Opinión
El plan de paz chino para acabar con la guerra en Ucrania es un cuento chino
Fran Ruiz

El plan de paz chino para acabar con la guerra en Ucrania es un cuento chino

Coincidiendo con el primer aniversario de la invasión de Ucrania, ocurrida el 24 de febrero de 2022, China dio la sorpresa luego de abandonar su engañosa neutralidad con un plan de paz para acabar con una guerra que, recordemos, nunca ha condenado.

Pekín no sólo no ha condenado una guerra que está destruyendo un país y dejando miles de civiles muertos —alegando un paranoico Vladimir Putin que ve neonazis por todos lados, empezando por el presidente Volodiomir Zelenski… que es judío—, sino que saca su plan de paz justo cuando la inteligencia estadounidense considera casi un hecho la decisión china de enviar armas letales a Rusia.

Rescatemos también aquel episodio (obviamente nunca confirmado por fuentes oficiales, pero sí por las extraoficiales) en el que, cuando todo el mundo miraba, entre asustados e incrédulos, la acumulación de tanques rusos en la frontera ucraniana, a principio de 2022, el presidente chino, Xi Jinpin, habría pedido a su homólogo ruso que le hiciera el favor de no estropearle los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, celebrados del 4 al 20 de febrero; que, si tenía planeado invadir Ucrania, que se esperase a que terminaran los fastos del “hermanamiento deportivo de todas las naciones”.

Sonrisas de complicidad entre el ruso Putin y el chino Xi

Sonrisas de complicidad entre el ruso Putin y el chino Xi

EFE

Y dicho y hecho: Putin ordenó la guerra sólo cuatro días más tarde, durante la madrugada del 24 de febrero, no sin antes, sacar a Xi una alianza estratégica entre ambas superpotencias nucleares, de la que se desconoce gran parte de su contenido, pero que hace, cuando menos chocante, la recién destapada propuesta de paz, a la que casi nadie augura mucho recorrido, porque, con poco que se rasque, aparece la trampa.

En concreto, el plan consta de doce puntos: 1) Respetar la soberanía de todos los países; 2) Abandonar la mentalidad de Guerra Fría; 3) Cese de hostilidades; 4) Reanudación de las conversaciones de paz; 5) Resolver la crisis humanitaria; 6) Protección de civiles y prisioneros de guerra; 7) Mantener seguras las centrales nucleares; 8) Evitar la proliferación nuclear; 9) Facilitar las exportaciones de cereales; 10) Detener las sanciones unilaterales; 11) Mantener estables las cadenas industriales y de suministro; y 12) Promoción de la reconstrucción.

Leído así, de corrido, el plan parecería escrito por Mahatma Gandhi, pero el diablo se esconde en la letra pequeña y el punto más conflictivo es, precisamente, el primero de todos, el que de un plumazo acabaría con la guerra, si las dos partes en conflicto lo acataran: el principio inviolable del derecho internacional a la integridad territorial.

En el punto 1, Pekín habla de respetar las fronteras, pero no especifica maliciosamente qué fronteras. En concreto, no especifica que Putin tendría que ordenar la retirada de sus tropas a las fronteras anteriores a la invasión rusa de la península de Crimea, ocurrida en 2014. En otras palabras, Rusia tendría que retirarse de todos los territorios que se ha anexionó ilegalmente el año pasado en el este y sureste de Ucrania.

Al dejar sin especificar a qué frontera se refiere el plan chino, da pie a una “interpretación rusa”que consiste en su derecho a adueñarse de esas tierras porque todas formaban históricamente parte del imperio ruso y luego del soviético, que ahora Putin trata de reconstruir. Pero, al mismo tiempo, el plan se podría prestar a una “interpretación ucraniana” que es la firma de disolución de la URSS de finales de 1991, por la que Moscú se comprometió a reconocer las fronteras de todas las repúblicas soviéticas que lograban su independencia, a cambio del compromiso de que cada nuevo país independiente de entregar el arsenal nuclear que quedó varado en algunas de las exrepúblicas, principalmente en Ucrania.

Asimismo, este primer punto deja una pregunta inquietante en el aire: ¿La soberanía de Taiwán a quién pertenece, a los habitantes de la isla que lograron instaurar allí una democracia, o al régimen comunista y autoritario de Pekín?

El punto 2 también se presta a la polémica. Cuando Pekín pide abandonar la “mentalidad de la guerra fría” denuncia (sin nombrarlo) el expansionismo de la OTAN hacia los países ex comunistas del este europeo, y añade: “Los intereses y preocupaciones de seguridad legítimos de todos los países deben tomarse en serio y abordarse adecuadamente”. Sin embargo, Pekín no predica precisamente con el ejemplo, y el mejor ejemplo son las islas artificiales en el mar de China meridional donde ha desplegado misiles para intimidar a todos sus vecinos con los que tiene disputas territoriales, como son Japón, Filipinas, Vietnam o la propia Taiwán.

Por último, es evidente el tufo prorruso de China, y no sólo porque parece dispuesta a entregar armas letales al Kremlin, mientras habla de paz, sino que la única condena abierta que hace en su plan es para maldecir las sanciones occidentales a Rusia y exigir su retirada inmediata.

En lo demás, el gobierno chino repite el mismo patrón que otras propuestas de paz, como la del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que consiste, básicamente en poner en el mismo nivel al país agresor con el agredido.

¿Se imaginan si cualquiera de estas propuestas de paz las hubiese aceptado Winston Churchill en su resistencia contra los agresores nazis?