquellas debe ser distinta en condiciones de competitividad que de predominancia de una opción. De acuerdo con la mayoría de los instrumentos que permiten medir la situación actual de la preferencia electoral, el contexto político actual en México no es de competitividad, sino de alta predominancia de Morena. Los partidos de oposición, sin embargo, parecen no entender esto y actúan como si la diferencia entre ellos y la opción mayoritaria fuera de unos cuantos puntos.

Desde que se conformaron como Frente Amplio por México y hasta ahora que son la coalición Fuerza y Corazón por México, PAN, PRI y PRD han asumido actitudes, decisiones y estrategias como si estuvieran en condiciones de competitividad, aun cuando la mayoría de las encuestas los colocan a una distancia de Morena de entre 15 y 25 puntos. Definieron a su candidata presidencial sin concluir el proceso que ellos mismos determinaron; han sido incapaces de trascender del discurso de superación personal de Xóchitl Gálvez para hacerla ver como una potencial estadista; no han podido construir un bosquejo de proyecto político atractivo para los grandes sectores electorales; no han podido incorporar a su equipo de campaña a grandes personajes cuyas trayectorias profesionales y personales generen amplias simpatías; se han desdibujado en cuanto a un discurso que inició en el centro izquierda y que buscaba a los estratos socioeconómicos más bajos, a uno de centro derecha que intenta hablarle a las clases medias. Un rosario de pendientes, el reloj en cuenta regresiva y poca expectativa de algún factor capaz de sorprender a la ciudadanía, no parece un escenario halagüeño.

Xóchitl Gálvez, precandidata del Frente Amplio por México

Xóchitl Gálvez, precandidata del Frente Amplio por México

Cuartoscuro

Movimiento Ciudadano, por su parte, sufrió el mayor descalabro que pudo haber imaginado: perder a un candidato a partir del cual se habían construido narrativa, discurso, imagen y estrategia. La dicotomía planteada de la nueva política contra la vieja política; el paradójico diferenciador de género que en esta ocasión se hizo a partir de una candidatura masculina; la comunicación centrada en redes y enfocada a los más jóvenes que suelen ser los menos interesados en política; la construcción de una plataforma política a partir de un esfuerzo mayormente ciudadano como Mexicolectivo; la condición de ser el partido con menos desgaste reputacional por escándalos o prácticas nocivas, se perdieron tras la declinación de Samuel García. Demasiada confusión interna, ausencia de un candidato y poco tiempo para recomponer, hacen del panorama naranja fosforescente uno demasiado opaco.

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La oposición y sus partidos parecen no entender algo muy sencillo: en 2024 no solo se jugarán espacios políticos y prerrogativas, sino la viabilidad misma de su existencia hacia el futuro y, al final de todo, la representatividad de las minorías que son la razón principal de ser de la democracia como forma de control del poder.

Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com