Opinión

Oratoria y escritura

Es un don saber hablar bien ante diferentes audiencias, pero es mejor aún si el orador tiene el alma inclinada hacia el bien, porque entre más ignorante es el público que escucha, existe más margen para que el orador diga lo que quiera, incluyendo mentiras, logrando que la gente las acabe creyendo y posteriormente las repita, causando con ello un daño terrible a la sociedad, ya que esta puede caer en desconcierto y actuar o pensar conforme a la información errónea que posee.

actualidad laboral

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Aquellos que engañan a sus semejantes con ideas falsas de cualquier tipo, ya sea de salud, religión, política etc. infringen un daño moral en la sociedad a veces irreparable, y debería hacérseles responsables legalmente por ello.

Muchas veces, los pseudo-oradores en realidad manipulan a quienes les escuchan, los engatusan. Los oradores mal intencionados suelen utilizar palabras rebuscadas para envolver con ellas la mente de los demás y por ello hay que estar muy alertas para no caer en sus redes.

En cambio un buen orador siempre tiene presente que al hablar, lo importante es la veracidad y la intención, el sentido de las palabras, no la forma. Por lo tanto, cuando está frente al público trata de mover los sentimientos positivos y la imaginación de los oyentes, asimismo evita utilizar palabras incomprensibles porque sabe que el interlocutor se pierde. En realidad, aunque sea una persona muy culta hace uso de palabras sencillas y de uso común a fin de ser comprendida por sus semejantes, se expresa de forma natural, pero habla firme, claro y fuerte. Sabe que cuando se habla con la verdad se puede ser espontáneo y sencillo, mientras no se pierda la intención de transmitir las ideas con objetividad.

Hay que saber que entre más culto es el público más cuestionamientos racionales surgen sobre las palabras del orador.

No aceptemos como un hecho o verdad todo lo que escuchemos; nuestra obligación es reflexionar sobre lo que estamos escuchando y, pasarlo por el tamiz de nuestra propia conciencia para determinar si la información que estamos recibiendo nos resulta verídica y valiosa para nuestra propia vida.

En cuanto a la escritura, ésta se rige por las mismas reglas de la oratoria. Cuando se escribe, es el sentido profundo de las palabras lo que trasciende, no la forma.

Escribir es igual que hablar, cualquiera puede hacerlo, sólo hay que dar el primer paso. Escribir implica también una responsabilidad hacia nuestros semejantes. Transmitir conceptos ya sea históricos, filosóficos, poéticos o novelados significa estar en contacto directo con el alma del lector, por lo cual debemos ser muy conscientes de lo que estamos provocando en su psique y en sus emociones.

En algunos casos, también en la escritura, el principal aliado del escritor es la ignorancia de muchas personas, que sin corroborar ningún dato, entregan toda su credibilidad al autor que están leyendo, nuevamente exponiéndose a ser manipulados por mentes perversas.

¡Cuidado, la razón es lo único que puede salvarnos de ellas!